Votar con criterio

Es importante votar con criterio, porque en nuestro país la única participación política de un ciudadano es votar cada cuatro años. Una vez echada la papeleta en la urna, el ciudadano ya no tiene posibilidad de opinar porque no tiene con quien comunicarse ni quien le represente ya que los diputados solo representan a quien les puso en la lista.

Votar con criterio es dejar de lado los impulsos emocionales y tratar de encontrar una razón que prevalezca sobre las demás para elegir la papeleta de uno u otro partido, aunque como decían en Italia haya que «taparse la nariz», lo que, dadas las noticias de abusos cometidos por miembros de la clase política, quizás haya que hacer en cualquier caso sea cual sea la opción elegida.

Votar con criterio ideológico no es en mi opinión prioritario ya que todos los partidos políticos no extremistas defienden suficientemente la libertad, la justicia social, la igualdad…etc, y muchas veces, cuando un partido hace bandera por alguna causa ideológica concreta, después es incapaz de implementarla cuando está en el poder, porque una cosa es prometer algo y otra cumplir la promesa. Además, las cuestiones ideológicas de largo alcance deberían contar con amplias mayorías, es decir ser consensuadas por los partidos mayoritarios.

Votar con criterio económico tiene su razón de ser porque la principal tarea de los gobernantes es administrar el bien común y procurar el buen uso del dinero público sin deficits presupuestario ni deuda que alcancen niveles problemáticos que amenacen el bienestar social futuro. Sin embargo, este criterio es mas bien excluyente, no para elegir un partido sino para descartarlo. Y la prueba de fuego no reside en el programa electoral sino en su quehacer histórico cuando estuvo en el poder.

Votar con criterio de valoración de las experiencias pasadas tiene el sentido de que «por los hechos los conoceréis» y no cabe duda de que es una buena forma de elegir. No obstante «cada uno habla de la feria según le va en ella» y para basar el voto en este criterio hay tener en cuenta datos objetivos y dejar a un lado que las circunstancias personales hayan sido buenas o malas. En la medida en la que se imponga la subjetividad se pasa a votar con criterio emocional. Igual que es votar con criterio emocional votar a partidos que no hayan tenido experiencia de gobierno.

Votar con criterio analizando el programa electoral de cada partido es poco útil, aunque puede servir para descartar a los partidos que propongan metas utópicas o manifiestamente subversivas del stau quo de un país como el nuestro que tiene los estándares de la Unión Europea. Los programas electorales de los principales partidos siempre plantean objetivos que en su conjunto son más o menos razonables, lo que ocurre es que una vez conquistado el poder consideran que el programa es revisable según las circunstancias y no se ciñen a él.

Votar con criterio emocional es votar sin reflexión en base a la conexión emocional con una opción política, sea por adhesión emocional a un líder carismático o por la influencia del entorno social frecuentado. En nuestro país, a falta de poder votar a una persona que te represente, hay una tendencia perversa al voto emocional, y los partidos tratan de hecho de excitar la vena emocional de los ciudadanos en sus actos electorales. Los mas frikis cultivan exclusivamente la vía emocional y la centran en descalificar e insultar a sus adversarios.

En los principales países democráticos en los que hay circunscripciones unipersonales (Francia, EEUU, Alemania, Reino Unido, Japón, Nueva Zelanda, Canadá,..), votar con criterio es votar a la persona que te ofrece mas confianza de que va a defender el bien común, con independencia de a que partido pertenece si es el caso, y quien resulte elegido es un representante con quien se puede participar tanto como se desee. En nuestro país, no elegimos representantes y por tanto la «confianza» hay que depositarla en un partido por cuatro años, por lo que los impulsos emocionales implican alto riesgo.

A quien votar

En los países occidentales realmente democráticos es muy fácil decidir a quien votar. Solo hay que decidir quien es la persona que te inspira más confianza para que te represente de entre los candidatos que optan a ser elegidos. Quien resulte elegido puede militar en un partido o en otro, y también puede ser independiente, pero, a nivel global, el partido dominante agrupa un conjunto de diputados que han pasado uno a uno por el filtro de tener la confianza de la mayoría de sus representados. Además la relación entre representantes y representados no se acaba al depositar la papeleta en la urna sino que puede ser tan frecuente como cada ciudadano desee.

