Canalizar el descontento ciudadano

canalizar el descontento ciudadanoCanalizar el descontento ciudadano es una de las cuestiones imprescindibles en democracia. Tiene que haber cauces organizados para que los ciudadanos, bien de forma individual o agrupados en colectivos, puedan hacer llegar sus puntos de vista, sus propuestas, o sus quejas a quienes se supone representan la soberanía popular. Si no es posible canalizar el descontento ciudadano los ciudadanos tienen que expresar sus opiniones en la calle en primera instancia en lugar de hacerlo como último recurso. Y cuando solo existe el recurso de la calle, es fácil que minorías extremistas inciten a la violencia, de lo que hemos tenido muestra reciente.

Hace unos días una corresponsal alemana, Stefanie Claudia Müller, publicó un artículo que pretendía reflejar como nos ven  los alemanes. El artículo refleja muchos de los problemas actuales y aporta datos que no se si son exagerados o no, pero incluye la siguiente afirmación que es rigurosamente cierta: «En España no existe separación de poderes, ni independencia del poder judicial, ni los diputados representan a los ciudadanos, solo a los partidos que los ponen en una lista». En la actualidad ningún ciudadano sabe quien le representa, por lo que solo puede opinar votando cada cuatro años al partido «menos malo» o hacer uso del «derecho al pataleo» como único método para canalizar el descontento ciudadano.

Resulta bastante evidente que la situación actual requiere que los dos principales partidos nacionales se pongan de acuerdo para reformar el modelo de estado y que los ciudadanos sean consultados de forma continua y organizada para canalizar el descontento ciudadano y hacer llegar sus propuestas. La primera materia de consenso debería ser el cambio del sistema electoral, rectificando el mayor error cometido en la transición. Un sistema basado en circunscripciones uninominales devolvería la soberanía a los ciudadanos. Cada ciudadano tendría un representante, quien tendría que estar abierto a escuchar y debatir todo lo que opinen sus representados.

Este sistema, que es el de Francia, Alemania, Reino Unido, EEUU, y otros paises, proporcionaría la forma organizada de canalizar el descontento ciudadano día a día, con lo que la posición del representante en la circunscripción tendría que decantarse según opinen sus representados en lugar de plegarse a lo que indique el partido, arriesgando en ello su prestigio y comprometiendo su reelección o incluso su continuidad. Este sistema defiende por tanto día a día a las minorías en la medida en que tengan apoyo ciudadano. Proporciona además mayorías amplias a salvo de chantajes de minorías nacionalistas artificiales fabricadas con propaganda identitaria costeada con el dinero de los ciudadanos.

Separatismo y ley electoral

separatismo y ley electoralHay una estrecha relación entre separatismo y ley electoral porque el sistema electoral favorece que haya que «comprar» votos a minorías oportunistas que viven de la propaganda identitaria. El sistema electoral de listas de partidos tiene la carencia fundamental de que el ciudadano no tiene representante político ni puede en consecuencia participar en el desarrollo legislativo, lo que hemos señalado en muchas ocasiones anteriores.

Este sistema tiene además la nefasta consecuencia de que produce resultados precarios que raramente permiten un gobierno de mayoría absoluta. El partido mayoritario se ve obligado a «comprar» votos para completar su mayoría y de aquí la relación entre separatismo y ley electoral, pues la dinámica de «compra» otorga poder y dinero a pequeñas minorías oportunistas que emplean su poder y siembran a su vez dinero para extender la identidad separatista y el odio al «opresor» y naturalmente incrementar sus patrimonios personales.

El sistema electoral vigente en las principales democracias electorales, en el que hay tantas circunscripciones electorales como diputados a elegir, además de proporcionar la autentica representación y participación política, suele proporcionar amplias mayorías, lo que impide la funesta relación entre separatismo y ley electoral que se produce en España. Esto no quiere decir que las minorías auténticas quedaran desatendidas pues dicho sistema es precisamente el que mas protege a las minorías autenticas ley a ley, semana a semana, a través del entramado de la representación y participación política. Lo que no facilita, es la defensa de intereses de minorías fabricadas por el uso oportunista de la sinergia entre separatismo y ley electoral.

