El momento presente

Solo vivimos el momento presente. El pasado solo está en los recuerdos y poco a poco se va desvaneciendo hacia el olvido. Yace en la memoria a merced del subconsciente para aportar enseñanzas, pero ya solo son datos que no tienen vida. Agua pasada que no mueve el molino.

Los sentimientos que evocan experiencias vividas en el pasado son en realidad sentimientos del momento presente sobre residuos de información rescatados de la memoria y revividos con el pensamiento. Son escenas que ya no existen y lo que fueron ya no puede cambiarse.

El futuro tampoco se vive. Es una entelequia que todavía no existe y que nunca podemos estar seguros de lo que nos deparará, aunque la experiencia de vivir va trazando esbozos de lo que es probable que nos suceda.

Solo se vive en realidad cada momento presente antes de que pase a la historia. Es en el momento presente cuando nuestro aparato emocional está reaccionando y tomando las decisiones que van construyendo nuestro destino. Las personas responsables no pueden vivir sin preocupaciones, pero está en su mano enfocarlas como problemas de una realidad virtual sin involucrar los sentimientos más allá del momento presente.

Ministros y altos cargos por sorteo

El poder ejecutivo no está para hacer ideología, que para eso está el Parlamento, sino para administrar el bien común con austeridad, eficacia y eficiencia. Pero los ministros y altos cargos de la administración deben sus puestos al partido gobernante y toman sus decisiones de acuerdo a los intereses del partido por encima del criterio del equipo de profesionales de las instituciones que tienen a su cargo. Por esta razón tienen que rodearse de asesores de libre designación que pongan en sus manos los informes oportunos.

En realidad poco importa que el alto cargo sea un profesional del ramo porque casi todo lo que hay que hacer lo realiza el cuerpo de funcionarios. Lo que si es importante es que las decisiones a adoptar y las instrucciones a los profesionales sean objetivas y sirvan ante todo al bien común sin concesión alguna a la ideología. La defensa del interés común en materia de educación, sanidad o prestaciones sociales, requiere simplemente buena administración.

Cualquier ciudadano libre de incapacidad patológica puede ser ministro, siempre que no sea demasiado joven ni demasiado viejo y que no tenga contraindicaciones penales. Podrían elegirse los altos cargos más importantes de la Administración por un sistema de sorteo similar al utilizado para elegir un jurado. El ciudadano elegido tendría la opción de aceptar o rechazar el cargo y en caso de aceptarlo tendría que aparcar su patrimonio e intereses económicos en una teneduría independiente hasta pasado un tiempo del final de su mandato.

Los altos cargos elegidos por sorteo no tendrían demasiado tiempo para formar camarillas ni acoplarse a la voluntad del partido gobernante y en general atenderán a su cometido valorando las propuestas de los profesionales atendiendo al bien común. No es fácil que el grupo se coloree de ninguna ideología en concreto y en cualquier caso el Parlamento tendría la potestad de relevar a un titular de su cargo ante circunstancias notorias, como por ejemplo violar la ley de estabilidad presupuestaria.

El Jefe del Gobierno debatiría con los ministros las iniciativas a seguir en un clima de objetividad y se podría prever la recusación en casos extremos, para lo que mediaría el poder judicial. Al fin y al cabo la misión de un alto cargo del Gobierno no es muy diferente de la cualquier ciudadano que tenga que administrar sus intereses sin gastar de forma continuada más de lo que ingresa.

Los líderes y el clima social

El clima social es una especie de mar de fondo que afecta a todas nuestras actividades. Tiene sus corrientes y sus ritmos y es difícil zafarse de ellos. Si nadas contra corriente gastas demasiadas fuerzas mientras que si te dejas llevar puedes avanzar con rapidez, pero sólo en la dirección que te lleva la marea.

Los líderes orquestan el clima social para que presione a las personas y les haga estar bajo su influencia. Agitan el mar de fondo para mover a las personas a su antojo. Manipulan los ambientes, calentándolos o enfriándolos, utilizando todas sus armas para producir la tensión que más les conviene.

