Los calvos no son buenos candidatos electorales

Los calvos no son buenos candidatos electoralesLa historia de los países democráticos deja traslucir que los calvos no son buenos candidatos electorales. No se conoce exactamente porqué, pero los calvos parece que inspiran desconfianza entre los electores cuando tienen que elegir a un líder político. Un calvo en la cabecera de una lista electoral puede penalizar los resultados en torno a un diez por ciento, lo suficiente para estar en la oposición.

Supongo que el líder del partido socialista tendrá referencia de esta particularidad y habrá que ver si va repoblando su cabellera de alguna forma o por el contrario desiste de ser cabecera de lista, o si no hace ninguna de las dos cosas si es que no le disgusta estar en la oposición.

Entretanto no pasa desapercibido el implante capilar del eterno candidato a líder del mismo partido, es decir del Sr. Bono, quien parece que no echa en saco roto que los calvos no son buenos candidatos electorales y ha puesto remedio al problema por si acaso.

Transparencia del gasto

transparencia del gastoAntes de generalizarse el uso de la informática veíamos la escena del Ministro de Hacienda de turno llegando al Congreso con un cargamento de documentos para someter los presupuestos a aprobación. Ahora el ministro enseña simplemente un «pen-drive» en el se supone incluye toda la información. Si en efecto la contabilidad del Estado está totalmente computarizada, podría subirse a la nube y ponerla a disposición de los ciudadanos para que haya transparencia en el gasto público. Con ello los ciudadanos que así lo deseen estarían en condiciones de analizar los presupuestos y de conocer como se gastan el dinero los administradores del erario público.

Si se financian subvenciones como por ejemplo la de hacer excavaciones en Argentina para buscar huesos de dinosaurios, a la que se refirió el otro día un ministro, los ciudadanos podríamos por lo menos mostrar nuestra desaprobación. También podríamos reaccionar sobre el dinero que pagamos a los políticos y lo que nos cuestan organismos inútiles como el Senado, el Consejo de Estado, e incluso el Tribunal Constitucional, que ya tenemos un Tribunal Supremo. No tendríamos que conformarnos con las noticias del Tribunal de Cuentas con tres años de retraso. Tampoco tendríamos que ver con asombro una noticia de hoy de que los diputados se niegan a publicar cuanto les pagamos los ciudadanos.

Claro que aunque hubiera transparencia del gasto público y tuviéramos la información pertinente, no tenemos donde expresar nuestra opinión porque no hay representación política ni hay cauces de participación ciudadana diferentes de votar a un partido cada cuatro años o lanzarse a hacer algaradas en la calle. Además de transparencia del gasto público sería necesario adoptar un sistema electoral basado en circunscripciones uninominales como el que está vigente en las principales democracias occidentales.

Referendum sobre subvenciones

referendum sobre subvencionesLa Presidenta del partido Popular de Madrid propuso ayer un referéndum sobre subvenciones a los sindicatos, pero puestos a convocar un referéndum habría que incluir en la pregunta las subvenciones a los partidos políticos y a las patronales. Como reciben cuantiosas subvenciones no necesitan concentrarse en defender los derechos de los trabajadores ni que estos se afilien. Administran sobre todo su propio «negocio» y se dedican a las «batallas» ideológicas a favor o en contra del Gobierno, según quien gobierne. A los trabajadores y sobre todo a los parados, que los zurzan. Lo mismo sucede con las patronales, que deberían vivir exclusivamente de sus representados y no del dinero de los ciudadanos,  dinero que pasa desapercibido en su caso porque no generan algarabías en la calle.

También debería preguntarse a los ciudadanos si están de acuerdo en subvencionar a los partidos políticos, que reciben  grandes cantidades de dinero público, y además gastan todavía más endeudándose con los bancos y gestionando la condonación de las deudas, a saber a cambio de que favores. La ley electoral les garantiza que son ellos quienes administran a su criterio la soberanía popular y con dinero fácil y con los poderes del Estado en sus manos, el partido que gobierna es una maquinaria de poder que antepone sus intereses al de los ciudadanos. Unas veces manda uno y otras el otro, pero ambos están de acuerdo en mantener el sistema que les garantiza tener poder y dinero.

Si tuvieran que limitarse a vivir de las cuotas de sus afiliados, se centrarían mas en gestionar el bien común y menos en gestionar ideologías. Si además hubiera un sistema electoral como el que tienen las principales democracias occidentales, estarían mas cerca de los ciudadanos y tendrían que ajustarse a lo que ellos desean en lugar de atender en primer lugar sus intereses. Además, se desactivaría el negocio de quienes manipulan a la gente con propaganda separatista para incrementar su poder económico y poder lucrarse a sus anchas con proyectos inútiles, adjudicaciones a dedo, cobro de comisiones y sueldos millonarios para familiares y amiguetes.

 

Economía, ideología y separatismo

economia, ideologia y separatismoEconomía, ideología y separatismo son prioridades que al parecer son irreconciliables.

La derecha gobernante tiene como prioridad la economía, es decir, equilibrar los presupuestos y reducir el déficit y la deuda, para recuperar la credibilidad y volver al crecimiento, aunque sea a costa de severas restricciones en el gasto social y de que se produzcan continuas movilizaciones ciudadanas.

La izquierda en la oposición tiene como prioridad la ideología, es decir, gastar todo lo necesario para mantener los beneficios sociales y oponerse a todo lo que haga la derecha promoviendo movilizaciones ciudadanas, aunque no esté claro de dónde puede salir el dinero necesario ni como escapar de la agobiante espiral de la deuda.

Los separatistas tienen como prioridad explotar la cuestión identitaria de separase del Estado para incrementar su poder económico local en beneficio propio, aunque sea a costa de estar en continuo enfrentamiento con el Estado y empobrecer a los ciudadanos.

Los políticos se muestran incapaces de conciliar estas tres tendencias y de atender en primer lugar al bien común, y el ciudadano, que se supone es «el cliente», no puede expresar sus deseos porque no tiene representante político a quien dirigirse.