El discurso del cambio

Diputados_por_circunscripciónAhora que se acercan las elecciones se intensifica el discurso del cambio. Todos los partidos políticos  proclaman que hay que hay que hacer un «cambio» y lo explican con proposiciones electoralistas, que son más bien orientaciones ideológicas que programas concretos de gobierno.

Los programas electorales son prolijos en extensión y en fraseología del cambio, pero, salvo excepciones, no detallan con concreción las medidas a aplicar ni en su caso como se financian. Después, el partido que gobierne hará los cambios que quiera y pueda con independencia de las propuestas electorales. Los ciudadanos nada podrán ya decir en los próximos cuatro años.

El PSOE propone un «cambio» que no ha conseguido hacer en los 21 años en que ha gobernado desde 1982, cuando precisamente llegó al poder en 1982 con el lema del «cambio». El PP ha gobernado desde entonces 12 años que podían haber sido suficientes para implementar la mayoría de lo que ahora propone.

Y es que el discurso del cambio es un espejismo para atraer a la ciudadanía. Los cambios más importantes que hicieron PSOE y PP en sus mandatos se produjeron por decisiones ajenas a las propuestas electorales. Decisiones importantes tales como la descentralización de la Sanidad y Educación, el abandono de la energía nuclear, la involucración en la guerra de Irak,  llegar a un déficit del 10%, «aceptar lo que venga de Cataluña»……etc., o no habían sido previamente propuestas o no fue explicada suficientemente su incidencia.

Y es que el discurso del cambio simplemente quiere decir «quítate tu que me pongo yo».

El PSOE aburre

ccEl PSOE aburre demasiado últimamente porque no dice nada nuevo, porque lo que dice no se sabe en que consiste, porque dice cosas genéricas inconcretas e indefinidas y sobre todo porque las cosas que dice son contradictorias.

Dice que hay que hacer el cambio y no dice en concreto que es lo que quiere cambiar y que consecuencias tendrá, positivas y negativas, como lógicamente sucede en todo cambio. Y se da la circunstancia de que en los últimos treinta años ha gobernado en seis legislaturas frente a las tres en las que ha gobernado el PP. El ex-presidente Gonzalez llegó al gobierno anunciando el cambio, que fue el mensaje principal de su campaña, y estuvo gobernando catorce años, y el último presidente del PSOE gobernó ocho años. Si lo que quieren cambiar no consiguieron cambiarlo en esos periodos poco cabe esperar ahora que no va a haber mayorías claras.

Aparte de que dicen que revocarán algunas leyes (aprobadas con mayoría de apoyo ciudadano en la presente legislatura) parece que lo que realmente les importa es «cambiar» ellos de ser oposición a ser gobierno, y para esto es mejor no dejarlo tan evidente porque hace pensar que lo único que les importa es tener el poder.

Dice el Secretario General que no pactará «a cualquier precio» pero de hecho ya lo ha hecho tras las pasadas elecciones municipales y autonómicas. Dice también que dialogará con todos los partidos para reeditar una nueva versión de los pactos de la Moncloa, y sin embargo no se cansaba de repetir que esta abierto a pactar con todos los partidos menos con el PP.

Lo de Cataluña ya es rizar el rizo porque dice que hay que cambiar la Constitución para que España siga siendo un país y para que los que quieren la independencia a cualquier precio se queden contentos. Dice que esto se consigue con una España federal y se da la circunstancia de que España es ya de hecho una organización tan descentralizada o más que los sistemas federales que hay por el mundo. No se debe frivolizar con la Constitución sin decir que es lo que proponen cambiar porque no parece que haya términos medios que puedan dejar contentos a todos.

No se si estoy soñando, pero veo un posible futuro en el que el PSOE siga siendo contradictorio y haga algo hoy impensable que es dialogar a fondo con el PP y llegar a un pacto de gobierno al estilo alemán que pueda plantear sin demagogia ni concesiones populistas un programa de gobierno que asegure el desarrollo económico del país y el bienestar de los ciudadanos. Los dos partidos tienen experiencia de gobierno y no se diferencian en tanto como nos quieren hacer pensar.