La tensión es una especie de carga eléctrica que ioniza los ambientes irritando a las personas. Las provocaciones, injusticias, urgencias, o cualquier acto que produzca estrés, atizan el ambiente, aumentan la tensión y calientan el clima social. Los individuos se vuelven más susceptibles y simplemente por ello tienen muchas más reacciones. Cuando disminuye la tensión, el clima social se enfría y los individuos se relajan y reaccionan menos y con más lentitud.

La tensión del ambiente calienta el clima social y moviliza a las personas, igual que la presión del gas en un recipiente cerrado agita las moléculas y las hace tener mayor actividad. El líder, si puede, impone a los demás el ritmo de fondo. Es como un director de orquesta que marca los tiempos de interpretación. Con el clima social a su gusto, trata de manipular la realidad y utiliza a las personas para alcanzar los objetivos concretos que mayor beneficio le reporten.

Todos tenemos a lo largo de cada día momentos de mucha tensión y momentos de mucha calma. Es una oscilación que depende bastante de las actividades que tenemos que desarrollar pero sobre todo del mar de fondo de la presión del ambiente. También tenemos todos una tendencia natural a estar más o menos estresados o a reaccionar en mayor o menor medida a las cosas que nos pueden afectar, lo que depende de nuestra forma de ser, de nuestro trabajo, de los problemas que tengamos en la cabeza y de la influencia que sobre nosotros ejercen las personas que nos rodean.

Aunque cambie nuestra carga de tensión de acuerdo con las necesidades del momento, todos tendemos a regresar a nuestro propio clima de tensión estacionario. La persona que es tranquila y despreocupada por naturaleza, tiende a comportarse así de forma natural aunque pase ocasionalmente por momentos críticos.

Nuestro nivel de tensión o relajación más natural viene a ser el que tiene como ritmo de fondo el clima social con el que nos sentimos más identificados. Es el ambiente que nos resulta más conveniente y del que de forma instintiva procuramos contagiar a las personas con las que nos relacionamos. Si conseguimos que los que nos rodean se posicionen en el mismo clima social que nosotros, estaremos en mejores condiciones de seguir con nuestra forma de actuar. Nos sentiremos como los peces que navegan siguiendo la marea todos juntos en armonía.

Democracia legítima con representación y participación

Vamos a votar el 20-N unos candidatos en su mayoría desconocidos que solo representarán a quienes les incluyeron en la lista, es decir a los jefes de sus partidos políticos. A partir de ahí nada podemos hacer hasta dentro de cuatro años porque los ciudadanos no tenemos cauces de representación y participación. El poder se concentra en uno de los dos partidos mayoritarios y tienen carta blanca durante cuatro años para hacer lo que les de la gana, como cuando el régimen era una dictadura. Solo ha cambiado la libertad individual, siempre que no “le toques las narices” a gente con poder político.

Casi todos los partidos plantean reformar la ley electoral, y le llaman reforma a tener listas abiertas o a establecer la proporcionalidad directa de votos y escaños en las listas, lo que no cambia la situación actual aunque mejore los intereses de los partidos minoritarios. Con la proporcionalidad siguen estando representados solo los partidos y no los ciudadanos. Las listas abiertas no solucionan casi nada y ya fracasaron en la segunda república.

La única reforma de la ley electoral que es imprescindible para la regeneración democrática es la que se basa en circunscripciones uninominales en las que se elige a un solo representante. Con este sistema, cada ciudadano tiene un diputado concreto que le representa y a él puede dirigir sus opiniones y propuestas en cada materia que desee, lo que sirve al diputado para valorar lo que sus representados esperan de su acción política y decantar su voto en el Parlamento por encima de la disciplina partidista. Las principales democracias occidentales tienen este sistema.