La ley electoral

la ley electoralLa reforma de la ley electoral tiene que incorporar tantas circunscripciones electorales como diputados a elegir, como en Francia, Alemania, EEUU, Reino Unido y otras democracias de occidente.  De esta forma, cada ciudadano tiene un representante concreto con nombre y apellidos para participar en el desarrollo político tanto como desee. La ley electoral no debe limitarse a corregir la proporcionalidad entre votos y escaños de los partidos, o a las listas abiertas, porque no cambiaría la situación actual de que son los partidos y no los ciudadanos quienes están representados en el Parlamento.

Con la reforma de la ley electoral con circunscripciones en las que se elige a un solo diputado cada ciudadano tiene su representante, que es el diputado elegido en la circunscripción electoral en la que vota. Puede dirigirse a él en cualquier momento y hacerle llegar sus propuestas o sus opiniones. En la actualidad, un ciudadano no tiene representante y su participación se limita a votar cada cuatro años a la lista de un partido. Se trata de que la soberanía resida en los ciudadanos y no solamente en los partidos políticos. Así cada ciudadano podría elegir entre participar directamente a través de su representante o inhibirse y dar su confianza a un partido político lo que actualmente es la única opción.

Con esta reforma de la ley electoral los ciudadanos pueden influir en cada una de las leyes concretas y no como ahora que solo pueden dar su voto al paquete global del programa del partido que incluye tanto propuestas aceptables como inaceptables. Con esta reforma de la ley electoral cada ciudadano puede libremente participar sin tener que ser necesariamente militante de un partido y depender de su dinámica interna. Estando asegurada la representación legítima y los cauces de participación ciudadana, las leyes podrán orientarse de acuerdo con la voluntad popular. La separación de poderes sería una de las primeras metas que un Parlamento genuinamente representativo se plantearía.

Reforma del Estado

reforma del estadoLa reforma del Estado del año 1978 la hicieron siete políticos que representaban dos partidos de derechas, dos partidos de izquierdas y un partido nacionalista. Aparte de poner al día muchas normas de convivencia, el núcleo fundamental de la reforma del Estado consistió en que la soberanía residiera de hecho en los partidos políticos y en que los tres poderes del Estado fueran controlados por la mayoría en el poder. Los siete «padres» hicieron este desaguisado a conciencia para asegurar que nacía una casta política con largos años de privilegios por delante, que se repartiría el poder con alternancia entre la derecha y la izquierda, dejando a la ciudadanía la única participación de votar cada cuatro años a un partido político.

Si hubieran sido honestos, hubieran adoptado la esencia del sistema electoral que está vigente en las principales democracias: Francia, Alemania, EEUU, Reino Unido…etc, en las que el ciudadano no vota a un partido sino a un candidato concreto, aunque éste pueda pertenecer a un partido. Es decir, un solo candidato por circunscripción electoral, de forma que el diputado elegido en cada circunscripción es el representante de todos los ciudadanos de dicha circunscripción y a él pueden dirigirse individualmente o en grupo para opinar, cuestionar, proponer, censurar, …etc, lo que en la actualidad no puede hacerse. Si esto hubiera existido en España, el clamor popular se desesperación se hubiera canalizado estos años pasados a través de los representantes (hoy inexistentes), y el Parlamento hubiera servido para tratar los temas que en realidad interesan a la ciudadanía, en lugar de servir para pelearse los unos y los otros.

Si hubieran sido honestos, la reforma del Estado hubiera incorporado la separación de poderes, cuestión elemental que no hay que ser un genio para entenderlo, y entonces hoy en día hubiéramos tenido un poder judicial independiente. Si hoy tuviéramos un poder judicial independiente y una leyes elaboradas con la participación ciudadana, muchos políticos deshonestos, corruptos, o simplemente irresponsables, estarían en la cárcel en lugar de seguir disfrutando de privilegios a costa del dinero público.

La reforma del Estado que ahora hay que hacer debe de incluir este núcleo fundamental, además de la elección directa del Jefe del Gobierno y muchas otras cosas como eliminar la mayor parte del tinglado autonómico. Lo malo es que no sabemos quien puede hacerlo sin que corra la sangre. Los mismos políticos (o mejor dicho sus sucesores) que un día se pusieron de acuerdo para hacer la reforma del Estado a su conveniencia no parecen dispuestos a ello. Si el actual Jefe del Gobierno estuviera por la labor podría empezar por intervenir las autonomías inviables sustituyendo sus órganos de gobierno y recuperando las principales transferencias de servicios. Aunque algo parecido debería suceder a nivel del Estado si se produce la intervención europea.

