Régimen de laxitud y decadencia

Cuando los que gobiernan ponen por delante una cortina ideológica para desviar la atención de la realidad, inevitablemente hay laxitud y decadencia y queda demasiado margen para el engaño, la corrupción y el clientelismo.

Cuando un partido político tiene un poder casi absoluto durante cuatro años sin la amenaza de perderlo, inevitablemente hace uso de él anteponiendo sus propios intereses al de los ciudadanos.

Cuando un partido político se nutre de funcionarios de la política, en la que “nacen, se desarrollan y mueren”, inevitablemente hay mucha ignorancia de cómo hay que gobernar, muchos intereses bastardos y un excesivo peso muerto que tienen que pagar los ciudadanos.

Cuando los ciudadanos no saben ni pueden influir en cómo se gasta el dinero público, inevitablemente florecen las subvenciones, los gastos superfluos, los comisionistas y la corrupción.

Cuando se aparca la ética y los dirigentes no dan ejemplo de integridad de valores y principios, inevitablemente la política se convierte en una escuela de laxitud en la que se tiende a rehuir compromisos y a convivir con una moral relajada que desincentiva las iniciativas emprendedoras.

Cuando los nombramientos están basados en el amiguismo y el clientelismo, inevitablemente se viene abajo la confianza y se deteriora gravemente el ambiente social.

Cuando los ciudadanos no tienen su representante político con nombre y apellidos, inevitablemente la distancia entre la sociedad y los políticos se hace cada vez mayor.

Cuando los dirigentes políticos basan su discurso en insultar y descalificar y no dan síntoma de centrarse en resolver los problemas más importantes del estado, inevitablemente se genera desesperanza y crece el odio a la clase política.

Y cuando, además, los que gobiernan sólo velan realmente por continuar en el poder mientras el pueblo continúa empobreciéndose, inevitablemente el mensaje de desconfianza se universaliza y huyen los inversores.

Atrapados por la flecha del tiempo

Nuestra vida discurre desde el pasado hacia el futuro y no podemos concebir que el transcurso del tiempo pueda cambiar de sentido, aunque paradójicamente podamos ver una película al revés. La flecha del tiempo siempre está avanzando y la Ciencia la reconoce como un fundamento básico, igual que el principio de causalidad o la segunda ley de la termodinámica.

Sin embargo no deja de ser curioso que la verdad científica de que “la causa precede al efecto en el tiempo” se refiera a un tiempo absoluto independiente del observador, como si la relatividad especial que postula que el tiempo depende del observador solo fuera aplicable a conceptos o sucesos no relacionados causalmente.

En la práctica, la “película de la vida” de los próximos millones de años serán escenas fijas ya determinadas para quienes nos observaran desde el Universo. Los hipotéticos observadores que se encuentren en la galaxia de Andrómeda (el objeto más lejano directamente visible) verán dentro de dos millones y medio de años lo que está pasando ahora en la Tierra y para ellos nuestras andanzas forman parte de una “película” que ya está rodada para los próximos dos millones y medio de años y no puede cambiarse. A no ser que el fenómeno de ”entrelazamiento cuántico”, que produce vinculaciones instantáneas independientes de la distancia, permitiera cambiar las causas antes de que generen los efectos.

Es una pena que no podamos asimilar lo que es la dimensión tiempo de la misma forma que tenemos asimiladas las otras tres dimensiones espaciales, porque es probable que todas tengan la misma naturaleza aunque no lo entendamos. Para tener mayor entendimiento tendríamos que tener mayor capacidad sensorial, porque como decían los escolásticos: Nihil est in intellectu, quod prius non fuerit in sensu. La tecnología nos está ayudando a percibir detalles de la realidad que no están al alcance de nuestros sentidos, pero por el momento seguimos estando atrapados por la flecha del tiempo.

El voto en contra

En las elecciones solo cabe votar a un partido político o abstenerse y durante la legislatura no hay posibilidad alguna de participación.

La fórmula más elemental y de mayor éxito en las democracias consolidadas es votar a una persona en cada circunscripción electoral, para que quien salga elegido represente a los electores y puedan éstos participar canalizando a través suyo sus inquietudes.

Pero lo que tenemos en España son las listas con el bloque de candidatos que deciden los partidos. Votamos en realidad a un partido político y para esto la lista podría estar en blanco, pues tanto da que el partido ponga los nombres antes de las elecciones como que los ponga después. En cualquier caso nadie tiene la responsabilidad de representarnos.

Dado que hay que votar a un partido político, hay que pensar qué es lo que cada uno ofrece y aquí empiezan los problemas, porque cada partido ofrece un paquete de medidas que incluye unas que convencen, otras que no tanto y algunas que hay que rechazar. Votando el paquete completo el partido ganador entiende equivocadamente que ha obtenido un respaldo incondicional para todo su programa, cuando hay materias que votadas una a una serían rechazadas.

