Soñar es progresar

soñarSoñar es progresar. Los sueños parecen fantasías lúdicas destinadas a entretener el espíritu en la pausa nocturna, algo así como un calidoscopio con el que se pueden generar infinitas vivencias imaginarias.

Pero sobre todo es un proceso de fermentación de las experiencias vividas en el que se destilan las esencias del conocimiento. Las vivencias reales son enlazadas de todas las maneras posibles y son ensayadas en todas las situaciones. El espíritu reedita todas las posibles hipótesis vivenciales, en una actividad simulada, en la que los propios órganos de percepción suministran imágenes a la conciencia como si de la realidad se tratase.

En el sueño la mente va “exprimiendo” la experiencia, que se enriquece y amplifica con el efecto multiplicador de esa mágica combinatoria mezcladora de vivencias, liberada en la noche del consumo energético de lo somático.

Una vida sin contrastes tiene escaso potencial para la fantasía de los sueños y el espíritu se debilita y no evoluciona perdiendo capacidad para imponer una identidad. Como el velero que en la calma pierde velocidad y no puede mantener un rumbo.

Las experiencias de vida que desafían a nuestros esquemas mentales, son como líderes del movimiento de reforma de la conciencia, con un amplio protagonismo en el debate misterioso de la ensoñación. Modelan e impulsan la evolución del espíritu.

Las vivencias traumáticas tardan en ser asimiladas y a veces se enquistan como fallas de la conciencia y pueden generar ajustes somáticos que conducen a lo patológico. Es como traspasar la barrera de la evolución y situarse en la frontera de ruptura de la identidad. Es el “bang” de los conceptos, que sólo pueden superar los espíritus esforzados que tienen el reto de caminar hacia lo imposible.

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