Suarez en su etapa de ministro

reales alcazaresHemos visto estos días a todos los partidos políticos elogiar la obra de Suarez como Presidente del Gobierno, pero nadie ha hecho referencia a Suarez en su etapa de ministro que se extendió durante seis meses desde su nombramiento, el 11 de diciembre de 1975 a propuesta de Fernández Miranda, hasta primeros de julio de 1976 cuando fue nombrado Presidente.

Durante esos seis meses pasó de ser el Ministro Secretario General del Movimiento (representante de la ortodoxia franquista residual) a ser el Presidente del Gobierno que promovió la democracia. Quizás fue clave la misión que le encomendaron de activar canales de enlace y dialogo con las figuras más representativas de la oposición, gestión de la que iba a reportar el 2 de abril de 1976 en el Consejo de Ministros que tuvo lugar en Sevilla y que fue presidido por el Rey.

Cuatro días antes, el 29 de marzo, fueron detenidos algunos representantes de Coordinación Democrática (Platajunta) bajo la acusación de atentar contra la forma del Estado, materia que seguramente Suarez trató con el Presidente del Congreso Sr. Fernández Miranda en la visita que le hizo ese mismo día de la que la prensa dio noticia reseñando que se ignoraba la materia tratada.

Suarez consideró que la detención de miembros de la Platajunta arruinaba la labor de dialogar con la oposición hasta entonces por él realizada y así lo denunció en el Consejo de Ministros del 2 de abril en los Reales Alcázares de Sevilla. El Presidente Arias ratificó la actuación del Vicepresidente Fraga y Suarez hizo al Rey un gesto señalando con la vista un cuadro que había en la pared de Salomé y la cabeza del Bautista sugiriendo la conveniencia de que cambiaran las dos cabezas, lo que sucedió a primeros de julio.

Pacto PP PSOE sobre el sistema electoral

pacto PP PSOEUn pacto PP PSOE sobre el sistema electoral parece posible y sería muy conveniente como eje fundamental de la regeneración democrática y de las reformas que necesita el país. Sería una oportunidad de que los ciudadanos estén legítimamente representados y que esa representación sea cierta, genuina y verdadera.

En los países más avanzados los electores votan en circunscripciones uninominales, de forma que cada ciudadano tiene un diputado concreto que le representa y cada diputado representa al conjunto de ciudadanos concretos que le han elegido por mayoría. Es el sistema que funciona en EEUU, Francia, Reino Unido, Alemania (para la mitad de la Cámara), Canadá, Nueva Zelanda, Australia y que estuvo vigente en Italia (en un 75%) hasta el año 2005.

Este sistema conviene a los ciudadanos, porque pueden estar en contacto con su representante tanto como deseen, hacer ver sus inquietudes y opiniones y participar individualmente o en grupo en el desarrollo legislativo. Cada diputado tiene obviamente que estar pendiente de sus electores y saber lo que opina la mayoría de ellos, lo que prevalece sobre la disciplina de partido. En lamentable contraste, hoy en nuestro país la única forma de opinar, aparte votar cada cuatro años, es la algarada callejera.

El sistema de circunscripciones uninominales conviene también al PP y PSOE porque si lo adoptaran, en las próximas elecciones uno de ellos alcanzaría la mayoría absoluta, cosa que con el sistema actual no se vislumbra. El que obtuviera la mayoría formaría un gobierno fuerte que no tendría que estar «comprando» votos, siempre que llevara al Parlamento propuestas que tuvieran aceptación mayoritaria de los diputados, toda vez que éstos representan a los ciudadanos y no a la persona que les puso en una lista.

El pacto PP PSOE sobre el sistema electoral evitaría el fraccionamiento del Parlamento en demasiados partidos y sus consiguientes componendas. Esto ha sucedido en Italia y se vislumbra que ocurra en nuestro país. PP y PSOE tienen entre ambos la mayoría necesaria para reformar el sistema electoral adoptando circunscripciones uninominales y si dejan pasar esta oportunidad quizás no la vuelvan a tener. Si además eliminan el Senado tanto mejor.

Sindicatos decadentes

SINDICATOS decadentesLa pasada huelga general ha escenificado la realidad de unos sindicatos decadentes que pretenden retrotraernos al siglo XIX. Los sindicatos decadentes, llamados sindicatos de clase, tienen solamente una afiliación del 16% y por lo tanto escasa representatividad y las cuotas de sus afiliados no cubren ni el 10% de sus gastos, por lo que se financian con dinero público. Con tan escasa representatividad, los sindicatos decadentes convocaron la huelga con la absurda pretensión de que el Gobierno, que tiene mayoría absoluta, convocara un referendum sobre las reformas en curso.