Con un Monti o sin un Monti, es urgente plantearse la reforma del Estado con criterios de separación de poderes, de representación y participación ciudadana, de máxima eficiencia económica y de máxima simplicidad administrativa, elementos indispensables para recuperar la confianza de los inversores.

65 Diputados en Madrid con 65 Circunscripciones electorales

Diputados en MadridLa Presidenta de la Comunidad de Madrid comunicó ayer que se proponía reducir de 129 a 65 el número de diputados de la Asamblea de Madrid. Es sin duda una decisión acertada pero tendría que estar acompañada de otra forma de elegir a los diputados, concretamente en 65 circunscripciones. De esta forma cada ciudadano de la Comunidad de Madrid sabría que diputado le representa y podría dirigirse a él cuantas veces considere oportuno.

La Presidenta ya comentó sobre este tema el 14 de junio del pasado año cuando refiriendo a la regeneración democrática dijo que hay que acercar los ciudadanos a sus “representantes” políticos. Después, el 29 de noviembre concretó la idea de dividir Madrid en 43 circunscripciones electorales para elegir 43 diputados de la Asamblea, aunque los restantes hasta 129 serían elegidos en una circunscripción única como actualmente. Quizás con 43 diputados sería suficiente, pero 65 también es razonable. Lo que no es aceptable es elegir en circunscripción única.

Regenerar el sistema electoral en Madrid sería un buen paso para hacer lo mismo en las elecciones generales dividiendo el país en 350 circunscripciones electorales. Es el sistema que funciona en EEUU, Francia, Reino Unido, Alemania (en este caso para la mitad de la Cámara) y en otros países, sistema que los redactores de la Constitución y de la Ley Electoral deberían haber adoptado en lugar de «inventar» la fórmula actual que margina totalmente a los ciudadanos y sitúa la soberanía popular en los partidos políticos, por supuesto en los dos mayoritarios.

Grecia y su sistema electoral

grecia eleccionesGrecia tiene un sistema electoral en el que se eligen 238 escaños en 56 circunscripciones (48 de ellas plurinominales) con distribución proporcional, con distribución de restos también proporcional. Otros 12 escaños se distribuyen proporcionalmente a escala nacional y otros 50 escaños se otorgan al partido que obtenga mayor número de votos. El voto es obligatorio para los ciudadanos mayores de edad hasta los 70 años.

Grecia adoptó la proporcionalidad entre votos y escaños sabiendo que con ello habría un excesivo fraccionamiento de partidos y para evitar el vacío de poder legisló la concesión de 40 escaños adicionales al partido mas votado, cifra que posteriormente elevaron a 50. A pesar de estos 50 escaños adicionales «gratuitos» que desautorizan la pretendida proporcionalidad, el partido más votado (Nueva Democracia) no alcanzó en las últimas elecciones nada mas que 108 escaños. Incluso en coalición con el segundo partido más votado (Izquierda democrática), o con el tercero (Pasok), no ha podido alcanzar la mayoría para gobernar.

En Grecia, igual que en España, los políticos se han preocupado más de que la soberanía resida en los partidos políticos y se repartan entre ellos el poder, que en asegurar que haya gobiernos mayoritarios que administren el bien común con la permanente vigilancia ciudadana. En un país occidental la justicia social y la buena administración la quiere todo el mundo y el margen para las ideologías es muy reducido y en todo caso de segunda prioridad.

En los países de mayor progreso social y económico, cada ciudadano puede votar a la persona que desea que le represente y le sirva de enlace para participar si lo desea en las decisiones políticas. Es el principio que asegura que hay gobiernos fuertes, que hay un control efectivo, que los intereses minoritarios están debidamente representados y que hay cauces de comunicación entre los ciudadanos y los políticos sin que haga falta hacer el ridículo en la calle para nada.

