El Yo autónomo, poder ejecutivo

el yoEl Yo Autónomo es el poder ejecutivo de la mente. Es uno de los tres poderes de la mente junto con la inteligencia emocional y la inteligencia racional. Decide los actos conscientes movilizando la voluntad, sabiendo que lo que se hace suele ser irreversible y además compromete, en ciertos casos hasta el punto de que puede cambiar el curso de la vida.

El Yo sólo interviene en cada uno de los instantes vividos, en el momento preciso en que la historia ya no puede cambiarse y el futuro todavía no existe. Hay personas que les cuesta decidir lo que quieren hacer, mientras que otras lo hacen con facilidad, incluso con precipitación, pero casi todas las personas tienen siempre dudas, porque no resulta fácil valorar de antemano las consecuencias que pueden tener los actos.

Teniendo claro lo que se quiere conseguir se puede actuar con resolución, pero no estando seguro domina la tendencia de dejarse llevar por los acontecimientos sin tomar iniciativa. En ocasiones hay que afrontar conflictos de intereses, porque hacer lo que se considera oportuno puede ir en contra de creencias o costumbres establecidas, o ir contra las propias ideas o hábitos, para lo que hay que preservar la libertad y autonomía.

Cuando hay que reaccionar ante algún hecho concreto sin tiempo para analizar lo que ocurre, la voluntad se deja guiar por emociones y sensaciones. Es muy frecuente reaccionar ante los hechos sin apenas reflexión, por reflejos automáticos, movilizando más el ánimo que la razón, especialmente si todo sucede con rapidez, con la consecuencia de cometer errores que serían evitables teniendo tiempo para pensar antes de actuar.

Las emociones que acompañan a las experiencias vividas canalizan matices de información que amplían conocimiento. Si las emociones son excesivas, las experiencias son demasiado apasionadas, y las sensaciones nuevas se desbordan y producen una convulsión en las ideas. La voluntad está entonces dominada por la inteligencia emocional.

El Yo autónomo valora hasta donde luchar por los propósitos para que los sentimientos estén equilibrados y no se desborden. Para dominar el ritmo e intensidad de las actividades y tener actuaciones responsables hay que conseguir un equilibrio razonable entre las sensaciones, emociones, ambiciones y deseos.

La inteligencia emocional, poder legislativo

inteligencia emocionalLa inteligencia emocional es el poder que legisla nuestro fuero interno con el conocimiento que vamos extrayendo de la experiencia por un lento proceso interno de maduración al margen de la atención y del pensamiento. Orquesta nuestras actividades con impulsos incondicionales que obedecemos sin contrastar con nuestras razones o intenciones.

En nuestro interior, de forma inconsciente, fabricamos nuestro conocimiento de la realidad interpretando y relacionando la información que entra por nuestros sentidos. Es una tarea continua que en su mayor parte realizamos durante el sueño cuando desconectamos del mundo real y entramos en el mundo simulado de nuestra realidad interior.

En el subconsciente vamos fabricando un modelo a partir de la realidad que vivimos y observamos, y en él incluimos a las personas con las que tratamos y las cosas que nos rodean, con sus características y relaciones. Nuestra versión de la realidad y la capacidad de hacer cosas maduran poco a poco en nuestro interior sin que seamos conscientes de ello, en un proceso ritual de fermentación de la información como el que sigue el vino en la bodega.

En la memoria subconsciente fermentan las experiencias y recuerdos después de filtrar y censurar las impurezas para que nuestro territorio interno sea una zona estéril libre de contaminación y de defectos. Es un proceso similar al que se hace con la uva en el lagar, que primero se despalilla y prensa para fermento, después se almacena en barricas de roble y se deja reposar en la bodega, en ambiente protegido, para su maduración y envejecimiento.

De forma parecida, durante la simulación del sueño, en nuestro subconsciente desgranamos experiencias y asimilamos enseñanzas para validar las reacciones primarias que podemos poner en marcha de forma instintiva y espontánea. Las actividades recurrentes pasan a ser rutinarias, reflejos automáticos ejecutados sin pensar.

También asimilamos, para bien o para mal, las ideas que llegan a nuestro subconsciente  como sugestiones que no pasan por el filtro de nuestros sentidos bordeando nuestra censura. Las  aceptamos sin verificar como si fueran elaboraciones propias.

Las ideas, materia prima del conocimiento

materia primaLas ideas son la materia prima con la que construimos el conocimiento. Las extraemos de nuestra mente igual que se extraen las piedras de una cantera, y las pulimos y modelamos hasta que encontramos la relación que tienen con todo lo que conocemos y somos capaces de situarlas en el modelo.

Unas veces las ideas van creciendo poco a poco hasta que adquieren consistencia, como si fueran sedimentos que deposita la corriente del pensamiento. Otras veces son elaboraciones rudimentarias que llegan de aluvión a la conciencia y tenemos que contrastarlas y refinarlas hasta que sean como cantos rodados que puedan acompañar a nuestro pensamiento.

Muchas de las ideas las compartimos con la mayoría de la gente, como si en vez de crearlas las fuéramos descubriendo. Son ideas que permanecen intactas con el paso del tiempo y sirven de referencia a las corrientes colectivas de pensamiento. Son como rocas sólidas que dan base y fundamento. Otras ideas con las que nos comprometemos son las originales de nuestro propio diseño que vamos dejando en la vida como rastros de nuestra personalidad.

Hay algunas ideas que encierran peligro porque son como grietas en las que podemos quedar atrapados o como trampas de las que nos puede ser difícil salir. Igual que también hay ideas que hieren porque tienen bordes cortantes que desgarran el sentimiento. Hay ideas que aparentan tener solidez pero sin embargo están vacías y producen vértigo. Y hay una gran cantidad de pequeñas ideas que son como granos de arena que pueden bloquear el ánimo y dejar nuestro espíritu desierto.

A veces encontramos ideas valiosas que brillan como piedras preciosas, e ideas nobles ricas en conceptos. Son las más puras para enriquecer el conocimiento. Pero todas las ideas, incluidas las propias, tienen autonomía y pueden desafiar nuestros criterios. Si nos obligamos a defenderlas acabaremos siendo esclavos de ellas y nos convertimos en personas de ideas fijas.

En cambio, si dejamos que nuestras ideas se defiendan con su propia fuerza, podremos manifestarnos con libertad e independencia. Comprenderemos la importancia de que haya contraste y competencia entre las ideas y estaremos mejor preparados para valorar las que tienen más aceptación en la sociedad. Si las ideas más personales son respetadas y la gente las hace suyas, estamos contribuyendo a enriquecer la sociedad y damos más contenido a nuestra existencia.