Soñar es progresar

soñarSoñar es progresar. Los sueños parecen fantasías lúdicas destinadas a entretener el espíritu en la pausa nocturna, algo así como un calidoscopio con el que se pueden generar infinitas vivencias imaginarias.

Pero sobre todo es un proceso de fermentación de las experiencias vividas en el que se destilan las esencias del conocimiento. Las vivencias reales son enlazadas de todas las maneras posibles y son ensayadas en todas las situaciones. El espíritu reedita todas las posibles hipótesis vivenciales, en una actividad simulada, en la que los propios órganos de percepción suministran imágenes a la conciencia como si de la realidad se tratase.

En el sueño la mente va “exprimiendo” la experiencia, que se enriquece y amplifica con el efecto multiplicador de esa mágica combinatoria mezcladora de vivencias, liberada en la noche del consumo energético de lo somático.

Una vida sin contrastes tiene escaso potencial para la fantasía de los sueños y el espíritu se debilita y no evoluciona perdiendo capacidad para imponer una identidad. Como el velero que en la calma pierde velocidad y no puede mantener un rumbo.

Las experiencias de vida que desafían a nuestros esquemas mentales, son como líderes del movimiento de reforma de la conciencia, con un amplio protagonismo en el debate misterioso de la ensoñación. Modelan e impulsan la evolución del espíritu.

Las vivencias traumáticas tardan en ser asimiladas y a veces se enquistan como fallas de la conciencia y pueden generar ajustes somáticos que conducen a lo patológico. Es como traspasar la barrera de la evolución y situarse en la frontera de ruptura de la identidad. Es el “bang” de los conceptos, que sólo pueden superar los espíritus esforzados que tienen el reto de caminar hacia lo imposible.

El momento presente

Solo vivimos el momento presente. El pasado solo está en los recuerdos y poco a poco se va desvaneciendo hacia el olvido. Yace en la memoria a merced del subconsciente para aportar enseñanzas, pero ya solo son datos que no tienen vida. Agua pasada que no mueve el molino.

Los sentimientos que evocan experiencias vividas en el pasado son en realidad sentimientos del momento presente sobre residuos de información rescatados de la memoria y revividos con el pensamiento. Son escenas que ya no existen y lo que fueron ya no puede cambiarse.

El futuro tampoco se vive. Es una entelequia que todavía no existe y que nunca podemos estar seguros de lo que nos deparará, aunque la experiencia de vivir va trazando esbozos de lo que es probable que nos suceda.

Solo se vive en realidad cada momento presente antes de que pase a la historia. Es en el momento presente cuando nuestro aparato emocional está reaccionando y tomando las decisiones que van construyendo nuestro destino. Las personas responsables no pueden vivir sin preocupaciones, pero está en su mano enfocarlas como problemas de una realidad virtual sin involucrar los sentimientos más allá del momento presente.

Los líderes y el clima social

El clima social es una especie de mar de fondo que afecta a todas nuestras actividades. Tiene sus corrientes y sus ritmos y es difícil zafarse de ellos. Si nadas contra corriente gastas demasiadas fuerzas mientras que si te dejas llevar puedes avanzar con rapidez, pero sólo en la dirección que te lleva la marea.

Los líderes orquestan el clima social para que presione a las personas y les haga estar bajo su influencia. Agitan el mar de fondo para mover a las personas a su antojo. Manipulan los ambientes, calentándolos o enfriándolos, utilizando todas sus armas para producir la tensión que más les conviene.

La tensión es una especie de carga eléctrica que ioniza los ambientes irritando a las personas. Las provocaciones, injusticias, urgencias, o cualquier acto que produzca estrés, atizan el ambiente, aumentan la tensión y calientan el clima social. Los individuos se vuelven más susceptibles y simplemente por ello tienen muchas más reacciones. Cuando disminuye la tensión, el clima social se enfría y los individuos se relajan y reaccionan menos y con más lentitud.

La tensión del ambiente calienta el clima social y moviliza a las personas, igual que la presión del gas en un recipiente cerrado agita las moléculas y las hace tener mayor actividad. El líder, si puede, impone a los demás el ritmo de fondo. Es como un director de orquesta que marca los tiempos de interpretación. Con el clima social a su gusto, trata de manipular la realidad y utiliza a las personas para alcanzar los objetivos concretos que mayor beneficio le reporten.

Todos tenemos a lo largo de cada día momentos de mucha tensión y momentos de mucha calma. Es una oscilación que depende bastante de las actividades que tenemos que desarrollar pero sobre todo del mar de fondo de la presión del ambiente. También tenemos todos una tendencia natural a estar más o menos estresados o a reaccionar en mayor o menor medida a las cosas que nos pueden afectar, lo que depende de nuestra forma de ser, de nuestro trabajo, de los problemas que tengamos en la cabeza y de la influencia que sobre nosotros ejercen las personas que nos rodean.

Aunque cambie nuestra carga de tensión de acuerdo con las necesidades del momento, todos tendemos a regresar a nuestro propio clima de tensión estacionario. La persona que es tranquila y despreocupada por naturaleza, tiende a comportarse así de forma natural aunque pase ocasionalmente por momentos críticos.