 

Indignación y sistema electoral

IndignacionIndignación es lo que lleva a la calle a los ciudadanos como única forma de protesta que prevé nuestro sistema político. La participación política del ciudadano se reduce a delegar en un partido político votando cada cuatro años y a manifestarse de cuando en cuando para desahogarse. No existe forma de canalizar sistemáticamente ideas y propuestas para su debida consideración porque los ciudadanos no tienen representante a quien dirigirse.

La partitocracia suplanta la soberanía popular y facilita que el partido o la coalición en el poder gobierne a su criterio sin censura. Lo que no entiendo de los protagonistas de la indignación es que quieran influir en las decisiones políticas y sin embargo propongan un sistema electoral proporcional que refuerza todavía más la partitocracia. Véase lo que sucede en Grecia donde la proporcionalidad ha conducido a la fragmentación de partidos, a la potenciación de partidos extremistas y a serias dificultades para formar gobierno, sin que los ciudadanos puedan hacer otra cosa que manifestarse.

La forma de canalizar positivamente la indignación es con un sistema electoral en el que los ciudadanos tengan su representante y puedan a través de él participar en las decisiones políticas, que es el de circunscripciones uninominales en las que se elige a un solo diputado. El diputado electo representa a todos los electores le hayan o no le hayan votado, lo que no conoce. A través de él se pueden canalizar críticas y propuestas día a día y el diputado  vota en el Congreso según el sentimiento mayoritario en su circunscripción y si no lo hace así pone en peligro su reelección. Es el sistema que rige en Alemania, Francia, Reino Unido, EEUU y otras democracias de éxito.

Este sistema tiene además la ventaja de que permite gobiernos fuertes que no tienen que comparar votos de partidos minoritarios, sin que por ello las minorías dejen de estar representadas. Los intereses minoritarios están mejor defendidos día a día a través de los auténticos representantes que por votar a un partido minoritario cada cuatro años.  Es también preferible un gobierno fuerte día a día criticado que un gobierno precario con patente de corso por cuatro años.

Nadie vota promesas electorales

promesasNadie vota promesas electorales. Los medios de comunicación y los partidos de la oposición están continuamente machacando sobre si las decisiones de gobierno están o no están de acuerdo con los programas y promesas electorales como si la tarea de gobierno fuera ajustarse a un plan rígido preconcebido de cuatro años de duración. Es decir un programa de gobierno estático de «piñón fijo» que no tuviera en cuenta los nuevos hechos que acontecen.

Para empezar, en España el ciudadano no puede votar a quien desea que sea su representante político sino que tiene que votar a un partido, es decir a una lista de personas que representan a un partido. Solo cabe esperar que el partido elegido gobierne defendiendo lo mejor posible el bien común, porque a partir de la votación el ciudadano ya no tiene la más mínima participación. Este sistema electoral invita más bien a votar en contra, es decir a votar al partido que puede vencer al que consideramos mas nefasto.

Continuando, me gustaría saber el porcentaje de españoles que lee el programa electoral del partido al que vota, porcentaje que me extrañaría fuera superior al 1%. Pero a lo que si están atentos los ciudadanos es a los mensajes de los políticos, tanto del gobierno como de la oposición, sobre los problemas que afectan al bien común, sobre las medidas que se aplican y sobre los resultados que se consiguen. Quienes tengan criterio propio y puedan liberarse de la contaminación mediática, valorarán las decisiones de gobierno según les parezcan adecuadas y no en función de si figuraban o no en el programa electoral.

Todos los gobiernos, de uno u otro partido, han tomado decisiones más o menos acertadas sin ajustarse al programa. La tarea de gobierno no es como la de una orquesta que interpreta una obra fija inmortalizada sino mas bien como la de un barco que tiene que seguir un rumbo maniobrando según el estado del mar. Lo que si tenemos que estar los ciudadanos es bien informados.

Lo peor fue el largo periodo electoral

largo periodoEl año pasado, cuando el anterior gobierno ya sabía que no podía gobernar en la siguiente legislatura, convocó elecciones el mes de junio para el 20 de noviembre con 5 meses de antelación. De esta forma, con 5 meses de interinidad y de derroche, la situación económica se deterioraría hasta límites insostenibles con el agravante de comenzar el ejercicio económico sin presupuestos. A esto hay que añadir  el mes largo que se demora la formación del nuevo gobierno, que nadie entiende que sea tan lento.

