Excesos verbales de altos responsables

De vez en cuando aparecen en los medios declaraciones imprudentes con excesos verbales de altos responsables que tienen a su cargo instituciones importantes. Estas declaraciones no son consideradas por el entorno político-social como opiniones de una determinada persona sino como expresión formal de la institución que dirige de la que es dirigente y portavoz.

Cuando un alto responsable es apartado de la institución que dirige, sus opiniones dejan de tener importancia, igual que les ocurre a ellos mismos. Dicen que el primer síntoma de la irrelevancia en la que cae un cesado es que dejan de sonar los teléfonos. Es decir que ni siquiera les piden ya opinión.

Pero un alto cargo en ejercicio habla por boca de la institución que dirige y tiene que ser responsable de las consecuencias que sus declaraciones pueden generar. Un ejemplo son las conclusiones de la Directora Gerente del Fondo Monetario Internacional de que los riesgos para la economía mundial están aumentando, expresadas en su discurso del pasado día 27 de agosto en Jackson Hole y enfatizadas en unas declaraciones al semanario Der Spiegel advirtiendo del riesgo de una recesión mundial.  Sus palabras fueron en gran medida la causa de un desplome del 5% de los mercados de renta variable.

No se entiende como puede ser tan radical una persona que acaba de llegar al cargo y se supone no tiene por lo tanto maestría suficiente para ser tan concluyente ni para endosar las opiniones e informes que le suministren. Pero aunque tuviera firme convencimiento de sus conclusiones, tendría que guardarlas para sí y expresarse con moderación y prudencia, como suelen hacerlo los responsables de los bancos centrales. Igual que si tiene exceso de gases los contiene sin evacuarlos en público.

Se supone que una persona de este nivel no actúa por interés personal, pero también tendría que tener en cuenta lo de la mujer del César, máxime si tiene cuestiones pendientes con la justicia.

La burbuja humana

En los últimos años hemos visto explotar la burbuja inmobiliaria, la burbuja de los activos financieros tóxicos, la burbuja de las “.com”,…etc., y aunque en todos los casos se barrunta antes de producirse, los economistas dicen que “las burbujas” no pueden detectarse claramente hasta que explotan. No obstante, los medios de comunicación difunden opiniones de los expertos y son bastante activos en tratar estas amenazas, especialmente desde que comenzó la crisis global actual.

Sin embargo, no hay demasiada inquietud en debatir públicamente sobre la gran burbuja de superpoblación humana que se puede estar formando. Se estima que la población humana no superaba los 200 millones de habitantes hace mil años y a principios del siglo XIX era de unos 1000 millones. Desde entonces se duplicó en tan solo 123 años alcanzando los 2000 millones en 1927, después de la primera guerra mundial. En 1960, tan solo 33 años después los habitantes del planeta tierra eran ya 3000 millones, con otra guerra mundial por medio.  Desde entonces cada 14 años la población crece 1000 millones alcanzando los 7000 en este año que comienza.

Entretanto el PIB mundial, que estuvo estancado hasta el siglo XIX, comienza a crecer significativamente y en los últimos 50 años lo hace de forma casi “vertical”.

En los años 70 se publicó el informe del Club de Roma “Los límites del crecimiento” en el que se concluía que el colapso mundial estaba próximo y sería inevitable si el hombre no cambiaba su actitud frente al medio ambiente y la utilización de los recursos. Los más optimistas sin embargo sostienen que la población mundial se duplicará pero que cambiara la tendencia de crecimiento hasta estancarse.

El deterioro del medio ambiente es un problema que todos los países están tratando y de momento parece que se están dando soluciones. El problema de la alimentación es más acuciante y no está claro que pueda haber soluciones ante un crecimiento explosivo de la población. La producción de alimentos no es el problema, pues las modernas tecnologías permiten multiplicar los cultivos y las cosechas, pero la distribución no está resuelta. De hecho muere a diario mucha gente de hambre en el mundo.

El problema de la distribución se acrecienta con la realidad de que la población crece mucho más deprisa en las zonas más deprimidas.  Donde no hay bastante comida  se multiplica la población a alimentar mientras que en las zonas ricas hay superabundancia. La ONU propone el “desarrollo con equidad”, buscando el bienestar de toda la población preservando el medio ambiente. Una cuadratura del círculo en la que la humanidad debe enfrentarse al desafío de alcanzar un razonable equilibrio entre población y producción de alimentos sin deteriorar el ambiente.

Ello requiere reducir el coste ecológico del desarrollo y el coste social del propio crecimiento de la población, lo que implica importantes decisiones a nivel mundial en materia de salud, educación, condiciones de trabajo, seguridad social, viviendas, ….etc. La espiral del crecimiento parece que va mucho más deprisa que la voluntad política de resolver los desafíos que plantea.

Las Ideologías

Las ideologías están orquestadas por centros de poder para servir a sus intereses. Están destinadas a colonizar la inteligencia emocional de la gente para que no piensen en los problemas de la vida diaria con criterio propio. Utilizan como vehículo de sus mensajes la formación desde edades tempranas, la comunicación mediática y la demagogia política.

Sin embargo, la realidad de la vida diaria de las personas está muy alejada de las cuestiones ideológicas y los problemas que los ciudadanos tienen a diario no se resuelven con idearios políticos, salvo que se trate de un político que vive de ellos. Máxime si la única intervención política que puede tener un ciudadano es votar cada cuatro años.

Las cosas que realmente afectan de forma determinante la vida de las personas son las cuestiones económicas y sociales. La ideología que debe de seguir de forma prioritaria un gobernante es ser austero, honrado, administrar prudentemente el bien común, desarrollar proyectos que cuenten con muy amplia mayoría, practicar la justicia social y no perpetuarse en el poder.