 

Democracia pastelera

La democracia pastelera que tenemos en nuestro país es consecuencia del sistema electoral adoptado en la transición que relega a los ciudadanos a echar una papeleta en una urna cada cuatro años. A partir de esta mínima intervención los partidos políticos pueden «pastelear» todo lo que les convenga a espaldas de los ciudadanos. En las democracias occidentales mas consolidadas, tales como EEUU, Francia, Alemania, Nueva Zelanda, Reino Unido, Japón, Canadá….etc, no se vota a la papeleta de un partido sino a la de una persona concreta. Quien resulta elegido es el representante de los ciudadanos de su circunscripción y estos pueden comunicarse con él y participar en las materias que sean de su interés tanto como deseen.

En nuestro país el ciudadano no tiene representante político y nada puede hacer durante cuatro años salvo aguantarse con todo lo que los políticos que tienen el poder decidan. En las democracias mencionadas el sistema electoral de circunscripciones uninominales, también denominado sistema mayoritario, produce generalmente mayorías absolutas y los gobiernos que deciden los ciudadanos toman posesión inmediatamente. Recientemente ha habido elecciones generales en el Reino Unido y al día siguiente de producirse el gobierno tomó posesión. En Francia por ejemplo, existe una segunda vuelta para el caso de que no haya resultado una mayoría absoluta, proponiendo como candidatos solamente las listas mas votadas que han superado un cierto porcentaje de votos. Con ello se somete a los ciudadanos la decisión de quien debe gobernar, precisamente para evitar que pueda haber pasteleo y surjan gobiernos de perdedores acordados en contra de la voluntad ciudadana.

En contraste, en nuestro país hay amplio margen para el pasteleo a espaldas de la ciudadanía. El gobierno de Andalucía ha tardado 84 días en constituirse tras una interminable negociación «pastelera» en la que se ha negociado el apoyo necesario para superar la mayoría absoluta a espaldas de los ciudadanos. Tras las elecciones del pasado 24 de mayo, después de dos semanas todavía no se han formado los gobiernos autonómicos ni municipales y en estos casos el pasteleo ha llegado al sumun de formarse alianzas antinaturales para evitar que gobierne el partido mas votado, incluso apoyándose en grupos surgidos del terrorismo. Curiosamente, el partido socialista, que ha tenido los peores resultados de toda su historia desde la transición, está consiguiendo imponerse en muchos Ayuntamientos y Comunidades merced a concesiones a la extrema izquierda y a permitir que la extrema izquierda gobierne en las ciudades mas importantes sin que sean los ciudadanos quienes lo hayan decidido. En resumen, tenemos una democracia pastelera.

 

PP y PSOE deberían entenderse

Hay razones de fondo por las que PP y PSOE deberían entenderse y dejar de lado la demagogia. El importante desarrollo económico de estos años, la estabilidad social y política conseguida y la plena integración en la Unión Europea se han producido bajo gobiernos de estos dos partidos. Ambos partidos están preparados para gobernar y cualquiera de los dos puede proporcionar estabilidad y progreso. Cierto que hay diferencias ideológicas entre ambos, pero hoy en día la ideología es un telón de fondo tras el primer plano más importante del desarrollo económico y social que cualquiera de los dos partidos debería considerar prioritario.

En los últimos treinta años en seis legislaturas ha gobernado el PSOE y en tres el PP, por lo que el PSOE ha tenido el doble de influencia que el PP, aunque paradójicamente el PSOE este siempre planteando «el cambio» sin concretar demasiado. Hay ciertamente reformas a realizar, a las que ya me he referido, que requieren pactos políticos porque requieren mayorías cualificadas. Una mayoría podría formarse sobre la base de «todos contra el PP», frente popular que algunos políticos destacados están promocionando y que todo parece indicar fue objeto de análisis en la famosa reunión en casa del Sr. Bono. Lo que no se sabe es si sobreviviría el PSOE a esta coalición. Otra mayoría solo puede surgir si PP y PSOE aparcan sus «sub-objetivos» ideológicos y piensan en una administración conjunta del desarrollo económico y social, en lo que a buen seguro podrían estar de acuerdo en casi un 100%.

