La soberanía popular está intervenida

soberania popularLa actividad política de los ciudadanos se reduce a echar una papeleta en una urna cada cuatro años para elegir un partido político y su lista de candidatos. A partir de entonces la soberanía popular está intervenida y reside en los partidos políticos. Además, el partido o coalición gobernante controla de una u otra forma los tres poderes del Estado. No existe por tanto ni representación ni participación política ni una justicia realmente independiente.

Si un ciudadano quiere intervenir, opinar, proponer, censurar, protestar, participar,….etc., no tiene a quien dirigirse ya que nadie le representa. Solo le queda salir a la calle a protestar, que es lo que está sucediendo de hecho a diario. Esto lo decidieron los representantes de las «derechas» y las «izquierdas» en la transición política, que optaron por que todo siguiera estando «atado y bien atado» aunque hubiera alternancia de poder.

El sistema electoral de los países democráticos más desarrollados tiene tantas circunscripciones electorales como representantes a elegir, con lo que cada ciudadano tiene un diputado electo que le representa al que puede dirigirse tanto como desee durante la legislatura. Es la fórmula que se aplica en Francia, en Estados Unidos, en Reino Unido y en Alemania, en este último caso para elegir a la mitad de la Cámara.

Votar a los partidos es en la práctica votar marcas, ya sea la marca “derechas” o “izquierdas” para darles el poder absoluto por cuatro años. Si la clase política realmente defendiera el interés común, debería replantearse el sistema electoral y ponerlo en línea con los países líderes en progreso, desarrollo y justicia social. Claro que si la soberanía popular no estuviera intervenida y las leyes se hicieran con participación ciudadana y la justicia fuera totalmente independiente, habría muchos menos políticos y muchos de ellos estarían en la cárcel.

La política del partido socialista

 

partido socialistaNo está nada claro lo que actualmente defiende el partido socialista aparte de tener la actitud radical negativa de oponerse a todo lo que haga el Gobierno y de apoyar todas las protestas callejeras. Su propuesta política actual considera que no hay que recortar prestaciones sociales para ajustar la economía, aunque lo hizo cuando gobernaba, y que se puede seguir viviendo con gastos que no se pueden pagar, con un déficit como el del 9,4% del pasado año. Es cierto que el Gobierno podría recortar con prioridad otros gastos de menor impacto social y es lamentable que no lo haga, pero muchos de ellos requieren que el partido socialista tenga una actitud positiva, o por lo menos la falta de esta actitud es una escusa para ignorarlos. Tampoco contribuye a la cooperación el recuerdo de que tampoco contaban en el pasado con la actitud positiva de la oposición cuando gobernaban.
Dejando a un lado la cuestión emocional, que genera adhesiones inquebrantables, el ciudadano que reflexiona dejando la pasión a un lado, espera que un partido socialista defienda que la sociedad progrese en igualdad, pero sobre todo en igualdad económica, es decir en ensanchar la clase media, incorporando las capas sociales más desfavorecidas. De poco sirven las «igualdades» puramente ideológicas (que también son dignas de atención) si amplias capas ciudadanas viven bajo el umbral de la pobreza. El ciudadano que piensa un poco, lo que quiere es que los gobernantes administren austera y sabiamente el bien común y que procuren que haya prosperidad y oportunidades y votará «en contra» del partido que no lo haga. Mas allá de esto, los ciudadanos tienen sus preferencias ideológicas y según ellas votarán a unos u a otros, dentro de las deficiencias del sistema electoral actual.

En la actualidad el Gobierno tiene el apoyo mayoritario de la sociedad y hay que asumir que las decisiones que toma tienen por tanto apoyo mayoritario, aunque ciertamente, debido a que el sistema electoral actual impide la participación ciudadana, el verdadero apoyo no se sabrá hasta dentro de cuatro años. Pero es lo que tenemos, en buena parte porque así lo quiso el partido socialista cuando se adoptó el sistema electoral vigente. Hay por lo tanto que dejar al Gobierno que gobierne y hacer oposición con proposiciones alternativas a las decisiones planteadas, para lo que los exabruptos parlamentarios y la algarabía en las calles ayuda muy poco. La estrategia de desatar pasiones y provocar rechazos viscerales buscando el «quítate tu que me pongo yo» es lamentable y deja traslucir que los valores que se defienden no son realmente socialistas sino los de beneficiarse de las prebendas que se consiguen estando en el poder.

