Sindicatos decadentes

SINDICATOS decadentesLa pasada huelga general ha escenificado la realidad de unos sindicatos decadentes que pretenden retrotraernos al siglo XIX. Los sindicatos decadentes, llamados sindicatos de clase, tienen solamente una afiliación del 16% y por lo tanto escasa representatividad y las cuotas de sus afiliados no cubren ni el 10% de sus gastos, por lo que se financian con dinero público. Con tan escasa representatividad, los sindicatos decadentes convocaron la huelga con la absurda pretensión de que el Gobierno, que tiene mayoría absoluta, convocara un referendum sobre las reformas en curso.

El espectáculo de los piquetes intimidando a los trabajadores y al comercio para que se sumaran a la huelga y los discursos decimonónicos de los líderes, orgullosos de parecernos a Grecia, denotan que la preocupación de estos sindicatos decadentes es la propia supervivencia que ven amenazada por la inevitable reducción progresiva de las subvenciones públicas. A pesar del  descontento popular con la situación económica, los ciudadanos no han considerado que la huelga aporte soluciones sino más problemas.

A la gente no se le escapa que estos sindicatos decadentes sintonizaban con el anterior gobierno y tienen por tanto su parte de responsabilidad en el deterioro económico, ni tampoco se le escapa que participaban en la gestión de las Cajas, ni que están aplicando con rigor las normas laborales que cuestionan para reducir sus plantillas. Hay el sentimiento de que los sindicatos tienen que modernizarse y centrarse en la defensa de los trabajadores en lugar de dedicarse a la acción política. Para ello nada mejor que vivir de las cuotas de sus afiliados, como en muchos países europeos.

Ayudaría mucho que se desarrollara la ley de huelgas que se recoge en la Constitución y que está pendiente de desarrollar. Aclararía mucho en que condiciones puede convocarse una huelga general, si es que se estima conveniente que pueda convocarse en alguna. Aclararía también que los convocados a una huelga son libres de sumarse a ella o de ejercer su derecho al trabajo, y también podría resolver los problemas añadidos de grupos violentos oportunistas que «pescan en río revuelto». Y desde luego ayudaría a transformar los actuales sindicatos decadentes en sindicatos modernos orientados a defender realmente los intereses de los trabajadores de participar en el valor añadido con que contribuyen al desarrollo de la economía.

La madre de todas las reformas

la madre de todas las reformasTodos los que razonan un poco sobre la situación económica actual entienden que para que aumente el empleo tiene que haber crecimiento económico y que para que haya crecimiento económico tienen que aumentar las iniciativas empresariales y las inversiones. No hay que ser muy listo para entender que el crecimiento económico no es posible si no somos capaces de hacer reformas que generen credibilidad y confianza en el futuro económico.

Partiendo de un déficit que llegó a escalar al 11% y de una deuda total con el exterior en torno al 300% del PIB, empleando el 4% del PIB en aumentar año a año la plantilla del Estado y desplomándose la construcción que suponía el 12% del PIB, es evidente que hay que hacer reformas. Nadie en su sano juicio puede argumentar en contra y de hecho nadie lo hace.

Otra cuestión es qué reformas hay que hacer y quién las hace. Quién las hace está muy claro que tiene que ser el Gobierno que los ciudadanos han elegido por mayoría absoluta. Qué reformas deben hacerse tendrá que ser también el Gobierno y el Parlamento quien las decida, a ser posible con amplia mayoría, después de asesorarse y de escuchar las propuestas de los ciudadanos, aunque esto último no es posible debido a que la soberanía popular está intervenida por los partidos políticos.

Por desgracia los ciudadanos estamos al margen y no podemos opinar. No tenemos otra opción que dejar hacer las reformas al Gobierno que hemos elegido. Desde luego es mejor opción que hacer caso a todos los mequetrefes, chisgarabís, zascandiles y calandracos que se lanzan a la calle para tratar de imponer otra voluntad que la que dieron las urnas. Otra cosa sería si en la calle se pidiera hacer la madre de todas las reformas, base de todas las demás, un sistema electoral con circunscripciones uninominales para articular la representación y participación popular.

Diputados. Cuestan mucho para lo que representan.

Congreso de los DiputadosLos Diputados tienen un sueldo medio bruto anual, incluyendo ayudas de alojamiento, manutención, desplazamientos, pertenencia a comisiones, ejercicio de cargos,…etc., que está en torno a 90.000 €, pero su sueldo neto anual está por los 75.000 €, ya que solo tributan por el sueldo base. El sueldo medio bruto efectivo es en realidad de unos 130.000 €, que es lo que cualquier ciudadano tiene que percibir para conseguir el mismo sueldo neto, y que es lo que cuesta en realidad al Estado. Los Diputados generan además costes importantes derivados de despachos, asistentes, medios informáticos en el despacho y en casa, jubilaciones privilegiadas, indemnizaciones…etc.