En los últimos treinta años, el conjunto PP+PSOE ha ido creciendo en porcentajes de participación del voto ciudadano en las elecciones generales: 65% en 1989,  73% en 1973, 76% en 1996, 79% en 2000, 80% en 2004 y 84% en 2008, hasta que en el año 2011 regresó dicho porcentaje al 73%. En las próximas elecciones generales cabe esperar que continúe bajando hasta el 58% dado que las elecciones municipales ha sido el 53% y según las cifras históricas dicho porcentaje aumenta no menos de un 12% en las siguientes elecciones generales. El reparto entre los dos partidos de dicho porcentaje conjunto ha variado de unas elecciones a otras según puede verse en el cuadro adjunto y cabe destacar que el PSOE tuvo su mayor desplome en las elecciones generales de 2011 bajando del 52% al 39% (del 44% al 29% en voto popular) y que ahora en las últimas elecciones municipales ha cosechado un 25% de apoyo popular que es su peor resultado de los últimos treinta años.

Si en las próximas elecciones generales el conjunto PP+PSOE solo obtiene un 58% como indican las proyecciones históricas, ya no podrá haber una mayoría cualificada que aborde reformas estructurales de progreso dentro de La Unión Europea, salvo que se imponga un «frente popular» que plantee reformas en otra dirección mucho más allá de la socialdemocracia. PP y PSOE deberían entenderse, aunque ambos tendrían que analizar porque han perdido tanto apoyo popular y cambiar en consecuencia sus políticas.

Pactos políticos

imagesHay tres reformas que son necesarias en nuestro país y que no puede acometer ningún gobierno porque requieren pactos políticos:

1).- Modificar la Constitución para que los tres poderes del Estado sean realmente independientes y para que haya un sistema electoral en el que cada ciudadano tenga un diputado concreto que le represente y pueda a través de él participar en el desarrollo político si así lo desea.

2).- Reducir la estructura del Estado, el gasto y los impuestos, sin dejar de atender prioritariamente las necesidades sociales básicas.

3).- Dar prioridad a la educación y no contaminarla con doctrina ideológica para que haya un desarrollo libre del conocimiento y de la conciencia popular.

Un sistema electoral que garantice a cada ciudadano la «representación» y «participación» y la separación de los tres poderes del Estado son necesarios para que el sistema político sea una democracia y no una oligarquía.

La reducción de la estructura del Estado para suprimir gastos innecesarios e insostenibles pasa por la revisión del sistema de autonomías que cada vez se complica más y consume más recursos. Paradógicamente, los partidos mas entusiastas con la «igualdad» están tan contentos con que que las diecisiete autonomías vayan siendo cada vez más diferentes y crezcan los agravios comparativos para los ciudadanos.

El problema es que estos cambios requieren amplias mayorías y los políticos no están dispuestos a hacer pactos de este tipo. No tienen la categoría suficiente para entender estas necesidades ni para «ver» hacia el futuro y además anteponen sus propios intereses.

El líder del partido socialista ha sido explicito indicando que puede pactar con cualquier partido con la excepción del partido popular y los defensores del terrorismo, lo que supone destruir de antemano cualquier posibilidad de hacer estas reformas. Esta declaración dificulta también que haya mayorías de gobierno en muchas comunidades y ayuntamientos y también a nivel nacional. Dicho líder parece que apuesta por un «frente popular» que estaría lejos de hacer estas reformas. Esperemos que sus propios compañeros de partido le «muevan la silla» y haya mejores oportunidades en la próxima legislatura.

Frente popular

Según las encuestas, en las próximas elecciones generales ningún partido conseguirá la mayoría absoluta y es muy posible que pueda formarse una coalición de izquierdas o frente popular. El partido socialista ya viene preparando el terreno con la reciente declaración de su «número dos» de que pase lo que pase lo único decidido de antemano es que su partido no pactará con el Partido Popular lo que a sensu contrario indica que pactaría con cualesquiera de los demás partidos según conveniencia.