El espectáculo de los piquetes intimidando a los trabajadores y al comercio para que se sumaran a la huelga y los discursos decimonónicos de los líderes, orgullosos de parecernos a Grecia, denotan que la preocupación de estos sindicatos decadentes es la propia supervivencia que ven amenazada por la inevitable reducción progresiva de las subvenciones públicas. A pesar del  descontento popular con la situación económica, los ciudadanos no han considerado que la huelga aporte soluciones sino más problemas.

A la gente no se le escapa que estos sindicatos decadentes sintonizaban con el anterior gobierno y tienen por tanto su parte de responsabilidad en el deterioro económico, ni tampoco se le escapa que participaban en la gestión de las Cajas, ni que están aplicando con rigor las normas laborales que cuestionan para reducir sus plantillas. Hay el sentimiento de que los sindicatos tienen que modernizarse y centrarse en la defensa de los trabajadores en lugar de dedicarse a la acción política. Para ello nada mejor que vivir de las cuotas de sus afiliados, como en muchos países europeos.

Ayudaría mucho que se desarrollara la ley de huelgas que se recoge en la Constitución y que está pendiente de desarrollar. Aclararía mucho en que condiciones puede convocarse una huelga general, si es que se estima conveniente que pueda convocarse en alguna. Aclararía también que los convocados a una huelga son libres de sumarse a ella o de ejercer su derecho al trabajo, y también podría resolver los problemas añadidos de grupos violentos oportunistas que «pescan en río revuelto». Y desde luego ayudaría a transformar los actuales sindicatos decadentes en sindicatos modernos orientados a defender realmente los intereses de los trabajadores de participar en el valor añadido con que contribuyen al desarrollo de la economía.

Quimera catalana

quimera catalanaTarradellas pensó que se trataba de una quimera catalana la invitación que le hizo el Sr. Casinello, enviado del presidente Suarez, para regresar a Cataluña como presidente de la Generalitat. Incluso cuando llegó el avión que le iba a trasladar a España, todavía pensaba que era una quimera catalana.

Llegó al Palacio de la Moncloa a encontrarse con Suarez y, ya despierto del sueño de la quimera catalana, le pidió una reunión «a solas» en la que le indicó que tenían que permanecer aislados cuatro horas porque tenía que dar la imagen de que estaba negociando. Suarez me comentó que durante ese tiempo le estuvo contando toda su vida y que no pudo evitar dar cabezadas. La primera declaración de Tarradellas al salir de la reunión fue que había sido la «negociación» más difícil de su vida.

Tarradellas asumió dignamente como realidad lo que hasta entonces le parecía una quimera catalana. No llenó su cabeza de mayores fantasías, porque no era un hombre entrometido, bullicioso y de poco provecho, es decir, no era un mequetrefe, y conocía perfectamente hasta donde podía llegar.

Unos treinta y cinco años después, viene el actual presidente de la Generalitat al mismo Palacio de la Moncloa a «negociar», supongo que también «a solas», la nueva quimera catalana. Puestos a imaginar, pienso que puede ser una larga presentación cuya breve síntesis metafórica podría ser:

Si quieres que te la meta – a estilo de Cataluña – abre la boca sin dientes

– que ahí te va el dedo sin uña.

La respuesta no la puedo ni imaginar a pesar de haber vivido cuatro años en Galicia.

Resistencia al cambio

resistencia al cambioLa resistencia al cambio es en España habitual y es raro que dimita de su cargo un político por muy insostenible que sea su situación y por muy evidente que sea la voluntad popular de que lo haga. Son gente que disfruta de puestos de trabajo a salvo de despidos, restructuraciones o expedientes de regulación.

La resistencia al cambio está presente en los relevos después de los procesos electorales. Los cargos del Gobierno, de las Comunidades Autónomas, Ayuntamientos, Diputaciones,….etc., siguen en sus puestos por largos periodos antes de ser sustituidos por los nuevos equipos, lo que se ha convertido en un hecho cultural de resistencia al cambio que nadie discute.

Unas veces la resistencia al cambio se justifica por posibles pactos poselectorales, pero en muchas otras no hay nada que discutir sino resultados claros que acatar. No entiendo porque los relevos que no dependen de pactos no son inmediatos, ni porque cuando no hay mayoría absoluta no asume directamente el poder la lista más votada sin pactos a espaldas de los electores. La segunda vuelta podría resolver esta situación, aunque la verdadera solución es la circunscripción unipersonal.

Los periodos prolongados de resistencia al cambio tienen dos consecuencias nefastas. La primera es que no hay gobierno, porque el que está “en funciones” está de retirada y no tiene interés en solucionar problemas sino más bien todo lo contrario. La segunda es el margen que deja para manipular la información y destruir documentos.

