La barrera del tiempo y la velocidad de la luz

velocidad de la luzEl desarrollo de la humanidad nos parece extraordinario, pero en realidad es insignificante en el Universo. Además, estamos condenados a no conocer la razón de nuestra existencia porque estamos atrapados por la inmensidad del Universo y por la velocidad de la luz, dos limitaciones que parecen insalvables:

1.-Solos y aislados en la inmensidad del universo. Nuestro sol es una de los cien mil millones de estrellas que tiene nuestra galaxia, que a su vez es una de las ochocientas mil millones de galaxias que se estima existen. La estrella vecina más cercana está tan lejos que la luz tarda cuatro años en llegar. Una nave espacial como el Voyager tardaría en llegar un tiempo treinta veces superior al de la historia de la actual cultura humana.

2.- Atrapados por el tiempo y la velocidad de la luz. El tiempo camina solo en una dirección y es irreversible y todo lo que observamos está deformado por la distancia y la velocidad de la luz. Si observamos la galaxia de Andrómeda, que es la parte del Universo directamente visible más alejada de la Tierra, vemos en realidad como era dicha galaxia hace dos millones y medio de años.

La barrera del tiempo parece insuperable según el estado actual de la ciencia, aunque haya elementos nuevos como el “entrelazamiento de partículas” o los “agujeros de gusano” que en alguna medida desafían al tiempo y a la velocidad de la luz. La ciencia niega que pueda superarse la velocidad de la luz porque no se han encontrado evidencias que violen el principio de causalidad y niega también, por la segunda ley de la termodinámica, que el tiempo pueda ser reversible.

Sin embargo, en pruebas realizadas durante tres años en el LHC de Ginebra, acaban de aparecer indicios de unos neutrinos que han viajado más rápido que la luz. Es todo un desafío al postulado de que ningún objeto con masa puede sobrepasar la velocidad de la luz, aunque se tardará años en confirmar o desautorizar el reciente hallazgo.

Entretanto, las limitaciones existentes pueden ser reales o ser debidas al limitado conocimiento humano y a los tópicos que de él se derivan. Cita Stephen Hawkings en su libro más famoso, cuando se refiere a la “fecha del tiempo”, el ejemplo de la vajilla que cae al suelo y se rompe, señalando que no puede verse la inversa de los trozos de vajilla, recomponiéndose otra vez sobre la mesa, porque lo prohíbe el segundo principio de la termodinámica. Añade que dicho principio postula que la entropía o “desorden” en un sistema cerrado siempre aumenta con el tiempo y que el hecho de que “con el tiempo aumente el desorden o la entropía es un ejemplo de lo que se llama una flecha del tiempo, algo que distingue el pasado del futuro dando una dirección al tiempo”.

Sin embargo, podría también argumentarse que la vajilla era en origen un conjunto desordenado de materiales que aumentaron su potencial con el tiempo organizándose y llegando a ser una vajilla, desafiando al principio de la entropía gracias a la intervención humana. El conocimiento humano interviene desarrollando potenciales y “exportando” entropía y desde hace varias décadas existe el concepto de entropía negativa, introducido por Schrödinger.

Sería una magnífica noticia que llegara a confirmarse que la velocidad de la luz puede superarse. Tendríamos que revisar muchos conceptos y se abriría un nuevo horizonte para el conocimiento y el pensamiento humano. La simple idea de que podrían enviarse mensajes al pasado desafiando la flecha del tiempo ampliaría la esperanza de que la humanidad y su entorno puedan autorregularse y mantener las constantes fundamentales para la supervivencia.

Atrapados por la flecha del tiempo

Nuestra vida discurre desde el pasado hacia el futuro y no podemos concebir que el transcurso del tiempo pueda cambiar de sentido, aunque paradójicamente podamos ver una película al revés. La flecha del tiempo siempre está avanzando y la Ciencia la reconoce como un fundamento básico, igual que el principio de causalidad o la segunda ley de la termodinámica.

Sin embargo no deja de ser curioso que la verdad científica de que “la causa precede al efecto en el tiempo” se refiera a un tiempo absoluto independiente del observador, como si la relatividad especial que postula que el tiempo depende del observador solo fuera aplicable a conceptos o sucesos no relacionados causalmente.

En la práctica, la “película de la vida” de los próximos millones de años serán escenas fijas ya determinadas para quienes nos observaran desde el Universo. Los hipotéticos observadores que se encuentren en la galaxia de Andrómeda (el objeto más lejano directamente visible) verán dentro de dos millones y medio de años lo que está pasando ahora en la Tierra y para ellos nuestras andanzas forman parte de una “película” que ya está rodada para los próximos dos millones y medio de años y no puede cambiarse. A no ser que el fenómeno de ”entrelazamiento cuántico”, que produce vinculaciones instantáneas independientes de la distancia, permitiera cambiar las causas antes de que generen los efectos.

