Las ideas, materia prima del conocimiento

materia primaLas ideas son la materia prima con la que construimos el conocimiento. Las extraemos de nuestra mente igual que se extraen las piedras de una cantera, y las pulimos y modelamos hasta que encontramos la relación que tienen con todo lo que conocemos y somos capaces de situarlas en el modelo.

Unas veces las ideas van creciendo poco a poco hasta que adquieren consistencia, como si fueran sedimentos que deposita la corriente del pensamiento. Otras veces son elaboraciones rudimentarias que llegan de aluvión a la conciencia y tenemos que contrastarlas y refinarlas hasta que sean como cantos rodados que puedan acompañar a nuestro pensamiento.

Muchas de las ideas las compartimos con la mayoría de la gente, como si en vez de crearlas las fuéramos descubriendo. Son ideas que permanecen intactas con el paso del tiempo y sirven de referencia a las corrientes colectivas de pensamiento. Son como rocas sólidas que dan base y fundamento. Otras ideas con las que nos comprometemos son las originales de nuestro propio diseño que vamos dejando en la vida como rastros de nuestra personalidad.

Hay algunas ideas que encierran peligro porque son como grietas en las que podemos quedar atrapados o como trampas de las que nos puede ser difícil salir. Igual que también hay ideas que hieren porque tienen bordes cortantes que desgarran el sentimiento. Hay ideas que aparentan tener solidez pero sin embargo están vacías y producen vértigo. Y hay una gran cantidad de pequeñas ideas que son como granos de arena que pueden bloquear el ánimo y dejar nuestro espíritu desierto.

A veces encontramos ideas valiosas que brillan como piedras preciosas, e ideas nobles ricas en conceptos. Son las más puras para enriquecer el conocimiento. Pero todas las ideas, incluidas las propias, tienen autonomía y pueden desafiar nuestros criterios. Si nos obligamos a defenderlas acabaremos siendo esclavos de ellas y nos convertimos en personas de ideas fijas.

En cambio, si dejamos que nuestras ideas se defiendan con su propia fuerza, podremos manifestarnos con libertad e independencia. Comprenderemos la importancia de que haya contraste y competencia entre las ideas y estaremos mejor preparados para valorar las que tienen más aceptación en la sociedad. Si las ideas más personales son respetadas y la gente las hace suyas, estamos contribuyendo a enriquecer la sociedad y damos más contenido a nuestra existencia.

Líderes pragmáticos

liderLos líderes pragmáticos procuran ver las situaciones y enfocar sus actuaciones con realismo y objetividad, sin contaminarlas con ideas preconcebidas más allá de lo inevitable. Están siempre dispuestos a discutir sus apreciaciones y valoraciones sin perder de vista el contexto.

Los líderes pragmáticos tienen una actitud mental reflexiva en la que predomina la razón sobre los argumentos emocionales y sus iniciativas tienen vocación constructiva. Generan sensibilidad hacia los problemas y una predisposición para examinarlos y afrontarlos que es idónea para aprender de la experiencia y para mejorar el rendimiento.

En una sociedad regida por líderes pragmáticos, en la que domina un clima de reflexión, se dan las condiciones ideales para que haya orden y respeto y los individuos puedan contribuir con sus ideas y sus actos a los propósitos colectivos. Hay estímulo para que las personas intercambien ideas y completen sus conocimientos y para que los grupos sociales desarrollen su cultura y refuercen su identidad. Aunque no siempre es posible conciliar las ideas de diferentes personas, sobre todo cuando hay que decidir sobre cuestiones muy concretas, el clima de reflexión facilita que haya un uso equilibrado del poder.

Los líderes pragmáticos son positivistas y actúan con serenidad, meditando sus decisiones siempre que se lo permitan los acontecimientos. Procuran rechazar la controversia y las situaciones de tensión y sólo intervienen cuando creen que es necesario, pero siempre están abiertos al diálogo y la negociación y preparados para hacer transacciones. Procuran también que las actuaciones estén organizadas con método, y a ello dedican el esfuerzo necesario porque consideran que es la forma de conseguir hacer las cosas con eficacia.

Líderes utópicos

lideres utopicosLos líderes utópicos interpretan la realidad social como una ficción que pueden manipular a conveniencia “vendiendo” a la gente percepciones prefabricadas y visiones de futuro que serían atractivas si no fueran imposibles.

Se expresan en frecuencia de especulación, llegando al subconsciente emocional, manipulando el pensamiento de las personas e influyendo en sus ideas, para lo que también se apoyan en los factores circunstanciales de la vida que merecen ser criticados y combatidos que atribulan a las masas y despiertan instintos extremistas.