La eventualidad de un frente popular fue posiblemente debatida en la famosa reunión «clandestina» del anterior presidente del gobierno con el nuevo líder de la extrema izquierda y no es casualidad que, a partir de entonces, el anterior presidente dejara de pasar desapercibido y comenzara a dejarse ver con más frecuencia y a hacer «visitas de Estado» por Sudamérica. Puede que en la famosa reunión secreta fuera objeto de comentario que un posible futuro frente popular plantearía que el pueblo decida sobre la forma de estado y para la ocasión el Sr. Zapatero pudiera ser presidenciable. Esperemos que se trate de ciencia ficción porque la historia se repite y ya sabemos como acabó todo.

Votar con criterio

Es importante votar con criterio, porque en nuestro país la única participación política de un ciudadano es votar cada cuatro años. Una vez echada la papeleta en la urna, el ciudadano ya no tiene posibilidad de opinar porque no tiene con quien comunicarse ni quien le represente ya que los diputados solo representan a quien les puso en la lista.

Votar con criterio es dejar de lado los impulsos emocionales y tratar de encontrar una razón que prevalezca sobre las demás para elegir la papeleta de uno u otro partido, aunque como decían en Italia haya que «taparse la nariz», lo que, dadas las noticias de abusos cometidos por miembros de la clase política, quizás haya que hacer en cualquier caso sea cual sea la opción elegida.

Votar con criterio ideológico no es en mi opinión prioritario ya que todos los partidos políticos no extremistas defienden suficientemente la libertad, la justicia social, la igualdad…etc, y muchas veces, cuando un partido hace bandera por alguna causa ideológica concreta, después es incapaz de implementarla cuando está en el poder, porque una cosa es prometer algo y otra cumplir la promesa. Además, las cuestiones ideológicas de largo alcance deberían contar con amplias mayorías, es decir ser consensuadas por los partidos mayoritarios.

Votar con criterio económico tiene su razón de ser porque la principal tarea de los gobernantes es administrar el bien común y procurar el buen uso del dinero público sin deficits presupuestario ni deuda que alcancen niveles problemáticos que amenacen el bienestar social futuro. Sin embargo, este criterio es mas bien excluyente, no para elegir un partido sino para descartarlo. Y la prueba de fuego no reside en el programa electoral sino en su quehacer histórico cuando estuvo en el poder.

Votar con criterio de valoración de las experiencias pasadas tiene el sentido de que «por los hechos los conoceréis» y no cabe duda de que es una buena forma de elegir. No obstante «cada uno habla de la feria según le va en ella» y para basar el voto en este criterio hay tener en cuenta datos objetivos y dejar a un lado que las circunstancias personales hayan sido buenas o malas. En la medida en la que se imponga la subjetividad se pasa a votar con criterio emocional. Igual que es votar con criterio emocional votar a partidos que no hayan tenido experiencia de gobierno.

Votar con criterio analizando el programa electoral de cada partido es poco útil, aunque puede servir para descartar a los partidos que propongan metas utópicas o manifiestamente subversivas del stau quo de un país como el nuestro que tiene los estándares de la Unión Europea. Los programas electorales de los principales partidos siempre plantean objetivos que en su conjunto son más o menos razonables, lo que ocurre es que una vez conquistado el poder consideran que el programa es revisable según las circunstancias y no se ciñen a él.

Votar con criterio emocional es votar sin reflexión en base a la conexión emocional con una opción política, sea por adhesión emocional a un líder carismático o por la influencia del entorno social frecuentado. En nuestro país, a falta de poder votar a una persona que te represente, hay una tendencia perversa al voto emocional, y los partidos tratan de hecho de excitar la vena emocional de los ciudadanos en sus actos electorales. Los mas frikis cultivan exclusivamente la vía emocional y la centran en descalificar e insultar a sus adversarios.