Esta forma de representación está basada en circunscripciones unipersonales, es decir, en circunscripciones electorales en las que se elige un solo diputado, con lo que cada diputado electo tiene la confianza de sus electores. Este sistema esta vigente en Francia, Alemania, Reino Unido, EEUU, Japón, Canadá, Nueva Zelanda….., pero no lo está en nuestro país donde el diputado electo solo ha pasado el filtro de tener la confianza de quien le puso en una lista de candidatos que se elige en bloque, porque en nuestro país no se vota a un representante sino a un partido político. Y la consecuencia es que ningún ciudadano tiene representante y ningún diputado tiene ciudadanos que representar. Todo se «cuece» en los partidos políticos a espaldas de los ciudadanos.

Por esto en nuestro país es muy importante decidir bien a quien votar, es decir, a que partido votar, porque a partir de ahí ya no hay participación posible para influir en las decisiones de los diputados ya que no se puede hablar con ellos, ni por consiguiente influir en ellos, que además, en cualquier caso, se pliegan a la disciplina de voto que les impone su partido. Digamos que en la legislatura los ciudadanos ya no cuentan para nada y las decisiones las impone a su gusto el partido dominante, sin que los partidos de la oposición tampoco puedan influir en ellas con criterios contrastados con ciudadanos a los que representen porque éstos no existen.

Por esto, es muy importante elegir bien a quien votar. Si votas a uno de los dos grandes partidos que están consolidados y han tenido prolongados periodos de gobierno, estarás apostando por tener estabilidad en las cuestiones mas esenciales y por estar en la órbita de la Unión Europea, aunque uno y otro pongan mas o menos acento en algunas de las cuestiones y aunque hayan cometido errores en el pasado. Garantizar una cierta continuidad es en estos momentos importante para consolidar el crecimiento económico. Votar opciones minoritarias que no han tenido experiencia de gobierno tiene mayor riesgo aunque algunas de ellas estén bastante consolidadas y dejen saber claramente su orientación. De las opciones separatistas, se sabe lo que proponen pero esconden sus verdaderos propósitos personales, que en el caso de la mayor de estas opciones están destapando varios procesos judicial actualmente en marcha.

La opción de votar a un partido nuevo que no ha tenido experiencia de gobierno, y por lo tanto no ha mostrado en la práctica como gobierna, supone un acto de fe y de sintonía con todo lo que dicen, porque no tienen todavía estructura ni equipo suficientes para ofrecer un programa coherente que este a la altura de los valores de la Europa occidental. De lo que puede deducirse de como se manifiestan los líderes de este nuevo partido, parece que anteponen la ideología a la economía y que sus ideas están en la órbita de la extrema izquierda, lo que puede tener sus partidarios, pero es un cambio radical de inciertas consecuencias en relación con las tres pasadas décadas. El hecho de ser recién llegados y aspirar a engrosar todavía más el excesivamente amplio elenco de políticos, supone que en el caso de gobernar habría que abrir hueco a costa de los ciudadanos a toda una nueva generación de partidarios, amigos y familiares en cargos de la administración y empresas públicas como sucedió con los partidos que han gobernado.

Decidir a quien votar guiados por el legitimo rechazo a los abusos cometidos por miembros de la clase política y elegir a un nuevo partido por el hecho de que es nuevo y no tenga historia, supone ignorar que en caso de haber estado en la política hubieran tenido también sus casos de corrupción, como por cierto algunos medios de comunicación empiezan a airear. No en vano los casos de corrupción se han dado en todas las formaciones que han gobernado en algún territorio y han ejercido su poder. La irritación de los ciudadanos, que eficazmente ha sabido canalizar el nuevo partido, está sirviendo para que se adopten nuevas medidas para combatir la corrupción, pero nada realmente efectivo se conseguirá si no empezamos por la base raiz de la democracia que es el sistema electoral con circunscripciones unipersonales que está vigente en las principales democracias occidentales. Yo por mi parte estoy dispuesto a decidir a quien votar si un partido propone como piedra angular de su programa la adopción de dicho sistema electoral.

Pacto sobre el sistema electoral

pactoEl resultado de las elecciones europeas en España demuestra la urgente necesidad de un pacto sobre el sistema electoral entre PP y PSOE. Ambos partidos tuvieron ayer el 49% de los votos cuando hace cinco años, con similar abstención, alcanzaron el 81%. El sistema de listas con escrutinio proporcional para elegir eurodiputados permite que haya en el Parlamento Europeo algunas representaciones que no tienen cabida en los parlamentos de los principales países miembro en los que utilizan sistemas mayoritarios basados en circunscripciones uninominales. La representación de grupos marginales en Europa permite que se expresen propuestas de todo tipo sin que tengan una influencia significativa en las decisiones europeas.

