Aprender soñando

Todos soñamos varias veces durante la noche y lo hacemos con un realismo tal, que cuando nos despertamos parece que todavía estamos “viviendo” cosas imposibles. He soñado muchas veces que volaba, como los pájaros, y una vez despierto todavía me creía que podía volar y me resistía a que fuera sólo un sueño.

Lo curioso de los sueños es la extraordinaria rapidez con la que suceden y la intervención activa de la vista moviendo los ojos como si estuviéramos contemplando escenas reales. Y es que lo que en realidad hacemos es “vivir” situaciones que pudieran ser reales en las que sometemos a prueba nuestros reflejos y enseñanzas.

Con un ritmo acelerado, imposible en la vida real, ponemos a prueba las enseñanzas que extraemos de las vivencias antes de que sean utilizadas de forma automática por nuestra inteligencia emocional. Destilamos nuestras experiencias y fabricamos, valoramos y homologamos ideas, conceptos, criterios, opiniones, y estimaciones, y vamos construyendo un modelo y una escala de valores sobre la realidad de las cosas que nos rodean.

En los sueños podemos someter nuestros criterios a pruebas tan extremas que incluso parezcan absurdas, mucho más duras que las que se dan en la realidad. El cerebro fabrica durante el sueño multitud de situaciones virtuales ante las que eventualmente hay que reaccionar, evaluando los reflejos automáticos que tenemos en observación hasta que los damos por buenos y los adoptamos para usarlos en la vida real.

Si el cerebro es poco riguroso y automatiza mecanismos de actuación imperfectos, cometeremos errores sin saberlo. Por ejemplo, derramar agua al trasladar un recipiente lleno o conducir deficientemente un vehículo. Cuando los actos reflejos causan incidentes traumáticos, el subconsciente reabre “el expediente” y cuestiona los métodos.

Tampoco es bueno el exceso de rigor en homologar los reflejos porque si se acumula el trabajo de pruebas en el subconsciente, se produce una espiral que conduce a la psicosis y a otras patologías de la mente, por lo que a una persona con problemas psíquicos le someten a una cura de sueño en la que pueda desatascar el exceso. Las personas que no fabrican suficientes reflejos tienen que dedicar parte de su capacidad de pensamiento a rellenar este vacío, lo que les resta capacidad de pensar para afrontar los problemas que tienen enfrente.

Comenzamos a ensayar y adoptar actos reflejos desde que nacemos. Los niños pequeños alcanzan los objetos titubeando hasta que dan con ellos, poniendo atención a cada tramo del movimiento de sus manos. Los adultos agarramos las cosas de forma automática sin ser conscientes del proceso que sigue nuestro cerebro. Por esto es importante que los niños jueguen lo más posible y se relacionen con otros niños y con adultos, y tengan experiencias desde que son muy pequeños. Es lo que nos lleva desde niños a interiorizar estos procesos y seguir toda la vida jugando y aprendiendo entre sueños.

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