En los principales países democráticos en los que hay circunscripciones unipersonales (Francia, EEUU, Alemania, Reino Unido, Japón, Nueva Zelanda, Canadá,..), votar con criterio es votar a la persona que te ofrece mas confianza de que va a defender el bien común, con independencia de a que partido pertenece si es el caso, y quien resulte elegido es un representante con quien se puede participar tanto como se desee. En nuestro país, no elegimos representantes y por tanto la «confianza» hay que depositarla en un partido por cuatro años, por lo que los impulsos emocionales implican alto riesgo.

A quien votar

En los países occidentales realmente democráticos es muy fácil decidir a quien votar. Solo hay que decidir quien es la persona que te inspira más confianza para que te represente de entre los candidatos que optan a ser elegidos. Quien resulte elegido puede militar en un partido o en otro, y también puede ser independiente, pero, a nivel global, el partido dominante agrupa un conjunto de diputados que han pasado uno a uno por el filtro de tener la confianza de la mayoría de sus representados. Además la relación entre representantes y representados no se acaba al depositar la papeleta en la urna sino que puede ser tan frecuente como cada ciudadano desee.

Esta forma de representación está basada en circunscripciones unipersonales, es decir, en circunscripciones electorales en las que se elige un solo diputado, con lo que cada diputado electo tiene la confianza de sus electores. Este sistema esta vigente en Francia, Alemania, Reino Unido, EEUU, Japón, Canadá, Nueva Zelanda….., pero no lo está en nuestro país donde el diputado electo solo ha pasado el filtro de tener la confianza de quien le puso en una lista de candidatos que se elige en bloque, porque en nuestro país no se vota a un representante sino a un partido político. Y la consecuencia es que ningún ciudadano tiene representante y ningún diputado tiene ciudadanos que representar. Todo se «cuece» en los partidos políticos a espaldas de los ciudadanos.

Por esto en nuestro país es muy importante decidir bien a quien votar, es decir, a que partido votar, porque a partir de ahí ya no hay participación posible para influir en las decisiones de los diputados ya que no se puede hablar con ellos, ni por consiguiente influir en ellos, que además, en cualquier caso, se pliegan a la disciplina de voto que les impone su partido. Digamos que en la legislatura los ciudadanos ya no cuentan para nada y las decisiones las impone a su gusto el partido dominante, sin que los partidos de la oposición tampoco puedan influir en ellas con criterios contrastados con ciudadanos a los que representen porque éstos no existen.

Por esto, es muy importante elegir bien a quien votar. Si votas a uno de los dos grandes partidos que están consolidados y han tenido prolongados periodos de gobierno, estarás apostando por tener estabilidad en las cuestiones mas esenciales y por estar en la órbita de la Unión Europea, aunque uno y otro pongan mas o menos acento en algunas de las cuestiones y aunque hayan cometido errores en el pasado. Garantizar una cierta continuidad es en estos momentos importante para consolidar el crecimiento económico. Votar opciones minoritarias que no han tenido experiencia de gobierno tiene mayor riesgo aunque algunas de ellas estén bastante consolidadas y dejen saber claramente su orientación. De las opciones separatistas, se sabe lo que proponen pero esconden sus verdaderos propósitos personales, que en el caso de la mayor de estas opciones están destapando varios procesos judicial actualmente en marcha.

La opción de votar a un partido nuevo que no ha tenido experiencia de gobierno, y por lo tanto no ha mostrado en la práctica como gobierna, supone un acto de fe y de sintonía con todo lo que dicen, porque no tienen todavía estructura ni equipo suficientes para ofrecer un programa coherente que este a la altura de los valores de la Europa occidental. De lo que puede deducirse de como se manifiestan los líderes de este nuevo partido, parece que anteponen la ideología a la economía y que sus ideas están en la órbita de la extrema izquierda, lo que puede tener sus partidarios, pero es un cambio radical de inciertas consecuencias en relación con las tres pasadas décadas. El hecho de ser recién llegados y aspirar a engrosar todavía más el excesivamente amplio elenco de políticos, supone que en el caso de gobernar habría que abrir hueco a costa de los ciudadanos a toda una nueva generación de partidarios, amigos y familiares en cargos de la administración y empresas públicas como sucedió con los partidos que han gobernado.