Que le pide el ciudadano al Gobierno

que le pide el ciudadano al gobiernoQue le pide el ciudadano al Gobierno es una pregunta fundamental que todo político debe hacerse, porque la política debe de servir al ciudadano. En política, es habitual que quien tiene algún poder haga uso de él a su conveniencia. El poder suele anteponer los intereses del partido y los de los que lo sustentan, sobre todo en un sistema que tiene mucho de autocracia.

No es complicado meditar sobre que le pide el ciudadano al Gobierno, si la voluntad es la adecuada y seguro que una amplia mayoría de ciudadanos suscribiría las siguientes orientaciones:

Administrar prudentemente los bienes comunes, no malgastar el dinero del contribuyente y no incurrir en altos endeudamientos.

Mantener al mínimo la estructura del Estado y los impuestos.

Impulsar la economía productiva y la justicia social, interviniendo lo menos posible en las actividades de la sociedad civil.

No imponer preceptos ideológicos que no cuenten con apoyo popular de muy amplia mayoría.

Ponerse  de acuerdo con la oposición mayoritaria para decidir las cuestiones más importantes.

Dar buen ejemplo a los ciudadanos y reprimir la corrupción, el nepotismo y la administración irresponsable.

Dar prioridad a la educación y no contaminarla con doctrina ideológica.

Respetar las tradiciones, la historia y la cultura y mantener buena relación con otros estados.

Reprimir la delincuencia y proporcionar paz y seguridad a los ciudadanos.

No hacer demagogia, tener un perfil mediático limitado y no estar demasiado tiempo gobernando.

Grecia y su sistema electoral

grecia eleccionesGrecia tiene un sistema electoral en el que se eligen 238 escaños en 56 circunscripciones (48 de ellas plurinominales) con distribución proporcional, con distribución de restos también proporcional. Otros 12 escaños se distribuyen proporcionalmente a escala nacional y otros 50 escaños se otorgan al partido que obtenga mayor número de votos. El voto es obligatorio para los ciudadanos mayores de edad hasta los 70 años.

Grecia adoptó la proporcionalidad entre votos y escaños sabiendo que con ello habría un excesivo fraccionamiento de partidos y para evitar el vacío de poder legisló la concesión de 40 escaños adicionales al partido mas votado, cifra que posteriormente elevaron a 50. A pesar de estos 50 escaños adicionales «gratuitos» que desautorizan la pretendida proporcionalidad, el partido más votado (Nueva Democracia) no alcanzó en las últimas elecciones nada mas que 108 escaños. Incluso en coalición con el segundo partido más votado (Izquierda democrática), o con el tercero (Pasok), no ha podido alcanzar la mayoría para gobernar.

En Grecia, igual que en España, los políticos se han preocupado más de que la soberanía resida en los partidos políticos y se repartan entre ellos el poder, que en asegurar que haya gobiernos mayoritarios que administren el bien común con la permanente vigilancia ciudadana. En un país occidental la justicia social y la buena administración la quiere todo el mundo y el margen para las ideologías es muy reducido y en todo caso de segunda prioridad.

En los países de mayor progreso social y económico, cada ciudadano puede votar a la persona que desea que le represente y le sirva de enlace para participar si lo desea en las decisiones políticas. Es el principio que asegura que hay gobiernos fuertes, que hay un control efectivo, que los intereses minoritarios están debidamente representados y que hay cauces de comunicación entre los ciudadanos y los políticos sin que haga falta hacer el ridículo en la calle para nada.

 

Indignación y sistema electoral

IndignacionIndignación es lo que lleva a la calle a los ciudadanos como única forma de protesta que prevé nuestro sistema político. La participación política del ciudadano se reduce a delegar en un partido político votando cada cuatro años y a manifestarse de cuando en cuando para desahogarse. No existe forma de canalizar sistemáticamente ideas y propuestas para su debida consideración porque los ciudadanos no tienen representante a quien dirigirse.

La partitocracia suplanta la soberanía popular y facilita que el partido o la coalición en el poder gobierne a su criterio sin censura. Lo que no entiendo de los protagonistas de la indignación es que quieran influir en las decisiones políticas y sin embargo propongan un sistema electoral proporcional que refuerza todavía más la partitocracia. Véase lo que sucede en Grecia donde la proporcionalidad ha conducido a la fragmentación de partidos, a la potenciación de partidos extremistas y a serias dificultades para formar gobierno, sin que los ciudadanos puedan hacer otra cosa que manifestarse.