Salirse de estos parámetros es entrar en el juego de los intereses de los partidos, y en los negocios que se cuecen en sus alrededores, que no benefician al ciudadano sino a los que viven de medrar en la política.

Las ideas y las creencias

Las ideas y las creencias son cosas diferentes. Igual que una cosa es tener ideas claras y otra tener ideas fijas. Las ideas claras no hace falta revisarlas ni defenderlas, porque ellas mismas llevan toda su razón de ser. Las ideas fijas en cambio no tienen otra razón que la fuerza de quien las defiende.

Las personas de mente abierta dudan de sus ideas y las están siempre revisando hasta que llegan a tenerlas claras. Las personas de mente cerrada adoptan y defienden con firmeza ideas que consideran válidas sin enjuiciarlas.

Es muy frecuente que la gente exprese opiniones dejándose llevar por emociones o sentimientos sin contrastar si son razonables. Comprometen su opinión en cuestiones de las que no tienen más noticias que las que les llegan a través de amigos o medios de comunicación.

Las ideas adoptadas sin la debida reflexión se convierten para bien o para mal en creencias.

Déficit cero y reforma constitucional

DEFICIT CERONo es fácil de entender porque los dirigentes políticos acostumbran a administrar el dinero de los ciudadanos gastando más de lo que ingresan, es decir gastando lo que no se tiene. Esta práctica lleva a un endeudamiento creciente que encarece cada vez más la financiación y puede llegar a hacerla insostenible.

Tampoco se entiende que haya políticos, sobre todo los de izquierdas, que defiendan tener déficit porque lo identifican como la base del llamado estado de bienestar. Precisamente el déficit presupuestario continuado acaba empobreciendo a los ciudadanos por un encarecimiento general de los productos y servicios y a través de subidas de impuestos y obligados recortes de prestaciones.

Llevar a la Constitución la obligación de déficit cero es ahora necesario porque a pesar de ser un principio elemental no será nunca respetado si no lo impone la carta magna. Y para imponer este principio no hay que hacer ningún referéndum, más bien habría que haberlo hecho para que los ciudadanos autorizaran eventualmente violar este principio natural de no gastar lo que no se tiene.

La flexibilidad que propone el partido en el gobierno de que no figuren límites de déficit en la Constitución y que se fijen por ley significa seguir igual que estamos porque las leyes las “arregla” el gobierno de turno mientras que modificar la Constitución requiere mayorías cualificadas.

Más bien, una vez incorporada a la Constitución la obligación de déficit cero, habría que complementarla con una ley de estabilidad presupuestaria que exigiera responsabilidades a los responsables políticos que generen déficit en las cuentas públicas. Creo que algo de esto se legisló en Brasil y acabaron con el problema.

Transparencia del gasto público

AGUA Y AIRELa transparencia del gasto público ayuda a que los dirigentes del poder ejecutivo den prioridad a la honesta, austera y eficiente administración del bien común. En un país como el nuestro, en el que las libertades individuales y la justicia social son objetivos que se supone asumen los ciudadanos y todos los partidos políticos, el primer mandamiento que deben cumplir los dirigentes del poder ejecutivo es administrar el bien común de forma intachable.

Los presupuestos generales del Estado siempre son sospechosos de incluir gastos e inversiones innecesarios. La administración del dinero público deja mucho que desear a tenor de los datos que de cuando en cuando se dan a conocer en los medios y sobre todo por las muestras evidentes que observamos los ciudadanos: obras innecesarias, subvenciones absurdas o interesadas, proliferación de coches oficiales, proliferación de asesores, incremento desproporcionado de funcionarios, corrupción, solape de competencias en las diversas administraciones, ….etc.

Frente al despilfarro del gasto público poco podemos hacer los ciudadanos porque nuestra intervención se limita a votar cada cuatro años para que siga el poder en manos del partido gobernante o para que sea el partido de la oposición el que gobierne. Sea uno u otro, el poder ejecutivo resultante seguirá haciendo los presupuestos al margen de los ciudadanos, gastando dinero público con demasiada alegría, sin la prudencia con la que un padre de familia tiene que administrar su dinero.

Hace tan sólo unos años el ministro de Economía llevaba al Parlamento todo un cargamento de carpetas en las que se reflejaban los presupuestos que se sometían a aprobación, pero ahora solo acude con un disco de ordenador. Es decir que toda la información está informatizada y puede ser accedida por los diputados, aunque dudo mucho de que éstos la consulten o hagan con ella otra cosa que votar lo que su jefe de filas ordene.

Hoy la técnica permite dar un paso más y estructurar los presupuestos de forma que puedan consultarse a través de internet, igual que se supone los consultan en una red privada los gestores responsables de su gasto. Abrir la posibilidad de consultar los presupuestos a todos los ciudadanos es algo lógico y natural porque se trata de su dinero. No hay en principio zonas presupuestarias que requieran secreto u obscuridad, pero si en algunas hubiera duda bastaría con limitar sus desgloses, porque las cuentas públicas en su inmensa mayoría tienen que resistir la prueba de transparencia.

De momento, aun cuando se publicaran en la red los presupuestos generales del Estado y los de las autonomías y ayuntamientos, pocas iniciativas ciudadanas podrían llevarse a cabo porque carecemos de representación política, pero estaríamos ante un ejercicio de transparencia en el que tendríamos datos reales y no simplemente rumores y con ello el gasto innecesario empezaría poco a poco a caer por su propio peso.