En realidad, cualquier buen líder comunica ocasionalmente sus mensajes en frecuencia de ficción o especulación, porque proporciona una sintonía que es favorable para la sugestión y para la exportación de ideas sin crítica ni censura. Es una “frecuencia” de pensamiento que abre las compuertas de la imaginación y alimenta el genio de las ideas. Las ráfagas de ficción contribuyen a dar altura a las visiones de futuro y a revestirlas de un contenido estético que ayuda a reforzarlas.

Pero los líderes utópicos manejan la ficción de forma permanente y ponen por delante doctrinas totalitarias que están llenas de conjeturas y contienen ideales teóricos irrealizables. Generan una espiral de extremismo radical que conduce al fanatismo y a la intervención en la vida y la conducta de los ciudadanos. Cuando las utopías se instalan de forma permanente en las conciencias, la sociedad vive una fábula imposible cargada de tensión y de intereses, que bloquea el desarrollo social y empobrece a los ciudadanos sin que tengan conciencia de ello.

Líderes idealistas

idealistasLos líderes idealistas tienen una actitud relajada predominante con la que recrean el pensamiento atendiendo más a las ideas que a los hechos. Se distancian de los problemas del momento, desconectando de las cuestiones más inmediatas e interesándose menos por la rutina de cada día. Reaccionan ante los hechos con pasividad porque su mente está más ocupada en sus intereses de futuro.

La actitud idealista responde al ánimo de ver con anticipación las situaciones para tomar una posición ante ellas, aunque la visión suele estar coloreada por deseos y esperanzas. Los líderes idealistas ven un futuro cargado de ideas con las que sintonizan y las comunican con un efecto seductor que llega al interior de las conciencias como publicidad subliminal que bordea la censura. Quieren que el futuro se desarrolle de acuerdo a su modelo idealista, y utópico en relación con lo que la realidad da de sí, y hacen lo posible por conseguirlo más que incorporar los cambios que se producen y adaptar su pensamiento a la realidad.

Los líderes idealistas tienen una alta valoración de sí mismos y aceptan el diálogo y el debate, pero lo utilizan para impartir doctrina atendiendo a las ideas más que a los hechos. Cuando están en el poder refuerzan sus ideas, que son las que se lo han dado, y entonces se sienten en posesión de la verdad y no reciben bien la crítica. Pretenden imponer sus ideas no solo con la lealtad incondicional de sus colaboradores sino también con el beneplácito de sus opositores a los que descalifican por no sumarse a sus planes.

Entregarse al mundo de las ideas es de utilidad cuando se hace en periodos de tiempo no demasiado prolongados, siempre evitando que se convierta en un clima mental dominante, porque entonces conduce a la relajación y a eludir responsabilidades porque es un estado de ánimo que crea adicción.

Líderes autoritarios

AUTORITARIOLos líderes autoritarios no son los que imponen su autoridad ni los que más autoridad tienen, sino los que abusan de ella y tienden por sistema a cargar de tensión el ambiente social y a generar en las personas un exceso de susceptibilidad.

En realidad todos pasamos a diario por momentos de tensión y por periodos de tranquilidad, unas veces controlando la actitud, otras condicionados por el ambiente. En un clima de tensión se transmiten mejor las instrucciones que han de cumplirse de inmediato y sin discusión, y por esto hay una tendencia a añadir tensión al ambiente cuando se trata de imponer orden y disciplina. Por el contrario, un clima social relajado es más adecuado cuando se trata de debatir y de comunicar ideas e ilusiones.

El líder autoritario no distingue entre estos ritmos diferentes para las diversas circunstancias. Se inclina por aumentar la tensión social y rechaza por sistema buscar puntos de encuentro y de concordia con quienes tienen opiniones diferentes a las suyas. Calienta los ambientes añadiendo tensión y produciendo reacciones emocionales que agrandan las diferencias y las hacen irreconciliables.

El autoritario no reconoce sus errores ni su responsabilidad y tiende a culpabilizar a sus detractores. Adapta la visión de futuro a su conveniencia e ignora las previsiones de futuro que puedan ser desfavorables a su ambición de poder, con lo que no dedica su atención ni pone en marcha las medidas adecuadas para corregirlas.

La tensión y el drama son necesarios para conseguir el máximo esfuerzo en la realización de una tarea o para imponer orden y autoridad. De hecho hay actividades que tienen que realizarse con tensión y sin ella no pueden llevarse a cabo, pero la tensión máxima de determinados momentos ha de alternarse con periodos de relajación y no tiene porque generar tensión de forma continuada.

El líder autoritario impulsa también un síndrome de urgencia permanente en el que se valoran precipitadamente las situaciones y se prejuzga sin tener información. En estos ambientes, la eficacia se mide más por la puesta en escena de las actuaciones que por los resultados reales, que no se llegan a valorar de forma objetiva. El problema principal del clima de tensión continuada que genera el líder autoritario es que desgasta a las personas, deteriora la confianza y conduce a la decadencia, y a veces incluso a la violencia.