Si votáramos a un solo candidato, el representante elegido seguiría estando comprometido con el programa de su partido, pero estaría todavía más comprometido con sus representados. Su apoyo o rechazo a las materias concretas del programa de su partido estaría muy condicionado por el sentimiento de sus representados y por la evolución de los acontecimientos, difícil de prever para la totalidad de la legislatura.

En estas condiciones, ante la necesidad de elegir una de las listas, muchos ciudadanos escogen la opción que consideran menos mala porque consideran que todas son rechazables dada la escasa credibilidad de la clase política en general. Hay políticos concretos que tienen credibilidad, pero cuando un ciudadano ve una lista con 35 nombres la credibilidad se viene abajo.

Una fórmula de compromiso razonable sería que también se pudiera votar en contra. El voto en contra es muy sencillo, simplemente es un voto que no suma sino que resta. Al fin y al cabo es una opción legítima y personal de cada uno. No tiene sentido que un ciudadano vote a un partido del que no le gusta ni su programa ni su credibilidad, solo porque así pone más difícil la elección de otro partido que todavía considera que es peor. Si ningún partido le parece elegible, pero hay uno concreto que considera que es manifiestamente rechazable, creo que sería mucho más representativo optar por el voto en contra. Sigue siendo la fórmula de “una persona un voto” solo que puede ser de reprobación o de aprobación.

El análisis de los resultados sería mucho más rico en la valoración de la voluntad popular y la clase política sería más responsable. Sería una modificación de la ley electoral que contaría probablemente con apoyo popular mayoritario.

Las elecciones generales del 20 N

Las próximas elecciones generales del 20 N constituyen la única intervención en la política que tendremos los ciudadanos hasta dentro de otros cuatro años. Elegiremos la lista de un partido político con nombres en su mayoría desconocidos y durante cuatro años la soberanía estará en manos de los partidos políticos y más concretamente del partido que consiga el poder. Mientras tanto los ciudadanos no tendremos cada uno un representante político a quien dirigirnos ni podremos participar con nuestras opiniones y propuestas en las decisiones, ni tendremos información clara sobre las cuestiones que nos afectan y se deciden a nuestras espaldas.

Los políticos elegidos tienen muy poca motivación para ser transparentes y proporcionar información completa y veraz sobre las decisiones que toman, porque los ciudadanos no tienen ningún canal de comunicación con ellos y da lo mismo lo que opinen, incluso para la siguiente votación dentro de cuatro años, porque lo que en realidad se elige es un partido político. Los políticos electos solo tienen que contentar a su partido.

Esta concentración de la soberanía en los partidos políticos genera rigidez, burocracia, despilfarro y corrupción. Con la excusa de que el pueblo no estaba preparado, los políticos de la transición pusieron en marcha un sistema de poder similar al de la dictadura, aunque el poder tenga ahora básicamente dos cabezas que se turnan. Esto le va muy bien a la sobredimensionada clase política que vive holgadamente disfrutando del mismo tipo de privilegios que la aristocracia de antaño, abusando de los ciudadanos sin que puedan siquiera hacerles llegar formalmente sus opiniones y propuestas.

En la actualidad ya no hay excusas, porque la actitud de la población es ahora razonablemente democrática y los ciudadanos están preparados para opinar y tienen el derecho natural de opinar e influir sobre sus intereses. Solo necesitan que exista el vehículo adecuado y que haya información completa y transparente.

El vehículo para participar en las decisiones es la representación política, reformando el sistema electoral para que cada ciudadano pueda votar a la persona concreta que quiere que le represente, es decir instaurar la circunscripción electoral uninominal. Cada ciudadano podría así hacer llegar sus inquietudes y sus opiniones a su representante y éste, por la cuenta que le tiene, tratará de desenvolverse de acuerdo con la voluntad mayoritaria de sus representados, lo que de entrada rompe la disciplina de voto actualmente existente.

La disponibilidad de la información y la transparencia se consigue siendo obligatoria la publicación detallada de actas, resoluciones, presupuestos, inversiones, subvenciones, gastos, préstamos…etc. en internet para que los ciudadanos y asociaciones de ciudadanos puedan consultarlas sin tener que depender de las noticias, siempre con algún sesgo, que de vez en cuando aparecen en los medios.

Si de produjeran estas condiciones la votación del 20 N podría ser el principio de una nueva y prometedora era, pero como estamos muy lejos de que se produzcan, muchos ciudadanos iremos como de costumbre a “votar en contra” cogiendo la papeleta que pueda neutralizar la menos deseable de los dos grandes partidos.