Es una pena que no podamos asimilar lo que es la dimensión tiempo de la misma forma que tenemos asimiladas las otras tres dimensiones espaciales, porque es probable que todas tengan la misma naturaleza aunque no lo entendamos. Para tener mayor entendimiento tendríamos que tener mayor capacidad sensorial, porque como decían los escolásticos: Nihil est in intellectu, quod prius non fuerit in sensu. La tecnología nos está ayudando a percibir detalles de la realidad que no están al alcance de nuestros sentidos, pero por el momento seguimos estando atrapados por la flecha del tiempo.

Estamos solos en el Universo

El orden natural que conocemos es inconsciente. Las estrellas se mueven de forma mecánica y las leyes de la materia y la energía siguen un orden programado. Las bacterias no piensan y los animales parece que están programados casi por completo.

El medio ambiente actúa de forma inconsciente y las fuerzas de la naturaleza obedecen a las leyes de la física y la química. Nuestros genes son puros programas que actúan sin pensar y nosotros mismos nacemos ya muy programados por la genética.

Aparte de nosotros los seres humanos, no sabemos de nadie con pensamiento consciente, aunque creemos que alguien superior controla el orden universal. Sin embargo, en todo caso,  sólo podemos conectar con él por vía inconsciente.

Total, que estamos muy solos, como si navegáramos sumergidos en el océano infinito de un universo inconsciente y sólo nosotros los humanos asomamos por encima de la superficie. Somos pequeños icebergs que tienen su mayor parte sumergida en este ”océano” tratando de asomar a la superficie la parte consciente que hemos ido adquiriendo en nuestras vivencias después de nacer con la mente en blanco.

Hemos creado la razón, la lógica, la ética, los principios y los ideales, pero sigue teniendo mayor peso nuestra parte “sumergida” y nuestra inteligencia emocional prevalece sobre la razón. El mundo consciente parece que reside solo en nosotros mismos y es una singularidad en el Universo que no nos libra de estar solos en medio de la inmensidad.

Inmensidad del Universo

universoLa inmensidad del universo es inimaginable. En pocos años hemos pasado de creer que la Tierra es el centro del universo a comprobar que no somos casi nada. El simple Sol, que es una estrella enana, es 1.300.000 veces más grande que la Tierra y está alejado 150 millones de Km. El viaje a la estrella más próxima, la Alfa del Centauro, tardaría 135.000 años viajando a la velocidad de la nave Voyager, es decir unas 30 veces el tiempo transcurrido desde que apareció la cultura humana.

Nuestra galaxia, la Vía Láctea, se estima que tiene unos 100.000 millones de estrellas y en el universo se estima que hay unos 800.000 millones de galaxias. Una inmensidad de la que además no tenemos ni idea de cómo es en realidad, pues las imágenes que nos llegan a los telescopios están deformadas por el factor tiempo. El Sol lo vemos donde estaba hace 8 minutos, que es lo que tarda en llegar la imagen, y a medida que enfocamos el telescopio a regiones cada vez más lejanas contemplamos escenas más antiguas en el tiempo, sin saber siquiera si siguen existiendo.

La teoría de la relatividad nos dice que el universo hay que considerarlo en el espacio-tiempo y que la velocidad de la luz es constante (300.000Km./segundo). No niega  que puedan existir velocidades superiores pero dice que requeriría energía infinita, que es lo mismo que negarlo. Esta constante de la velocidad de la luz se ha impuesto de tal manera que la definición del metro como unidad de longitud ha pasado de ser “la distancia entre dos marcas de una barra de platino que se conserva en Paris” a la distancia recorrida por la luz en 0,000000003335640952 segundos. Las distancias se miden ahora en función de la velocidad de la luz y del tiempo que ésta tarda en recorrerlas.

Sin embargo hay ciertas experiencias de laboratorio en las que al parecer se han alcanzado velocidades superiores a la de la luz, lo que no es incompatible con la teoría de la relatividad cuando se trata de elementos sin masa. Si llegáramos a tener un telescopio que recibiera imágenes a una velocidad ampliamente superior a la hoy asumida de la luz, veríamos un universo posiblemente muy diferente, aunque quizás también sería más o menos lo mismo por estar  en continua expansión. El mundo de lo infinitamente pequeño es todavía más difícil de entender. La mecánica cuántica lo define con probada exactitud en términos matemáticos pero su apreciación no cabe en la mente humana.