El problema que tenemos en España es que también utilizamos el sistema de listas con escrutinio proporcional para el Parlamento nacional. En los países más avanzados los electores votan en circunscripciones uninominales, de forma que cada ciudadano tiene un diputado concreto que le representa y cada diputado representa al conjunto de ciudadanos concretos que le han elegido por mayoría. Es el sistema que funciona en EEUU, Francia, Reino Unido, Alemania (para la mitad de la Cámara), Canadá, Nueva Zelanda, Australia y que estuvo vigente en Italia (en un 75%) hasta el año 2005.

Este sistema conviene a los ciudadanos, porque con él pueden estar en contacto con su representante tanto como deseen, hacer ver sus inquietudes y opiniones y participar individualmente o en grupo en el desarrollo legislativo. Cada diputado tiene obviamente que estar pendiente de sus electores y saber lo que opina la mayoría de ellos, lo que prevalece sobre la disciplina de partido. En lamentable contraste, hoy en nuestro país la única forma de opinar, aparte de votar cada cuatro años, es la algarada callejera. El sistema de circunscripciones uninominales conviene también al PP y PSOE porque si lo adoptaran, en las próximas elecciones uno de ellos alcanzaría la mayoría absoluta, cosa que a la vista de los resultados de ayer con el sistema actual no se vislumbra. El que obtuviera la mayoría formaría un gobierno fuerte que no tendría que estar “comprando” votos, siempre que llevara al Parlamento propuestas que tuvieran aceptación mayoritaria de los diputados, toda vez que éstos representan a los ciudadanos y no a la persona que les puso en una lista.

Un pacto sobre el sistema electoral entre PP y PSOE evitaría el fraccionamiento del Parlamento en demasiados partidos y sus consiguientes componendas. Esto ha sucedido en Italia y ocurrirá en nuestro país si no se modifica la ley electoral. PP y PSOE tienen entre ambos la mayoría necesaria para un pacto sobre el sistema electoral adoptando circunscripciones uninominales y si dejan pasar esta oportunidad quizás no la vuelvan a tener. De paso podrían eliminar el Senado.

Votar en contra

votar en contraLos políticos no suelen explicarnos de forma convincente porque hay que votarlos sino que mas bien nos argumentan para votar en contra de sus opositores. Con el sistema electoral vigente no votamos a las personas que queremos que nos representen sino que tenemos que elegir un partido y su lista ya precocinada de representantes. El ciudadano no va a tener un diputado con nombre y apellidos que le represente y no va a poder participar ni plantear absolutamente nada durante la legislatura, limitándose a elegir un partido cada cuatro años. Es como si votáramos a una marca comercial, y los políticos nos venden en efecto su marca como si fuera una fragancia, sin molestarse en detallar como proponen resolver los problemas de la sociedad ni tan siquiera identificarlos razonadamente sin demagogia.

Lo que resulta sorprendente es que no nos «vendan» la marca de forma positiva explicando las virtudes que tiene y porqué es una marca confiable, sino que lo que hacen es atacar a las marcas contrarias, principalmente a la que les parece que compite mas con ellos. Hacen la campaña invitando a votar en contra, y este marketing negativo lo exhiben continuamente durante la legislatura. El principal partido de la oposición no dice con precisión que acciones emprendería en el lugar de las que critica del Gobierno, sino que se limita a descalificar una por una las iniciativas del gobierno con mensajes demagógicos que pretenden llegar al subconsciente de los ciudadanos. Lo mismo hace el partido que gobierna descalificando a sus adversarios. Sería inconcebible que la Coca Cola hiciera su campaña de marketing descalificando a la Pepsi Cola señalando terribles consecuencias en caso de consumirla, o que en lugar de resaltar la calidad del Chanel nº 5 la firma Coco Chanel propagandeara lo nefastas que son las fragancias de Guerlain.