Un partido socialista que defendiera el poder adquisitivo de las clases más desfavorecidas, promoviera otros principios ideológicos de igualdad pero defendiera las libertades individuales, hiciera contribuciones positivas para la superación de las dificultades económicas sin dejar de hacer oposición, dejara de apoyar el desorden callejero, y estuviera dispuesto a hacer un pacto con el partido popular para simplificar y abaratar la administración del Estado, para reformar la ley electoral introduciendo la verdadera representación y participación ciudadana, y de paso legislar la total independencia del poder judicial, contaría con un amplio apoyo ciudadano. Además dejaría en evidencia al partido del Gobierno si deja pasar la oportunidad de consensuar materias que puede entenderse que merecen apoyo si son bien explicadas.

La ley electoral

la ley electoralLa reforma de la ley electoral tiene que incorporar tantas circunscripciones electorales como diputados a elegir, como en Francia, Alemania, EEUU, Reino Unido y otras democracias de occidente.  De esta forma, cada ciudadano tiene un representante concreto con nombre y apellidos para participar en el desarrollo político tanto como desee. La ley electoral no debe limitarse a corregir la proporcionalidad entre votos y escaños de los partidos, o a las listas abiertas, porque no cambiaría la situación actual de que son los partidos y no los ciudadanos quienes están representados en el Parlamento.

Con la reforma de la ley electoral con circunscripciones en las que se elige a un solo diputado cada ciudadano tiene su representante, que es el diputado elegido en la circunscripción electoral en la que vota. Puede dirigirse a él en cualquier momento y hacerle llegar sus propuestas o sus opiniones. En la actualidad, un ciudadano no tiene representante y su participación se limita a votar cada cuatro años a la lista de un partido. Se trata de que la soberanía resida en los ciudadanos y no solamente en los partidos políticos. Así cada ciudadano podría elegir entre participar directamente a través de su representante o inhibirse y dar su confianza a un partido político lo que actualmente es la única opción.

Con esta reforma de la ley electoral los ciudadanos pueden influir en cada una de las leyes concretas y no como ahora que solo pueden dar su voto al paquete global del programa del partido que incluye tanto propuestas aceptables como inaceptables. Con esta reforma de la ley electoral cada ciudadano puede libremente participar sin tener que ser necesariamente militante de un partido y depender de su dinámica interna. Estando asegurada la representación legítima y los cauces de participación ciudadana, las leyes podrán orientarse de acuerdo con la voluntad popular. La separación de poderes sería una de las primeras metas que un Parlamento genuinamente representativo se plantearía.

Modelo de estado cambio radical

modelo de estadoEl modelo de estado fue diseñado en España por políticos de uno y otro bando a espaldas de los ciudadanos, que no pudimos opinar sino solamente decir si o no una vez que todo estuvo cocinado. Estos políticos cuidaron de que no hubiera democracia real con representación y participación y de que no hubiera separación de poderes, es decir, cuidaron en que todo estuviera «atado y bien atado». Pero lo más grave es que diseñaron un modelo de estado que era de partida excesivo en tamaño y con tendencia a crecer de forma incontrolada sin criterio de unidad.

El diseño de modelo de estado fue tan desproporcionado que el país necesitaba crecer cada año por encima del 2% para generar empleo neto. Pero los políticos de turno en el poder hacían los presupuestos suponiendo que el país siempre crecería por encima de esa cifra y que las cuentas podían tener déficit amplios para lo que aumentaban cada año la deuda llegando en los tres últimos años a niveles gravemente irresponsables.

Ahora hemos tocado fondo y hay que hacer cambios radicales porque el plan recientemente anunciado no sirve. Hay que eliminar de raíz todo lo superfluo: asesores, empresas públicas prescindibles (más de 3000), coches oficiales (¿30.000?), televisiones públicas, embajadas, subvenciones a partidos, sindicatos y patronales,….etc., pero esto solo para empezar porque tampoco parece que basta. Habrá que revertir las competencias de comunidades autónomas que suponen el 60% del gasto total del Estado y que el mero hecho de fraccionarse en 17 partes arruina la ecuación económica.

