Líderes autoritarios

AUTORITARIOLos líderes autoritarios no son los que imponen su autoridad ni los que más autoridad tienen, sino los que abusan de ella y tienden por sistema a cargar de tensión el ambiente social y a generar en las personas un exceso de susceptibilidad.

En realidad todos pasamos a diario por momentos de tensión y por periodos de tranquilidad, unas veces controlando la actitud, otras condicionados por el ambiente. En un clima de tensión se transmiten mejor las instrucciones que han de cumplirse de inmediato y sin discusión, y por esto hay una tendencia a añadir tensión al ambiente cuando se trata de imponer orden y disciplina. Por el contrario, un clima social relajado es más adecuado cuando se trata de debatir y de comunicar ideas e ilusiones.

El líder autoritario no distingue entre estos ritmos diferentes para las diversas circunstancias. Se inclina por aumentar la tensión social y rechaza por sistema buscar puntos de encuentro y de concordia con quienes tienen opiniones diferentes a las suyas. Calienta los ambientes añadiendo tensión y produciendo reacciones emocionales que agrandan las diferencias y las hacen irreconciliables.

El autoritario no reconoce sus errores ni su responsabilidad y tiende a culpabilizar a sus detractores. Adapta la visión de futuro a su conveniencia e ignora las previsiones de futuro que puedan ser desfavorables a su ambición de poder, con lo que no dedica su atención ni pone en marcha las medidas adecuadas para corregirlas.

La tensión y el drama son necesarios para conseguir el máximo esfuerzo en la realización de una tarea o para imponer orden y autoridad. De hecho hay actividades que tienen que realizarse con tensión y sin ella no pueden llevarse a cabo, pero la tensión máxima de determinados momentos ha de alternarse con periodos de relajación y no tiene porque generar tensión de forma continuada.

El líder autoritario impulsa también un síndrome de urgencia permanente en el que se valoran precipitadamente las situaciones y se prejuzga sin tener información. En estos ambientes, la eficacia se mide más por la puesta en escena de las actuaciones que por los resultados reales, que no se llegan a valorar de forma objetiva. El problema principal del clima de tensión continuada que genera el líder autoritario es que desgasta a las personas, deteriora la confianza y conduce a la decadencia, y a veces incluso a la violencia.

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