La memoria

La memoria es como un semillero en el que sembramos continuamente recuerdos para que germinen ideas en el pensamiento. En ella residen los datos e imágenes que percibimos coloreados por nuestras emociones y sentimientos.

Es la siembra y recolección de las cosechas, influye el tipo de tierra y la meteorología, pero es la semilla la que determina la calidad. Igual en nuestra mente, es la calidad de la información que asimilamos la base determinante para desarrollar conocimiento.

Pero los recuerdos son piezas de información que con el tiempo se van desvaneciendo y pierden eficacia a medida que el significado que contienen se transforma en conocimiento. Olvidamos los recuerdos y liberamos zonas de memoria dejando sitio para registrar nuevas experiencias, un continuo reciclaje que añade nuevos eslabones a la cadena de producción de las ideas.

Si retenemos en exceso los recuerdos en la memoria, tenemos menos capacidad para alojar nuevas imágenes y se hace más lento el ritmo de maduración de las ideas. Estamos entonces llenos de recuerdos, muchos de ellos ya inútiles porque no aportan enseñanza, y se debilita la capacidad de razonar saturada por residuos de información que envuelven el pensamiento.

Pero si olvidamos demasiado pronto los recuerdos, desechamos información útil y no asimilamos todo lo que se deriva de la experiencia. El olvido prematuro deja lagunas en el modelo de conocimiento y empobrece la generación de ideas. Entonces aprendemos menos de lo que podríamos y tendremos conocimientos más elementales y sólo podremos resolver sobre las cosas más sencillas o sobre la superficie de los problemas.

No obstante, conviene olvidar rápidamente los recuerdos que son demasiado dramáticos para digerirlos, para que se enquisten y yazcan encapsulados en la memoria sin que desparramen su excesivo contenido emocional. Son venenos que corroen el modelo de conocimiento que hay que neutralizar con el olvido igual que enterramos los residuos radioactivos.

También hay experiencias que pueden hacer daño y sin embargo las memorizamos aunque generen preocupaciones que ponen a prueba nuestro equilibrio emocional. En la realidad de la vida tanto los recuerdos “buenos” como los “malos” proporcionan la información necesaria para contrastar las ideas.

Soñar es progresar

soñarSoñar es progresar. Los sueños parecen fantasías lúdicas destinadas a entretener el espíritu en la pausa nocturna, algo así como un calidoscopio con el que se pueden generar infinitas vivencias imaginarias.

Pero sobre todo es un proceso de fermentación de las experiencias vividas en el que se destilan las esencias del conocimiento. Las vivencias reales son enlazadas de todas las maneras posibles y son ensayadas en todas las situaciones. El espíritu reedita todas las posibles hipótesis vivenciales, en una actividad simulada, en la que los propios órganos de percepción suministran imágenes a la conciencia como si de la realidad se tratase.

En el sueño la mente va “exprimiendo” la experiencia, que se enriquece y amplifica con el efecto multiplicador de esa mágica combinatoria mezcladora de vivencias, liberada en la noche del consumo energético de lo somático.

Una vida sin contrastes tiene escaso potencial para la fantasía de los sueños y el espíritu se debilita y no evoluciona perdiendo capacidad para imponer una identidad. Como el velero que en la calma pierde velocidad y no puede mantener un rumbo.

Las experiencias de vida que desafían a nuestros esquemas mentales, son como líderes del movimiento de reforma de la conciencia, con un amplio protagonismo en el debate misterioso de la ensoñación. Modelan e impulsan la evolución del espíritu.

Las vivencias traumáticas tardan en ser asimiladas y a veces se enquistan como fallas de la conciencia y pueden generar ajustes somáticos que conducen a lo patológico. Es como traspasar la barrera de la evolución y situarse en la frontera de ruptura de la identidad. Es el “bang” de los conceptos, que sólo pueden superar los espíritus esforzados que tienen el reto de caminar hacia lo imposible.

El momento presente

Solo vivimos el momento presente. El pasado solo está en los recuerdos y poco a poco se va desvaneciendo hacia el olvido. Yace en la memoria a merced del subconsciente para aportar enseñanzas, pero ya solo son datos que no tienen vida. Agua pasada que no mueve el molino.

Los sentimientos que evocan experiencias vividas en el pasado son en realidad sentimientos del momento presente sobre residuos de información rescatados de la memoria y revividos con el pensamiento. Son escenas que ya no existen y lo que fueron ya no puede cambiarse.

