Voto en contra

voto en contraLa única participación de un ciudadano en las decisiones políticas es votar cada cuatro años. Sería suficiente si quien lo desee pudiera tener una participación indirecta a través de un representante político, que es para lo que se supone que hay elecciones, pero el voto no sirve para elegir representantes sino para dar el poder a los partidos políticos. Votamos a una “marca” política, a la que deben su designación los candidatos elegidos y a la que se someten en todas las votaciones.

El “sistema” impone la tutela paternalista de los partidos políticos, y el ganador considera que ha obtenido un respaldo incondicional para todo su programa, cuando hay materias que votadas una a una serían rechazadas, por lo que la elección de la “marca” a la que votar se basa muchas veces en escoger la menos mala.

Los propios políticos no resaltan en las campañas electorales sus virtudes sino los defectos de sus oponentes. Van mas bien a la contra a descalificar a los demás. Y si fueran consecuentes deberían hacer posible que, igual que hacen ellos, los ciudadanos pudiéramos también ejercer el voto en contra.

El voto en contra es muy sencillo, simplemente es un voto que no suma sino que resta. Es una opción legítima, que resuelve el sinsentido de que un ciudadano tenga que votar a un partido del que no le gusta ni su programa ni su credibilidad solo para dificultar la elección de otro partido que todavía considera peor.

Si un ciudadano considera que ningún partido le parece elegible, pero está convencido de que uno de ellos es manifiestamente rechazable, sería mucho más representativo optar por el voto en contra. Sigue siendo la fórmula de “una persona un voto” solo que puede ser de reprobación o de aprobación. El análisis de los resultados sería mucho más rico en la valoración de la voluntad popular y la clase política sería más responsable.

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