Como esto es lo que hay, el ciudadano suele ir a las urnas a votar en contra, es decir a votar a quien mejor se opone al partido que más rechazo le produce. A mí me gustaría poder votar a una persona concreta y que quien resultara elegido en mi hipotética circunscripción uninominal fuera mi representante y pudiera a través de él participar tanto como desee, pero como lo que tengo que echar en la urna es una papeleta de un partido, aunque no me guste ninguno tengo que votar en contra y escoger al que mejor se opone al que más rechazo me produce. Mientras no cambie el sistema electoral y se adopten circunscripciones uninominales, lo más eficiente sería admitir la posibilidad de votar en contra para que quien lo desee pueda expresar de forma directa que partido le produce más rechazo. Sería congruente con la forma en que hacen propaganda los partidos y quedaría mucho más patente cual es la voluntad ciudadana. Un voto en contra simplemente descontaría en lugar de sumar.

Reforma de la ley electoral

ley electoralHay un debate público continuo sobre los problemas que aquejan a nuestra sociedad y sobre las reformas que deberían acometerse, pero nadie propone la reforma más importante, previa a todas las demás, que es una reforma de la ley electoral en la línea de lo que existe en las democracias occidentales más desarrolladas: Francia, EEUU, Reino Unido, Japón, Alemania, Canadá, Nueva Zelanda,….etc.

En España estamos sometidos a la hegemonía de los dos grandes partidos políticos que son quienes deciden quienes tienen que representar al pueblo. La intervención de un ciudadano se limita a votar a un partido cada cuatro años. Si desea proponer algo o simplemente transmitir sus opiniones sobre las materias que se debaten en el Parlamento o en su ayuntamiento, no tiene un representante con nombre y apellidos a quien dirigirse. Y si pretende dirigirse al partido que votó, puede que no consiga encontrar adonde dirigirse, y si lo consigue ni siquiera le acusen recibo o le contesten sin entrar en el tema. Solo queda el recurso de la calle.

La consecuencia de esta carencia democrática fundamental es que el poder político hace y deshace a su antojo de acuerdo con sus intereses. La estructura del Estado crece en tamaño, complejidad y coste cada vez más, y para financiarla hay una presión impositiva creciente que gravita principalmente sobre la clase media. Los políticos gastan más de lo que permiten los presupuestos y la deuda del Estado crece cada vez más hipotecando a las generaciones venideras. Y lo peor es que esa concentración de poder sin contestación posible ha generado que se «institucionalice» la corrupción y que haya un sobre-coste de comisiones en las obras y contratos del Estado, que se hayan hecho obras innecesarias, que hayan «quebrado» varias cajas de ahorro, ….etc. Lo peor es que esta situación es insostenible para la economía de los ciudadanos pero los dos grandes partidos no están dispuestos a cambiarla.

La reforma de la ley electoral adoptando circunscripciones uninominales permitiría que cada ciudadano tenga claro quien le representa en el Congreso o en el ayuntamiento y pueda participar dirigiéndose a él tanto como desee, aunque también puede optar por inhibirse y confiar en que un partido político se ocupe de representarle. El sistema basado en circunscripciones uninominales, en las que se vota a un solo candidato y no a una lista de nombres, permite la participación de los ciudadanos y devuelve la soberanía al pueblo. Tiene además la ventaja de que cualquier interés minoritario puede ser objeto de atención. Por añadidura, suele producir amplias mayorías, con lo que el partido mayoritario no tiene que «comprar» votos de grupos políticos oportunistas.

Por supuesto esta reforma de la ley electoral tendría que venir acompañada de la eliminación de subvenciones con dinero público a los partidos políticos, y de paso a los sindicatos y patronales. Y también de la supresión del Senado, que es innecesario. Sin embargo podría incorporar un mayor número de diputados para que cada uno de ellos represente a un número razonable de ciudadanos.

Vox populi

Supongo que el nombre «Vox» del partido político recientemente creado expresa su vocación de que la vox populi este legítimamente representada en el Parlamento y pueda participar. En la situación actual esto no sucede porque los diputados solo representan a quien les incluyó en una lista, lo que es una de las dos grietas de la actual Constitución por donde se escapa la democracia. La participación ciudadana se limita a votar cada cuatro años a la lista de un partido, en muchísimos casos seleccionándolo por exclusión de todos los demás. Con esta delegación obligada de la soberanía popular en los partidos, un ciudadano solo puede participar a través de un partido aunque no le una nada a ninguno en concreto, y en la práctica es además imposible, porque no existen cauces para tal hipotética participación. Yo he intentado enviar sugerencias a los partidos través de sus páginas web y en unos casos no existe tal facilidad y en otros simplemente ni contestan.