Todos estos costes estarían más que justificados si los Diputados representaran a los ciudadanos, es decir si cada uno de los Diputados tuviera que atender y representar a los ciudadanos de su circunscripción. Pero en España los Diputados solo representan al partido político que les puso en la lista y su misión principal es tan solo la de votar lo que les indique el «jefe de fila» de su partido. Es un sistema político demasiado caro que no se justifica mientras que el mapa político español no se organice con circunscripciones en las que se elija a un solo diputado.

Protestas callejeras

protestas callejerasProtestas callejeras inútiles tienen lugar después de que hace unos meses elegimos en España un gobierno que tiene el respaldo ciudadano de una mayoría absoluta. Esta por ver si fue una buena elección o si esa mayoría se equivocó, pero entretanto es el gobierno que tiene que dirigir el país y administrar el bien común. El sistema electoral da un margen de cuatro años para que los ciudadanos voten otra vez y decidan mantener el gobierno o cambiarlo.

Ejerciendo la tarea de administrar el bien común, el gobierno está tomando medidas restrictivas para taponar la hemorragia de una deuda creciente generada por gastar bastante más de lo que se recauda. No se cuan buenas son las medidas, pero es evidente que hay que cerrar la herida porque las «transfusiones» son cada vez más caras y existe la amenaza de que se acaben. No es agradable para nadie que haya recortes pero si alguien tiene que decidir evidentemente es el gobierno y en él habrá que confiar. Entretanto, es lamentable que haya tanto «cabecilla» incitando a la gente en los medios de comunicación para que salga a la calle a manifestarse protestando por todo sin tener ni suficiente información ni criterio contrastado de como administrar las cuentas del país. Predican contra las reformas y a favor de seguir gastando más de lo que se tiene, como si el dinero lloviera del cielo.

Pero no solo hay mucho indocumentado opinando de economía sino también gente mal intencionada que vive de subvenciones del Estado y pretende que quien administra el bien común haga lo que a ellos les interesa. Es evidente que no pueden gobernar desde la calle y que lo que están defendiendo son sus privilegios. Van además mucho más allá de protestar las medidas del gobierno pues no puede interpretarse de otra forma la proliferación de banderas nostálgicas de la segunda república que parecen pedir volver a la España de la alpargata.

Sea Monarquía o sea República, el ordenamiento del Estado hay que hacerlo en el Parlamento con amplia mayoría y no en la calle con algaradas populistas ni plebiscitos callejeros. No obstante, hay un fondo de razón en hacer protestas callejeras porque los ciudadanos carecemos de representante político y no podemos protestar ni proponer nada a través de él. Si quienes protestan en la calle se centraran en proponer un sistema electoral que garantizara que cada ciudadano tiene su representante y puede a través de él participar (sistema con circunscripciones uninominales), entonces la presión callejera podría entenderse como un clamor popular que hay que someter a análisis. El simple pataleo por medidas de administración económica es un espectáculo inútil que solo consigue hacer mucho daño al país.

Espirituales

espiritualesLos espirituales están en la etapa más avanzada del progreso. Cultivan y desarrollan su sensibilidad humana porque consideran que es lo más valioso que tienen para asumir la complejidad creciente de la sociedad y resolver los problemas que les angustian. Esta alta valoración de la sensibilidad humana les sitúa en la estación espiritual que es la posición más avanzada de progreso.

Los espirituales son plenamente conscientes de su situación en el entorno que les rodea y de los riesgos y oportunidades. Enfocan sus actuaciones con instinto de progreso porque la sensibilidad para intuir lo que puede ocurrir a largo plazo les da seguridad. Se guían por sus valores y principios, tienen un alto nivel de compromiso social, y asumen sus responsabilidades. Son innovadores y aceptan las nuevas ideas que provienen de la investigación.

Tienen vocación de que sus obras superen el paso del tiempo. Encuadran sus planes en amplios contextos, analizando las consecuencias y la estabilidad a largo plazo. No aceptan que la eficacia o la eficiencia sean fines en sí mismos sino medios para servir a los individuos y a la sociedad para que prosperen de forma sostenible.

Las organizaciones espirituales tienen una estructura ligera pero eficiente, con capacidad de reacción para anticiparse a los hechos. Consiguen su estabilidad a través del perfeccionamiento continuo de sus miembros y del desarrollo de la conciencia colectiva. Sobre esta base sustentan la identidad, la credibilidad y la fama, que son valores que estos colectivos procuran reforzar porque tienen un alto concepto de su propia estima y porque buscan la autorrealización, la trascendencia, y la independencia.

Cerebrales

cerebralesCerebrales son quienes se guían por la razón y el sentido común más que por las emociones. Interpretan la realidad con más independencia que los “animales” porque aceptan que las cosas cambian y utilizan más información para analizar lo que sucede y tener capacidad de reacción y adaptación.

Son críticos incluso consigo mismos y están revisando siempre las situaciones valorando su desarrollo y destapando manipulaciones e intereses ocultos. Son ambiciosos y cuidan su formación. Necesitan tener desafíos para estar motivados y encontrar que sus actuaciones tienen sentido.

