Durante el sueño descansamos pero principalmente extraemos el significado abstracto de nuestros recuerdos. Muchas veces los sueños son absurdos, sin posibilidad de ser escenas reales, a lo que muchos han tratado de dar un contenido simbólico que nos quiere expresar o anunciar cosas.
La interpretación de los sueños ha sido materia de estudio y todavía entretiene a mucha gente. Cuando despertamos, solemos recordar los sueños sólo algunos instantes, porque enseguida pasamos a olvidarlos y a quedarnos con una leve referencia que ni tan siquiera podemos contar. Sólo algunos sueños muy concretos, o muy repetitivos, dejan en nosotros un recuerdo que conservamos y podemos describir.
No hay una edad determinada para soñar más o menos, y en realidad todos soñamos todas las noches, función sin la que nadie puede seguir viviendo por mucho tiempo. Cuando tenemos menos edad soñamos más, o al menos así nos lo parece, e incluso recordamos más lo que soñamos. Hay sueños clásicos que todos tenemos de forma más o menos parecida aunque puedan variar las circunstancias, como caer al vacío, o encontrarnos desnudos en público, o volar. El sueño de volar es tan fascinante que nos cuesta desecharla como posibilidad real al despertar. Durante el sueño estamos en realidad aprendiendo y prefeccionando el modelo del mundo que tenemos en el cerebro.