Volviendo al caso de Vox, creo que en el manifiesto que publica en su pagina web debiera ser mucho más explicito en lo que se refiere a la ley electoral porque dicha ley es la piedra angular de la democracia. La propuesta que Vox hace es ambigua, porque, aunque defiende circunscripciones mas pequeñas, deja abierta la puerta de la proporcionalidad, quizás porque siendo un partido de reciente creación le sea muy difícil conseguir diputados si las circunscripciones son uninominales.

Las circunscripciones uninominales existen en las democracias mas importantes como son Reino Unido, Alemania, Francia, EEUU, Japón, Canada…etc, y no puede entenderse que en nuestro país se haya optado por ignorar lo que está vigente en los países occidentales de mayor éxito. Creo que el nuevo partido tiene que concretar más sobre la ley electoral, si es que defiende este sistema como ya lo hizo en una entrevista en televisión uno de sus miembros, el Sr. Camuñas, cuando era presidente del Foro de la Sociedad Civil. Los demás partidos no parece que se interesen por adoptar el sistema electoral que tienen las auténticas democracias.

Políticos incompetentes

politicos incompetentesA los españoles nos cuesta de por vida la luz el doble que a los franceses. Es una de las nefastas consecuencias de que políticos incompetentes lleguen a tener poder por no tener un sistema electoral como el de las principales democracias occidentales. La falta de representación y participación política hace que los ciudadanos no podamos cuestionar decisiones que afectan muy negativamente a nuestra economía doméstica y que sarcásticamente nos presentan como conquistas ideológicas.

Un caso paradigmático es la política energética, que ya se torció en la época del presidente González con el abandono de la energía eléctrica de origen nuclear, energía que es la más barata con diferencia, con la excepción de la energía hidráulica. Los socialistas vinieron a considerar que la energía nuclear es de derechas, sin advertir que Francia, nuestro país vecino, produce el 85% de su electricidad con energía nuclear sin complejos ideológicos. Tampoco repararon en que el hipotético problema de seguridad ya está creado con las más de 50 centrales nucleares francesas próximas. Además de condenar a los ciudadanos españoles a tener energía más cara de forma recurrente, les condenó también a pagar, a través de los recibos de la luz, la denominada moratoria nuclear cuyo nombre es por cierto equívoco ya que, según la Academia de la Lengua, una moratoria es el plazo que se otorga para pagar una deuda vencida, deuda que no contrajeron los ciudadanos y que más que deuda es una inversión que fue a fondo perdido por decisión política.

Años después en la época del presidente Aznar se abrió el melón del déficit de tarifa, en aquella ocasión para evitar el impacto de la cantidad de dicho déficit en el índice de precios de consumo, y ya se sabe lo que pasa cuando se abre un melón. Los años de gobierno del presidente Zapatero fueron especialmente nefastos para el recibo de la luz que subió en torno a un 64% a causa de nuevos supuestos impulsos ideológicos. Decidieron impulsar a tope las energías renovables con subvenciones millonarias a una industria fotovoltaica inmadura que producía paneles diez veces más caros que los precios actuales y algo parecido sucedió con la energía eólica. El llamado déficit de tarifa llegó a los niveles actuales y de una u otra forma lo tendremos que pagar los ciudadanos.

El resultado es que a los españoles nos cuesta de por vida la luz el doble que a los franceses, que tiene narices que sea por supuestos motivos ideológicos. El sistema electoral que tenemos, hecho a medida de los intereses de los partidos políticos, produce que conquisten poder políticos incompetentes que no entienden que hay que separar la ideología de la economía igual que hay que separar los tres poderes del Estado.

Las dos grietas de la Constitución

ConstitucionEl sistema electoral y la separación de poderes son las dos grietas de la Constitución por donde se escapa la democracia. Con el sistema electoral actual el ciudadano no tiene un representante político al que dirigirse y por lo tanto no puede participar durante la legislatura y sin representación ni participación no hay una autentica democracia. La soberanía popular no reside en los ciudadanos sino en los partidos políticos, cuyos líderes son los que deciden las listas de quienes por su fidelidad merecen ser diputados. El ciudadano se tiene que limitar a echar una papeleta en la urna cada cuatro años para elegir la lista precocinada que menos rechazo le produce.