El cambio de modelo de estado es urgente y si no se aborda inmediatamente, sucederá la temida intervención europea, aunque quizás no haya otro remedio y sea Bruselas quien nos impone el gobierno de coalición entre PP y PSOE que debió haber desde el primer momento y que no han sabido nuestros políticos poner en marcha. Si esto sirve para cambiar radicalmente el modelo de estado bien venido sea, pero habrá que encontrar un Monti español que no sea político, que conozca la administración y el mundo privado, que tenga prestigio y que pueda aglutinar voluntades y genere confianza, rara avis en nuestro altamente politizado país.

Si esto llegara a suceder, el nuevo modelo de estado tendría que incorporar tres ingredientes de orden político: La elección directa del jefe del poder ejecutivo, la independencia del poder judicial y una sola cámara legislativa elegida en circunscripciones uninominales, es decir en circunscripciones en las que se elija a un solo diputado. Con esto los ciudadanos estaríamos representados y podríamos participar y nunca más los ciudadanos tendríamos que contemplar como la situación política y económica se desboca sin poder hacer nada para impedirlo.

Democracia autocrática no representativa

democracia representativaEn España funciona la libertad de prensa, la libertad de expresión, la libertad de asociación.…etc., pero el sistema político está diseñado con elementos autocráticos esenciales que lo convierten en una democracia autocrática no representativa. En estos elementos radica el núcleo de nuestros problemas.

Para empezar, no hay separación de poderes. El partido que gobierna controla también el poder legislativo y dispone de influencia suficiente para alinear el poder judicial en las decisiones más importantes, ya que domina la designación de los miembros del Tribunal Constitucional, tribunal que tiene el poder de desautorizar al Tribunal Supremo.

Tampoco hay representación política de los ciudadanos, porque la soberanía la tienen los partidos políticos que son quienes deciden las listas de diputados. El ciudadano no tiene un representante en el Parlamento y su participación se reduce a votar a un partido político cada cuatro años. La ley electoral está diseñada de forma que los diputados sólo representan a quien los incluyó en las listas y votan en el Parlamento con rigurosa disciplina de voto. El partido político dominante puede legislar durante cuatro años al margen de los ciudadanos, imponiendo las leyes que le interesa sin pulsar caso por caso la voluntad del pueblo. Es decir con autoritarismo y sin participación.

La democracia autocrática no representativa fue impuesta por los dos partidos políticos dominantes (la derecha y la izquierda) al diseñar la concentración de poderes y el sistema electoral con largas listas, renunciando a inspirarse en lo que hacen los países más avanzados. Hay quienes todavía dicen que la concentración de poder fue diseñada para evitar los riesgos derivados de la falta de cultura democrática, pero en realidad el diseño responde al interés de la clase política de aprovechar la oportunidad histórica de tener el poder absoluto, como el que existía en la Dictadura, aunque tuvieran que aceptar de vez en cuando alternarse.

Burbuja del gasto público

gasto publicoLa burbuja del gasto público es tan peligrosa o más que la del ladrillo. Un experto economista que opinaba hace un par de días en «El Confidencial «sobre la situación económica lamentándose del silencio respecto a los detalles de las relaciones inconfesables cajas/casta política/promotores corruptos. Parece evidente que estas «relaciones inconfesables» han impulsado al sector de la construcción mucho más lejos de lo razonable al amparo del ciclo de bonanza económica de los últimos años. Estos excesos son los que ahora, en las horas bajas de la economía, han provocado que las cajas tengan créditos incobrables por miles de millones de euros que de una u otra forma tiene que reponerlos la sociedad. Parece obvio que estas operaciones fallidas sean investigadas a fondo, pero no se ve progreso al respecto. Están sin aclarar incluso casos señalados como el de la construcción del aeropuerto que supuso el fin de la Caja Castilla-La Mancha.

La burbuja del ladrillo ha explotado y de una u otra forma la tenemos que pagar los ciudadanos. Sin embargo la burbuja del gasto público no parece que pueda explotar porque depende de los propios políticos y no parece que estén por la labor. La administración está sobredimensionada con autonomías, diputaciones, ayuntamientos, con duplicidades, solapamientos e ineficiencias por falta de unidad, asesores, subvenciones innecesarias e incluso escandalosas, coches oficiales, guardaespaldas, …etc., que es un conjunto insostenible a largo plazo.