El futuro tampoco se vive. Es una entelequia que todavía no existe y que nunca podemos estar seguros de lo que nos deparará, aunque la experiencia de vivir va trazando esbozos de lo que es probable que nos suceda.

Solo se vive en realidad cada momento presente antes de que pase a la historia. Es en el momento presente cuando nuestro aparato emocional está reaccionando y tomando las decisiones que van construyendo nuestro destino. Las personas responsables no pueden vivir sin preocupaciones, pero está en su mano enfocarlas como problemas de una realidad virtual sin involucrar los sentimientos más allá del momento presente.

Los líderes y el clima social

El clima social es una especie de mar de fondo que afecta a todas nuestras actividades. Tiene sus corrientes y sus ritmos y es difícil zafarse de ellos. Si nadas contra corriente gastas demasiadas fuerzas mientras que si te dejas llevar puedes avanzar con rapidez, pero sólo en la dirección que te lleva la marea.

Los líderes orquestan el clima social para que presione a las personas y les haga estar bajo su influencia. Agitan el mar de fondo para mover a las personas a su antojo. Manipulan los ambientes, calentándolos o enfriándolos, utilizando todas sus armas para producir la tensión que más les conviene.

La tensión es una especie de carga eléctrica que ioniza los ambientes irritando a las personas. Las provocaciones, injusticias, urgencias, o cualquier acto que produzca estrés, atizan el ambiente, aumentan la tensión y calientan el clima social. Los individuos se vuelven más susceptibles y simplemente por ello tienen muchas más reacciones. Cuando disminuye la tensión, el clima social se enfría y los individuos se relajan y reaccionan menos y con más lentitud.

La tensión del ambiente calienta el clima social y moviliza a las personas, igual que la presión del gas en un recipiente cerrado agita las moléculas y las hace tener mayor actividad. El líder, si puede, impone a los demás el ritmo de fondo. Es como un director de orquesta que marca los tiempos de interpretación. Con el clima social a su gusto, trata de manipular la realidad y utiliza a las personas para alcanzar los objetivos concretos que mayor beneficio le reporten.

Todos tenemos a lo largo de cada día momentos de mucha tensión y momentos de mucha calma. Es una oscilación que depende bastante de las actividades que tenemos que desarrollar pero sobre todo del mar de fondo de la presión del ambiente. También tenemos todos una tendencia natural a estar más o menos estresados o a reaccionar en mayor o menor medida a las cosas que nos pueden afectar, lo que depende de nuestra forma de ser, de nuestro trabajo, de los problemas que tengamos en la cabeza y de la influencia que sobre nosotros ejercen las personas que nos rodean.

Aunque cambie nuestra carga de tensión de acuerdo con las necesidades del momento, todos tendemos a regresar a nuestro propio clima de tensión estacionario. La persona que es tranquila y despreocupada por naturaleza, tiende a comportarse así de forma natural aunque pase ocasionalmente por momentos críticos.

Nuestro nivel de tensión o relajación más natural viene a ser el que tiene como ritmo de fondo el clima social con el que nos sentimos más identificados. Es el ambiente que nos resulta más conveniente y del que de forma instintiva procuramos contagiar a las personas con las que nos relacionamos. Si conseguimos que los que nos rodean se posicionen en el mismo clima social que nosotros, estaremos en mejores condiciones de seguir con nuestra forma de actuar. Nos sentiremos como los peces que navegan siguiendo la marea todos juntos en armonía.

Paz interior del subconsciente

La paz interior es el clima de conciencia en el que se gesta la felicidad y la satisfacción. Es un estado de gracia en el que el subconsciente se desarrolla libre de contradicciones irreconciliables y la personalidad humana crece con consistencia.

La ética y el respeto a las personas son doctrinas básicas para conquistar la paz interior del subconsciente. No se aprenden por generación espontánea y es de lamentar que su enseñanza esté poco extendida. Muy poca gente se preocupa en tener un comportamiento ético, aunque sea el camino más corto para ir a la raíz de los problemas.

Los principales problemas que turban la paz interior se derivan de situaciones de confrontación con otras personas. Las diferencias de criterio entre las personas son frecuentes e inevitables porque cada persona tiene su propio punto de vista, pero estos desencuentros son enriquecedores y no causan mayores problemas mientras haya comprensión y entendimiento.

Si no hay un fondo de respeto humano en las relaciones sociales surge la tensión y el enfrentamiento. Hay personas que consiguen con engaños y deslealtades cosas que se proponen que posiblemente no conseguirían jugando limpio. Es por desgracia cosa común y en muchos casos los que juegan sucio incluso no tienen conciencia de su comportamiento.  Pero cuando lo tienen, lo que tarde o temprano llega, suelen acabar mal, porque el poder y la riqueza no pueden comprar la paz del interior del subconsciente.