Esta participación incrementa su eficacia si los ciudadanos se agrupan y expresan sus voluntades a sus representantes. Los ciudadanos que quisieran delegar su soberanía en los partidos, simplemente votarían cada cuatro años y se inhibirían en las decisiones y materias debatidas en la legislatura, pero quienes consideren que no hay ningún partido que les representa al cien por cien en todas y cada una de las materias, tendrían abierto el cauce de participación tanto individual como a través de los colectivos sociales en los que quisiera integrarse.

El tiempo y la vida

El progreso de una persona o una sociedad, sólo se entiende comparando con tiempos anteriores y con relación a otras personas u organizaciones. Si de repente se para el tiempo y la vida pasa a ser una foto fija, ya no cabe hablar de progreso nunca más, ni tiene sentido compararnos porque todos formaríamos parte de una foto fija como si fuéramos las piezas de un puzle.

Vivir viene a ser como pasar a través del tiempo y vencer las pruebas y resistencias que nos pone la presión del ambiente continuamente en el camino. Pueden no requerir demasiado esfuerzo, pero también puede ser enorme y consumir mucha energía y causar mucho desgaste. Hay personas y sociedades que tienen la suerte de vivir casi sin desgastarse, sin tener que afrontar problemas importantes y sin la incertidumbre de qué pueda depararles el futuro, pero todos luchamos contra el reloj consumiendo las fuerzas y desgastando la naturaleza.

La lucha continua contra el reloj desarrolla la personalidad, y proporciona libertad, independencia y autonomía. Sin embargo, la presión del ambiente puede ser tan elevada que absorba toda la energía y no se pueda progresar. Es lo que sucede en un país en el que la presión del estado agobia a los ciudadanos con impuestos excesivos, trabas burocráticas innecesarias, exceso de regulación e intervencionismo, excesivo peso muerto de estructuras públicas sobredimensionadas, subvenciones cuestionables, privilegios de la clase política, financiación de sindicatos y patronales, y corrupción elevada y creciente.

La comparación con tiempos pasados y con otros escenarios que nos rodean es imprescindible. No se puede hablar de progreso sin comparar con otras sociedades porque lo que de forma aislada se puede vender como avances pueden ser en realidad retrocesos, contraste bastante patente en la realidad española de los últimos años. Para avanzar en el tiempo y tener progreso social y económico hay que eliminar los pesos muertos que nos anclan al pasado. Los dos primeros pasos consisten en eliminar la concentración de poder que otorga el sistema político vigente y en que haya representación política de los ciudadanos. Desactivando estos dos frenos se podrá simplificar todo lo demás.

Paz interior del subconsciente

La paz interior es el clima de conciencia en el que se gesta la felicidad y la satisfacción. Es un estado de gracia en el que el subconsciente se desarrolla libre de contradicciones irreconciliables y la personalidad humana crece con consistencia.

La ética y el respeto a las personas son doctrinas básicas para conquistar la paz interior del subconsciente. No se aprenden por generación espontánea y es de lamentar que su enseñanza esté poco extendida. Muy poca gente se preocupa en tener un comportamiento ético, aunque sea el camino más corto para ir a la raíz de los problemas.

Los principales problemas que turban la paz interior se derivan de situaciones de confrontación con otras personas. Las diferencias de criterio entre las personas son frecuentes e inevitables porque cada persona tiene su propio punto de vista, pero estos desencuentros son enriquecedores y no causan mayores problemas mientras haya comprensión y entendimiento.

Si no hay un fondo de respeto humano en las relaciones sociales surge la tensión y el enfrentamiento. Hay personas que consiguen con engaños y deslealtades cosas que se proponen que posiblemente no conseguirían jugando limpio. Es por desgracia cosa común y en muchos casos los que juegan sucio incluso no tienen conciencia de su comportamiento.  Pero cuando lo tienen, lo que tarde o temprano llega, suelen acabar mal, porque el poder y la riqueza no pueden comprar la paz del interior del subconsciente.