La burbuja del gasto público solo puede explotar si deciden hacerlo los propios políticos porque los ciudadanos no podemos hacer nada aparte de votar cada cuatro años para que gobierne uno de los dos partidos mayoritarios. Otra cosa sería si en nuestro país tuviéramos el sistema electoral vigente en los países desarrollados, reforma que es la primera que hay que hacer porque es la llave de todas las demás.

De todas formas si la burbuja del gasto público no explota, la harán explotar los europeos a través del mecanismo de la intervención, o bien volveremos a la antigua divisa y nos empobreceremos todavía más.

65 Diputados en Madrid con 65 Circunscripciones electorales

Diputados en MadridLa Presidenta de la Comunidad de Madrid comunicó ayer que se proponía reducir de 129 a 65 el número de diputados de la Asamblea de Madrid. Es sin duda una decisión acertada pero tendría que estar acompañada de otra forma de elegir a los diputados, concretamente en 65 circunscripciones. De esta forma cada ciudadano de la Comunidad de Madrid sabría que diputado le representa y podría dirigirse a él cuantas veces considere oportuno.

La Presidenta ya comentó sobre este tema el 14 de junio del pasado año cuando refiriendo a la regeneración democrática dijo que hay que acercar los ciudadanos a sus “representantes” políticos. Después, el 29 de noviembre concretó la idea de dividir Madrid en 43 circunscripciones electorales para elegir 43 diputados de la Asamblea, aunque los restantes hasta 129 serían elegidos en una circunscripción única como actualmente. Quizás con 43 diputados sería suficiente, pero 65 también es razonable. Lo que no es aceptable es elegir en circunscripción única.

Regenerar el sistema electoral en Madrid sería un buen paso para hacer lo mismo en las elecciones generales dividiendo el país en 350 circunscripciones electorales. Es el sistema que funciona en EEUU, Francia, Reino Unido, Alemania (en este caso para la mitad de la Cámara) y en otros países, sistema que los redactores de la Constitución y de la Ley Electoral deberían haber adoptado en lugar de «inventar» la fórmula actual que margina totalmente a los ciudadanos y sitúa la soberanía popular en los partidos políticos, por supuesto en los dos mayoritarios.

Indignación y sistema electoral

IndignacionIndignación es lo que lleva a la calle a los ciudadanos como única forma de protesta que prevé nuestro sistema político. La participación política del ciudadano se reduce a delegar en un partido político votando cada cuatro años y a manifestarse de cuando en cuando para desahogarse. No existe forma de canalizar sistemáticamente ideas y propuestas para su debida consideración porque los ciudadanos no tienen representante a quien dirigirse.

La partitocracia suplanta la soberanía popular y facilita que el partido o la coalición en el poder gobierne a su criterio sin censura. Lo que no entiendo de los protagonistas de la indignación es que quieran influir en las decisiones políticas y sin embargo propongan un sistema electoral proporcional que refuerza todavía más la partitocracia. Véase lo que sucede en Grecia donde la proporcionalidad ha conducido a la fragmentación de partidos, a la potenciación de partidos extremistas y a serias dificultades para formar gobierno, sin que los ciudadanos puedan hacer otra cosa que manifestarse.

La forma de canalizar positivamente la indignación es con un sistema electoral en el que los ciudadanos tengan su representante y puedan a través de él participar en las decisiones políticas, que es el de circunscripciones uninominales en las que se elige a un solo diputado. El diputado electo representa a todos los electores le hayan o no le hayan votado, lo que no conoce. A través de él se pueden canalizar críticas y propuestas día a día y el diputado  vota en el Congreso según el sentimiento mayoritario en su circunscripción y si no lo hace así pone en peligro su reelección. Es el sistema que rige en Alemania, Francia, Reino Unido, EEUU y otras democracias de éxito.

Este sistema tiene además la ventaja de que permite gobiernos fuertes que no tienen que comparar votos de partidos minoritarios, sin que por ello las minorías dejen de estar representadas. Los intereses minoritarios están mejor defendidos día a día a través de los auténticos representantes que por votar a un partido minoritario cada cuatro años.  Es también preferible un gobierno fuerte día a día criticado que un gobierno precario con patente de corso por cuatro años.