La forma de canalizar positivamente la indignación es con un sistema electoral en el que los ciudadanos tengan su representante y puedan a través de él participar en las decisiones políticas, que es el de circunscripciones uninominales en las que se elige a un solo diputado. El diputado electo representa a todos los electores le hayan o no le hayan votado, lo que no conoce. A través de él se pueden canalizar críticas y propuestas día a día y el diputado  vota en el Congreso según el sentimiento mayoritario en su circunscripción y si no lo hace así pone en peligro su reelección. Es el sistema que rige en Alemania, Francia, Reino Unido, EEUU y otras democracias de éxito.

Este sistema tiene además la ventaja de que permite gobiernos fuertes que no tienen que comparar votos de partidos minoritarios, sin que por ello las minorías dejen de estar representadas. Los intereses minoritarios están mejor defendidos día a día a través de los auténticos representantes que por votar a un partido minoritario cada cuatro años.  Es también preferible un gobierno fuerte día a día criticado que un gobierno precario con patente de corso por cuatro años.

Lo peor fue el largo periodo electoral

largo periodoEl año pasado, cuando el anterior gobierno ya sabía que no podía gobernar en la siguiente legislatura, convocó elecciones el mes de junio para el 20 de noviembre con 5 meses de antelación. De esta forma, con 5 meses de interinidad y de derroche, la situación económica se deterioraría hasta límites insostenibles con el agravante de comenzar el ejercicio económico sin presupuestos. A esto hay que añadir  el mes largo que se demora la formación del nuevo gobierno, que nadie entiende que sea tan lento.

Es lamentable que el sistema electoral vigente permita estos largos periodos de inactividad. En el Reino Unido, por ejemplo, el primer ministro suele disolver el Parlamento con poco más de una semana de antelación a la convocatoria electoral, y después de realizada ésta, el nuevo gobierno se forma en menos de diez días. Claro que en dicho país la soberanía reside en los ciudadanos mientras que en España los ciudadanos solo pueden echar una papeleta en la urna cuando se lo dicen. En España, la soberanía no reside en los ciudadanos sino en los partidos políticos.

Con el sistema electoral actual, en el que los diputados solo representan a sus partidos, en el que los ciudadanos no están representados ni pueden participar, difícilmente se podrán hacer reformas que siendo necesarias para el país disminuyan los privilegios y el creciente poder de la aristocracia política. Solo con un sistema electoral con circunscripciones uninominales puede garantizarse realmente la soberanía popular y la representación y participación ciudadana. Lo malo es que quienes organizaron el actual sistema tuvieron un buen maestro y dejaron todo atado y bien atado. Poco de separación de poderes y mucho de autocracia, aunque nos distraigan con que unas veces gobierna la derecha y otra la izquierda. Lo que no quieren es ponerse de acuerdo para reformar el sistema y dar el poder a los ciudadanos.

Pacto de los dos grandes partidos políticos

partidos politicosAunque parezca una ilusión las circunstancias actuales pueden conducir a un pacto de los dos grandes partidos políticos. No tiene sentido que los socialistas gobiernen en Andalucía con el ideario del partido comunista que solo obtuvo un 11% de los votos ni es lógico ni aceptable que en Asturias imponga condiciones un partido de un solo diputado.

Tampoco tiene sentido que las reformas necesarias para remontar la situación económica sean combatidas en la calle contra la mayoría absoluta que apoya al Gobierno. Ni tampoco es lógico que en estos momentos en los que hace falta mucha concordia las minorías nacionalistas se radicalicen en busca de la independencia.

Por otra parte no existen hoy en día grandes diferencias ideológicas entre los dos partidos mayoritarios. Los socialistas entienden que hay restablecer la salud económica y de hecho ya el anterior gobierno adoptó medidas económicas impopulares, rebajando incluso las pensiones. Los populares por otra parte aceptan los programas de ayuda social y de bienestar que puedan financiarse, La justicia social ya no es bandera de nadie porque la apoya toda la sociedad.

Solo queda que los políticos se despojen de toda soberbia y demagogia y hagan lo que todos los seres humanos de buena voluntad tratan de hacer cuando tienen problemas de entendimiento que es precisamente convivir, conocerse mejor y buscar lo que les une en vez de esgrimir lo que les separa. Es hora ya de que se pongan de acuerdo. Los socialistas tienen que aceptar que el Gobierno tiene un apoyo mayoritario y los populares tienen que entender que no deben abusar de su mayoría. Puede ayudar apoyarse en los profesionales que por encima de sus inclinaciones políticas tienen conocimiento y criterio sobre los planteamientos económicos. Los ciudadanos agradecerían un pacto nacional por el verdadero progreso.