El voto en contra

En las elecciones solo cabe votar a un partido político o abstenerse y durante la legislatura no hay posibilidad alguna de participación.

La fórmula más elemental y de mayor éxito en las democracias consolidadas es votar a una persona en cada circunscripción electoral, para que quien salga elegido represente a los electores y puedan éstos participar canalizando a través suyo sus inquietudes.

Pero lo que tenemos en España son las listas con el bloque de candidatos que deciden los partidos. Votamos en realidad a un partido político y para esto la lista podría estar en blanco, pues tanto da que el partido ponga los nombres antes de las elecciones como que los ponga después. En cualquier caso nadie tiene la responsabilidad de representarnos.

Dado que hay que votar a un partido político, hay que pensar qué es lo que cada uno ofrece y aquí empiezan los problemas, porque cada partido ofrece un paquete de medidas que incluye unas que convencen, otras que no tanto y algunas que hay que rechazar. Votando el paquete completo el partido ganador entiende equivocadamente que ha obtenido un respaldo incondicional para todo su programa, cuando hay materias que votadas una a una serían rechazadas.

Si votáramos a un solo candidato, el representante elegido seguiría estando comprometido con el programa de su partido, pero estaría todavía más comprometido con sus representados. Su apoyo o rechazo a las materias concretas del programa de su partido estaría muy condicionado por el sentimiento de sus representados y por la evolución de los acontecimientos, difícil de prever para la totalidad de la legislatura.

En estas condiciones, ante la necesidad de elegir una de las listas, muchos ciudadanos escogen la opción que consideran menos mala porque consideran que todas son rechazables dada la escasa credibilidad de la clase política en general. Hay políticos concretos que tienen credibilidad, pero cuando un ciudadano ve una lista con 35 nombres la credibilidad se viene abajo.

Una fórmula de compromiso razonable sería que también se pudiera votar en contra. El voto en contra es muy sencillo, simplemente es un voto que no suma sino que resta. Al fin y al cabo es una opción legítima y personal de cada uno. No tiene sentido que un ciudadano vote a un partido del que no le gusta ni su programa ni su credibilidad, solo porque así pone más difícil la elección de otro partido que todavía considera que es peor. Si ningún partido le parece elegible, pero hay uno concreto que considera que es manifiestamente rechazable, creo que sería mucho más representativo optar por el voto en contra. Sigue siendo la fórmula de “una persona un voto” solo que puede ser de reprobación o de aprobación.

El análisis de los resultados sería mucho más rico en la valoración de la voluntad popular y la clase política sería más responsable. Sería una modificación de la ley electoral que contaría probablemente con apoyo popular mayoritario.

0 opiniones en “El voto en contra”

  1. Interesante sugerencia la del voto en contra, teóricamente enriquecería el panorama de las expresiones ciudadanas
    El problema es traducir estas manifestaciones a las evaluaciones finales, sacar resultados concretos; parece que no son magnitudes equivalentes la papeleta de apoyo y la de rechazo, habría que pensar sobre esto…
    En cualquier caso la idea me parece brillante
    Carlos Galguera Roiz

    1. Además las campañas electorales de los partidos están más dirigidas a descalificar a los contrarios que a «vender» las ideas y proyectos propios. No creo que fuera complicado instrumentar el procedimiento.

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