El sistema electoral está blindado y es inaceptable

esta blindadoEl sistema electoral está blindado y el ciudadano no conoce quien es su representante político, sencillamente porque no lo tiene. Los diputados representan a quien les incluyó en la lista y están comprometidos con la disciplina de voto. Ningún ciudadano puede exponer sus puntos de vista ni hacer propuestas porque no tiene a quien dirigirse con el compromiso de ser atendido. Y si no hay representación no puede haber participación.

El Gobierno central, los gobiernos autonómicos, los diputados o senadores, los partidos políticos…etc.,  no tienen comunicación directa con los ciudadanos y por lo tanto desconocen lo que piensan. Solo les interesa lo que dicen las encuestas y los resultados electorales cada cuatro años sobre las listas y programas que presentan los partidos cocinados a espaldas del pueblo. El sistema vigente garantiza que uno de los dos partidos mayoritarios, en este momento el partido Popular, gobierne durante cuatro años sin participación ni representación ciudadana aglutinando los tres poderes del Estado. Ambos partidos están satisfechos con repartirse el poder alternando sus mandatos según los resultados.

La situación está blindada y es imposible que los dos partidos mayoritarios se pongan de acuerdo para reformar la ley electoral para que haya verdadera representación política y para que cualquiera que lo desee pueda participar a través de su representante. Tampoco es posible que se pongan de acuerdo para reformar la Constitución y garantizar una separación de poderes actualmente inexistente. Tampoco para otras actuaciones necesarias para garantizar la sostenibilidad del Estado hoy amenazada.

Es increíble que nadie levante la voz para denunciar este déficit democrático. Muchos hablan de la regeneración democrática sin reparar en que la única forma de que haya representación y participación es con el sistema mayoritario de circunscripción uninominal que es el que está vigente en los países democráticos desarrollados. Lamentablemente cada vez que se comenta públicamente sobre el sistema electoral se alzan voces pidiendo la proporcionalidad entre votos y escaños, que es todavía peor que lo existente, o las listas abiertas que ya fracasaron en la segunda república y que las tenemos en el Senado sin que sirvan para nada. La presión ciudadana tendría que concentrarse en exigir el sistema electoral con circunscripciones uninominales porque lo demás vendrá por añadidura.

Treinta y un aniversario del 23-F

23 FHoy se cumple el treinta y un aniversario del 23-F y la información de lo que pasó sigue siendo materia reservada. Si lo que nos han contado del “veintitrés efe” es todo lo que hay, no se entiende porque no se hacen públicos todos los documentos relativos al caso ni porque los protagonistas del evento que todavía viven no cuentan llanamente su experiencia.

Para el ciudadano normal la historia del  “veintitrés efe” gira sobre dos hechos contrastados: la entrada del Coronel Tejero en el Congreso y la llegada de un General proponiendo una lista de ministros para hacer un gobierno de coalición que el Congreso tendría que ratificar. Todo lo demás que pudimos ver, leer o escuchar en los medios de comunicación constituye el decorado del entorno pero no aporta nada sobre lo que se pueda deducir que es lo que en realidad ocurrió. La entrada de Tejero en el Congreso, acompañado de dos autobuses de guardias civiles, fue lo que puso en marcha el proceso, pero el contenido de fondo estaba más bien en el gobierno que se pretendía constituir como salida de la crisis, gobierno cuyos componentes figuraban en la lista que el General Armada llevó al Congreso.

No es creíble que sobre la marcha, el Parlamento pudiera decidir constituir un nuevo gobierno, conseguir la aceptación de sus componentes y cambiar el orden constitucional. Tampoco es creíble que el general Armada fuera tan iluso como para creer que su lista sería aprobada, salvo que hubiera ya circulado por centros de decisión críticos y de una u otra forma hubiera entendido que podía funcionar. No es previsible de antemano que los integrantes de la lista, todos de calidad contrastada y representando a todos los partidos, hubieran aceptado la propuesta, salvo que la lista hubiera sido positivamente contrastada por centros de poder pertinentes y sintonizaran con el fin perseguido y la idea subyacente.

Tampoco es creíble pretender que los diputados dieran su aprobación sin el visto bueno de sus partidos. O era una ingenuidad o una parte del camino estaba ya andado. Curiosamente, fue el Coronel Tejero quién abortó el proceso al rechazar la lista de ministros que le presentaban, razón de más para suponer que si la lista se hubiera presentado al Pleno muchos otros también la habrían rechazado de no contar con los apoyos oportunos.