Es lamentable que el sistema electoral vigente permita estos largos periodos de inactividad. En el Reino Unido, por ejemplo, el primer ministro suele disolver el Parlamento con poco más de una semana de antelación a la convocatoria electoral, y después de realizada ésta, el nuevo gobierno se forma en menos de diez días. Claro que en dicho país la soberanía reside en los ciudadanos mientras que en España los ciudadanos solo pueden echar una papeleta en la urna cuando se lo dicen. En España, la soberanía no reside en los ciudadanos sino en los partidos políticos.

Con el sistema electoral actual, en el que los diputados solo representan a sus partidos, en el que los ciudadanos no están representados ni pueden participar, difícilmente se podrán hacer reformas que siendo necesarias para el país disminuyan los privilegios y el creciente poder de la aristocracia política. Solo con un sistema electoral con circunscripciones uninominales puede garantizarse realmente la soberanía popular y la representación y participación ciudadana. Lo malo es que quienes organizaron el actual sistema tuvieron un buen maestro y dejaron todo atado y bien atado. Poco de separación de poderes y mucho de autocracia, aunque nos distraigan con que unas veces gobierna la derecha y otra la izquierda. Lo que no quieren es ponerse de acuerdo para reformar el sistema y dar el poder a los ciudadanos.

Debe gobernar la mayoría

Tanto en las elecciones andaluzala mayorias como en las de Asturias debe gobernar la mayoría, pero está a punto de cometerse el sinsentido de que el partido más votado no sea el que gobierne. Si en Asturias el partido mayoritario es el socialista, debería gobernar, igual que en Andalucía debería gobernar el parido popular. Las coaliciones electorales deberían ser previas a las votaciones para que los ciudadanos tengan claro el programa que votan y no suceda que un partido que no es el más votado gobierne con las imposiciones extremas de un grupo minoritario que solo tiene un 11% de apoyo popular como es el caso de Andalucía, o que como sucede en Asturias coexistan dos partidos conservadores mas o menos iguales solo para disputarse cual de las dos facciones lidera la coalición.

No es aceptable que ideas comunistas ya obsoletas que solo apoyan un 11% de electores se impongan al partido socialista como pago a la coalición de izquierdas para que pueda gobernar. El partido socialista que a pesar de las veleidades de la última legislatura es una izquierda bastante centrada, se ve ahora en Andalucía obligado a considerar el «banco popular de tierras», la «implantación de la circunscripción electoral única» para Andalucía, la «economía democrática» planificada que hizo fracasar al comunismo, el «no a las bases de EEUU», el «proteccionismo agrícola», la «derogación de la ley antibotellón» y otras medidas que quizás permanezcan por el momento ocultas.

Este despropósito es consecuencia directa de la ley electoral que solo permite votar una lista de nombres previamente cocinados por un partido político, lo que equivale votar a un partido, es decir a una marca, y no votar a una persona que quieres que te represente, sea o no presentada por un partido. La circunscripción electoral uninominal es la que está vigente en las sociedades auténticamente progresistas y permite que cada ciudadano tenga su representante aun en el caso de que no sea a quien ha votado, detalle que el representante no tiene porqué conocer. Dicho representante canaliza las ideas e inquietudes de sus representados, los cuales tienen abierta una vía de participación que puede ser independiente de la militancia en un partido. En nuestro sistema, creado deliberadamente para repartirse el poder los dos grandes partidos, el ciudadano está obligado a delegar su soberanía a un partido político.

El partido comunista defiende la circunscripción única porque anula todavía más la representación y participación ciudadana y les da algunos escaños más para asegurar su posición de partido bisagra que impone políticas minoritarias. El sistema electoral con circunscripciones uninominales, que es el que debería implantarse en España, y que debió de haberlo sido en la transición, garantiza que gobierna el partido que ha alcanzado la mayoría de votos porque produce mayorías amplias que no tienen que comprar votos. Reflejan la voluntad mayoritaria de los ciudadanos, pero a su vez el gobierno está permanentemente amenazado por la participación activa del pueblo a través de sus representantes que determinan la posición de éstos en las votaciones por encima de la disciplina de voto.