Decidir a quien votar guiados por el legitimo rechazo a los abusos cometidos por miembros de la clase política y elegir a un nuevo partido por el hecho de que es nuevo y no tenga historia, supone ignorar que en caso de haber estado en la política hubieran tenido también sus casos de corrupción, como por cierto algunos medios de comunicación empiezan a airear. No en vano los casos de corrupción se han dado en todas las formaciones que han gobernado en algún territorio y han ejercido su poder. La irritación de los ciudadanos, que eficazmente ha sabido canalizar el nuevo partido, está sirviendo para que se adopten nuevas medidas para combatir la corrupción, pero nada realmente efectivo se conseguirá si no empezamos por la base raiz de la democracia que es el sistema electoral con circunscripciones unipersonales que está vigente en las principales democracias occidentales. Yo por mi parte estoy dispuesto a decidir a quien votar si un partido propone como piedra angular de su programa la adopción de dicho sistema electoral.

Final de carretera

Final de carreteraLa división del territorio español en 17 autonomías llega al absurdo de que te encuentres un cartel de «final de carretera» cuando te aproximas desde una Autonomía a otra.

La imagen corresponde a un trayecto que hago con cierta frecuencia desde el pueblo aragonés de Undués de Lerda al pueblo navarro de Sangüesa, en el que después de varios kilómetros de circulación por una carretera provincial correctamente asfaltada, te encuentras con que se termina la carretera porque entras en territorio navarro. Para continuar desde dicho lugar a Sangüesa  hay que seguir un camino de tierra lleno de enormes baches de unos tres kilómetros hasta llegar a la carretera navarra que une Javier y Sangüesa a cuatro kilómetros de esta. También se puede elegir otro camino de tierra difícilmente practicable que conduce a Javier.

La división del territorio español en 17 autonomías no solo plantea problemas de unidad de mercado, derroche presupuestario, solape de competencias, oportunismos separatistas, …etc, sino que llega a absurdos como el relatado que complican la vida de los ciudadanos que también se producen en otras materias como la asistencia sanitaria o la educación. La descentralización puede aplicarse de forma efectiva sin afectar a la unidad y sin multiplicar los costes, y desde luego sin llegar al absurdo.

Reforma de la Constitución

Constitución españolaEs lamentable que los políticos hablen de la reforma de la Constitución sin decir claramente que es lo que quieren incluir y para qué y ninguno se refiera a las tres carencias básicas del texto constitucional, realmente urgentes de corregir, por las que nuestro sistema político es en la práctica escasamente democrático:

Una de ellas es la independencia del poder judicial, lo que por obvio no requiere mas comentario. Otra es la representación política de los ciudadanos, hoy en día inexistente ya que el ciudadano no tiene un representante concreto a quien pueda dirigirse como sucede en los principales países desarrollados. La soberanía está delegada a los partidos políticos y los diputados representan únicamente a quien les puso en la lista. La tercera carencia es la participación, que es consecuencia de la falta de representación. Para corregir estas dos últimas carencias sería preciso cambiar la ley electoral para adoptar el sistema de circunscripciones uninominales como en el Reino Unido, Japón, EEUU, Alemania, Francia, Canadá,…etc.

Sin embargo leemos todos los días propuestas inconcretas para la reforma de la Constitución. El líder del PSOE dice que «hay que avanzar en el federalismo» sin advertir que nuestro país es hoy en día más federalista que Alemania, con 17 autonomías que tienen descentralizadas las competencias que incluyen la mayoría de la actividad económica. Dice incluso que «el título VIII es letra muerta y que hay que dar salida a las necesidades de las Comunidades Autónomas», posiblemente refiriéndose a la «salida» total, porque su planteamiento está claramente basado en desmembrar todavía más el Estado para contentar a los separatistas catalanes, cosa además imposible. Otro líder político de nueva aparición habla de «abrir el candado», refiriéndose a todo lo acordado por consenso en la transición, seguramente para echar acto seguido otro candado de mayor alcance como el que mantuvo encerrados durante décadas a los países del este europeo.