Consideran que las instituciones y la acción colectiva son fundamentales para el desarrollo de la sociedad, pero también que hay que regenerarlas continuamente para aligerarlas y para que estén al servicio de los individuos y no estén contaminadas de ideas o intereses de los que las dirigen.

No obstante, la estación cerebral no deja de ser una etapa de la evolución que hay que superar. Quienes quedan atrapados en esta estación valoran en exceso la fuerza de la razón y la cultura de la eficiencia y se hacen demasiado radicales. Deshumanizan el progreso con un materialismo que aliena a las personas y degrada su identidad. No son sensibles a que los seres humanos buscan un sentido más profundo a todo lo que hacen en la vida.

Animales

animalesLos «animales» tienen tendencia a integrarse en grupos sociales y a asumir las ideas de sus líderes. Están seducidos por el impacto emocional que tienen los ideales de colectivización e igualdad de los individuos. Aceptan sin controversia la cultura del grupo y no tienen demasiadas oportunidades de expresar libremente sus ideas. Son partidarios de neutralizar el dominio excesivo de las personas y de eliminar los abusos y privilegios. Creen en el esfuerzo colectivo para resolver los problemas de la sociedad y consideran que la iniciativa individual tiene supeditarse a los intereses del grupo.

En un ambiente dominado por animales los individuos tienen poca influencia, salvo los que pertenecen a las minorías de control. Los que tienen poder cuidan de los valores e intereses colectivos según ellos los interpretan y no aceptan que otras personas puedan discrepar, sobre todo si se trata de independientes. Los líderes deciden sobre los intereses colectivos, para lo que son autoritarios, incluso tanto como los vegetales.

En una sociedad “animal” las instituciones se desarrollan de abajo hacia arriba con lo que tienden a crecer más de lo necesario y a ser burocráticas. Derivan en organizaciones pesadas, en las que las decisiones pasan por largos procesos que condicionan las soluciones. No hay en ellas cultura de razonar y debatir las situaciones y se apoyan mucho en la programación y en la inercia de los sistemas y procedimientos de producción.

Muchas personas se quedan estancadas en el ideal de que todos seamos iguales y estemos supeditados al interés común. Otras van balanceando más la razón sobre las emociones y advirtiendo que conviene que haya un cierto equilibrio entre los intereses de los grupos y los de los individuos, con lo que van acercándose a la estación cerebral.

Vegetales

vegetalesLos vegetales viven muy presionados por el ambiente que les rodea y tienen que dedicar gran parte de su energía a sortear los problemas que les amenazan. Luchan por la supervivencia y están más preocupados por lo que pueda ocurrirles en cada momento que por lo que pueda depararles el futuro.

Necesitan sentirse seguros en su ambiente y tener cada vez más poder. En los ambientes dominados por vegetales, los que mandan hacen uso de su fuerza e imponen siempre que pueden su voluntad sin importarles que esta situación haga difícil que prosperen ideas nuevas. La sociedad que está bajo la influencia de los vegetales se desarrolla lentamente.

La preocupación por lo cercano e inmediato les hace depender demasiado de sus percepciones. Se dejan llevar por las apariencias más que por la realidad y su juicio sobre las cosas que suceden está influido por la presión del ambiente. Reaccionan con precipitación dando importancia a cuestiones accesorias, pero son lentos en decidir sobre las cuestiones de largo alcance porque no tienen perspectiva de futuro.

Tienden a ser autoritarios y buscan el poder y la riqueza para defender su posición y para premiar a sus colaboradores a cambio de apoyo y entrega incondicional. Son hábiles en movilizar a las personas y aprovechar su capacidad pero no les dejan suficiente margen para que progresen y dejen escuela. Consiguen su mejor rendimiento cuando comienzan nuevas aventuras porque es cuando hace más falta luchar por subsistir y más necesario es el empuje individual.

El sindicato de los parados

sindicato de paradosUno de los ejes de las medidas para activar la economía y generar puestos de trabajo es la reforma laboral, reforma de la que se lleva dos hablando y negociando sin que lo decretado hasta ahora dé satisfacción.

Siendo una pieza clave para la economía y la competitividad del país, y tratándose de una materia controvertida que afecta a numerosos intereses, tendría que ser objeto de pacto entre los dos partidos mayoritarios, que se supone conocen los intereses generales de la ciudadanía y los de los diferentes sectores y grupos afectados.

Los sindicatos y las organizaciones empresariales tendrán que ser consultadas porque es un rito cultural, pero no cabe esperar nada de ello porque ante todo defienden sus subvenciones. De éstos no está claro si defienden realmente a los pequeños empresarios. Aquellos, subvencionados al 90%, a quien desde luego no representan es a los parados. Es una situación residual de tiempos pasados que todavía sobrevive y que contrasta con la de países altamente competitivos, como por ejemplo Alemania, donde los sindicatos están financiados en su totalidad por los afiliados.

Si alguien tiene que estar representado en las decisiones de la reforma laboral son los parados, que es un colectivo próximo a los cinco millones. Habría que constituir el sindicato de los parados, único que merecería algún tipo de subvención.