Nuestro nivel de tensión o relajación más natural viene a ser el que tiene como ritmo de fondo el clima social con el que nos sentimos más identificados. Es el ambiente que nos resulta más conveniente y del que de forma instintiva procuramos contagiar a las personas con las que nos relacionamos. Si conseguimos que los que nos rodean se posicionen en el mismo clima social que nosotros, estaremos en mejores condiciones de seguir con nuestra forma de actuar. Nos sentiremos como los peces que navegan siguiendo la marea todos juntos en armonía.

Neutralizar la tensión emocional

tension emocionalConviene neutralizar la tensión emocional antes de que somatize  en el cuerpo físico y produzca daños irreparables. La tensión física y la tensión mental deterioran el organismo y queman energía, pero son inevitables e incluso necesarias en muchas situaciones.

La tensión física es relativamente fácil de neutralizar porque el cansancio obliga a descansar y relajar los músculos. Algunos ejercicios físicos pueden ser peligrosos, como jugar tenis o fútbol a partir de cierta edad, sobre todo si no se tiene el hábito de hacerlo, pero hay alarmas que avisan de los excesos. El problema suele ser más bien no hacer ejercicio físico suficiente, porque es relativamente fácil caer en la rutina del sedentarismo, la relajación y el abandono. El organismo es una “máquina” que tiene que estar siempre lista para funcionar a plena capacidad, para lo hay que hacer ejercicio físico de mantenimiento.

También se ejercita la capacidad mental para tenerla siempre a punto y tener pleno entendimiento de las situaciones y los actos. Sin embargo, la tensión mental excesiva es más difícil de neutralizar que la tensión física porque no avisa. Tiene además peores consecuencias, porque hace daño poco a poco, produciendo deterioros orgánicos y enfermedades de las que no se advierte que la causa principal es el estrés.

Los problemas mentales somatizan además en problemas orgánicos, como si el cuerpo fuera un pararrayos en el que descarga la tensión emocional. Al contrario que el ejercicio físico, que tendemos a no hacerlo en la medida necesaria, la tendencia del ejercicio mental es de acumular tensión en la conciencia y vivir con estrés. El agobio de las cosas de las que hay que ocuparse y las relaciones sociales y sentimentales cargan la tensión emocional.

La tensión emocional es como un residuo corporal que hay que ir eliminando a diario para que no se acumule. La mejor forma de hacerlo es tener el hábito diario de la relajación mental, algo que cada uno puede descubrir por su cuenta, aunque también hay técnicas especificas que enseñan a hacerlo. De una u otra forma, lo importante es descargar la tensión emocional al ambiente antes de que la absorba el cuerpo y produzca daños irreparables.

Futuro de la vida humana

La ciencia no ayuda demasiado en aclarar si la vida inteligente surge por casualidad o si es un eslabón necesario en la evolución del Universo. Es difícil de imaginar que el desarrollo de la inteligencia humana en la Tierra solo sea un hecho accidental fruto de caprichosas mutaciones y que un buen día comience a desaparecer sin dejar rastro ante la indiferencia del resto del Universo. No sabemos si nuestra misión, si es que existe, es relevante para el Universo. Llevamos poco tiempo sobre la Tierra y apenas hemos progresado hasta que empezó la revolución tecnológica hace cuatro o cinco generaciones. La electricidad, la energía atómica, el teléfono, la televisión, los computadores, internet, los nano robots,….etc., suponen grandes avances pero no cambian nuestra débil y vulnerable estructura biológica.

El simple choque de un asteroide con la Tierra sería el fin de nuestra existencia. Hace poco se detectó el choque entre dos asteroides equivalente a la explosión de una bomba atómica y ya hay quien calcula que en el año 2034 puede chocar uno de ellos con la Tierra. Pero aun suponiendo que una catástrofe como ésta nunca suceda, la simple evolución del Sistema Solar hará nuestro planeta inhabitable para el género humano. Poco importa que sea dentro de cientos, de miles, o de millones de años.

Para entonces, ¿cual habrá sido nuestra aportación al Universo? Para el planeta Tierra, lo único previsible es que lo estropeemos cada vez más y contribuyamos a hacerlo inhabitable. En la Vía Láctea, nuestra galaxia, parece que no llegaremos a acercarnos a ningún sitio habitable. Viajar a esas distancias lleva mucho tiempo y no se vislumbra para que serviría. El género humano también podría surgir en otros confines del Universo sin necesidad de viajes que parecen imposibles. Tampoco parece que viajar por el Universo sea una forma de supervivencia.

En unas décadas, los computadores o lo que de ellos crezca serán suficientemente inteligentes para tomar el relevo y la raza humana comenzará a transformarse o a desaparecer. El silicio, que es el elemento más abundante en la Tierra después del oxígeno, en torno al 28% de la corteza terrestre, es un elemento base de los microchips sobre el que se desarrollan los computadores. Ya se han reportado experimentos de inserción de microchips en células vivas que actúan de sensores, como si estuviera surgiendo una nueva biología del silicio. Otro material recientemente descubierto, el grafeno, superdenso, del grosor de un átomo, de alta resistencia, buen conductor de la electricidad y el calor, ya ha sido utilizado para construir microchips diez veces más rápidos.

Quien sabe cual será el final. Es todavía más interesante la evolución del espíritu y la conciencia colectiva, que es una dimensión humana muy poco explorada, todavía embrionaria, que por el momento es terreno de las creencias.