El sistema electoral en el que la soberanía reside en los ciudadanos y en el que hay auténtica representación y participación es el sistema de circunscripciones uninominales en el que se elige un diputado por cada circunscripción. El diputado elegido es el representante político de los ciudadanos residentes en la circunscripción y a él pueden dirigirse siempre que lo deseen, con lo que el diputado se verá obligado a representar lo que mayoritariamente opinan los ciudadanos que representa y no lo que le ordena el jefe de fila de su partido. No en vano es el sistema vigente en Francia, Reino Unido, Alemania, Estados Unidos, Canadá, Nueva Zelanda,…etc. Además, este sistema produce amplias mayorías con lo que el partido mas votado no tiene que «comprar» votos a minorías oportunistas.

La otra grieta es la separación de poderes que es actualmente prácticamente inexistente ya que el partido que gobierna controla el poder ejecutivo y el legislativo, y tiene una considerable influencia en el poder judicial. El ciudadano que se molesta en pensar sobre estas cosas no entiende porque existiendo un Tribunal Supremo de larga y antigua tradición, se han creado el Tribunal Constitucional y el Consejo Superior del Poder Judicial, y mucho menos entiende que sus miembros sean nombrados por los partidos políticos y que incluso puedan ser ajenos a la carrera judicial.

Tantas circunscripciones como diputados

circunscripciones unipersonalesEn el debate que al parecer está teniendo lugar en la Comunidad de Madrid sobre la reforma de la ley electoral merece destacarse la propuesta de Gallardón de «tantas circunscripciones como diputados», propuesta que indica ya hizo en 1995. Esta fórmula de tantas circunscripciones como diputados permite que cada ciudadano tenga un diputado concreto que le representa y pueda estar en contacto con él para hacerle llegar sus ideas, opiniones y propuestas. El diputado sabe también a que ciudadanos concretos representa, lo que da contenido a su participación en la Cámara que tendrá que responder, por la cuenta que le trae, a la voluntad mayoritaria en su circunscripción.

Este sistema electoral de tantas circunscripciones como diputados, también denominado de circunscripciones unipersonales, es el sistema que está vigente en Francia, Reino Unido, Alemania (para la mitad de la Cámara), Nueva Zelanda, Canadá, Australia, y en Italia hasta que en 2005 se lo cargó Berlusconi. No es casualidad que las democracias occidentales tengan este sistema, porque es el único en el que realmente los ciudadanos pueden participar tanto como deseen día a día y no limitarse a echar una papeleta en una urna cada cuatro años que es lo que en nuestro país tenemos ahora.

Democracia en los partidos políticos

partidos politicosLa democracia en los partidos políticos de nuestro país es en la actualidad inexistente. Por esto, un grupo de ciudadanos acaba de hacer un manifiesto proponiendo una ley para democratizar los partidos políticos, se supone que para que puedan seguir teniendo el monopolio de representar a los ciudadanos, lo que los manifestantes parece que consideran normal. Y no está mal que los partidos políticos democraticen su funcionamiento y que sus líderes tengan mandatos limitados y sean elegidos en primarias, pero de poco sirve si no se aborda la anomalía de que los ciudadanos no tengan representantes concretos a los que dirigirse.

Un ciudadano debe de poder elegir entre limitarse a votar cada cuatro años, o participar en el desarrollo político él solo o en asociación con quienes desee, a través de un representante con nombre y apellidos que tenga la obligación e incluso el interés personal de atenderle. Esta representación y participación solo puede articularse si cada ciudadano vota en una circunscripción electoral en la que se elige a un representante concreto, con independencia de que los candidatos que se presentan a la elección en dicha circunscripción pertenezcan a uno u otro partido. Cada ciudadano puede optar de esta forma entre participar  a través de quien ha sido elegido o desentenderse hasta la próxima convocatoria.

Por muy democrático que sea el funcionamiento interno de los partidos políticos, con el sistema actual de listas de personas que no representan a los ciudadanos sino a los partidos y a sus órganos de gobierno, los ciudadanos estarán limitados a votar cada cuatro años una «marca» política como quien elige una fragancia, lo que no ocurre en las democracias occidentales de más éxito. Democracia interna de los partidos por supuesto también, pero la adecuada representación y participación política está «aguas arriba» y es prioritaria.