Indicios autocráticos

Los dos elementos principales de una democracia representativa es la separación de poderes y la representación política de los ciudadanos, elementos que en realidad no existen en nuestro país, donde hay indicios autocráticos.

El ciudadano no tiene un representante en el Parlamento, por lo que no puede tener otra participación que votar a un partido cada cuatro años con lo que la soberanía no reside en los ciudadanos sino en los partidos políticos. La ley electoral está diseñada de forma que los diputados sólo representan a su partido y más concretamente a quien los incluyó en las listas. Deciden en bloque, con rigurosa disciplina de voto, a pesar de que el mandato imperativo este descartado por la Constitución.

El partido político dominante y de sus dirigentes pueden legislar durante cuatro años al margen de los ciudadanos, imponiendo las leyes que les interesa sin pulsar caso por caso la voluntad del pueblo. En estas condiciones, el autoritarismo resulta privilegiado y la participación menospreciada, concentrándose el poder en la cúpula del partido gobernante.

Lo malo de esa concentración de poder es que no tiene contrapeso porque no existe una separación de poderes efectiva. El partido gobernante controla también el poder legislativo y el Parlamento en su conjunto representa de hecho al partido gobernante y no a los ciudadanos. La cúpula del poder judicial también está controlada por el partido que gobierna, ya que domina la designación de los candidatos para formar parte del Tribunal Constitucional, tribunal que tiene el poder de desautorizar al Tribunal Supremo, lo que no sucede a la inversa.

En España funciona la libertad de prensa, la libertad de expresión, la libertad de asociación…etc., pero hay indicios autocráticos. Los elementos autocráticos fueron impuestos al diseñar la reforma política, apartándose de los usos y costumbres de los países más avanzados. Hay quienes piensan que la concentración de poder fue diseñada para evitar supuestos riesgos derivados de la falta de cultura democrática, pero en realidad fue el éxito de la clase política de instalarse en el poder por décadas y gobernar y legislar a su criterio y conveniencia.

Aprender soñando

Todos soñamos varias veces durante la noche y lo hacemos con un realismo tal, que cuando nos despertamos parece que todavía estamos “viviendo” cosas imposibles. He soñado muchas veces que volaba, como los pájaros, y una vez despierto todavía me creía que podía volar y me resistía a que fuera sólo un sueño.

Lo curioso de los sueños es la extraordinaria rapidez con la que suceden y la intervención activa de la vista moviendo los ojos como si estuviéramos contemplando escenas reales. Y es que lo que en realidad hacemos es “vivir” situaciones que pudieran ser reales en las que sometemos a prueba nuestros reflejos y enseñanzas.

Con un ritmo acelerado, imposible en la vida real, ponemos a prueba las enseñanzas que extraemos de las vivencias antes de que sean utilizadas de forma automática por nuestra inteligencia emocional. Destilamos nuestras experiencias y fabricamos, valoramos y homologamos ideas, conceptos, criterios, opiniones, y estimaciones, y vamos construyendo un modelo y una escala de valores sobre la realidad de las cosas que nos rodean.

En los sueños podemos someter nuestros criterios a pruebas tan extremas que incluso parezcan absurdas, mucho más duras que las que se dan en la realidad. El cerebro fabrica durante el sueño multitud de situaciones virtuales ante las que eventualmente hay que reaccionar, evaluando los reflejos automáticos que tenemos en observación hasta que los damos por buenos y los adoptamos para usarlos en la vida real.

Si el cerebro es poco riguroso y automatiza mecanismos de actuación imperfectos, cometeremos errores sin saberlo. Por ejemplo, derramar agua al trasladar un recipiente lleno o conducir deficientemente un vehículo. Cuando los actos reflejos causan incidentes traumáticos, el subconsciente reabre “el expediente” y cuestiona los métodos.

Tampoco es bueno el exceso de rigor en homologar los reflejos porque si se acumula el trabajo de pruebas en el subconsciente, se produce una espiral que conduce a la psicosis y a otras patologías de la mente, por lo que a una persona con problemas psíquicos le someten a una cura de sueño en la que pueda desatascar el exceso. Las personas que no fabrican suficientes reflejos tienen que dedicar parte de su capacidad de pensamiento a rellenar este vacío, lo que les resta capacidad de pensar para afrontar los problemas que tienen enfrente.

Comenzamos a ensayar y adoptar actos reflejos desde que nacemos. Los niños pequeños alcanzan los objetos titubeando hasta que dan con ellos, poniendo atención a cada tramo del movimiento de sus manos. Los adultos agarramos las cosas de forma automática sin ser conscientes del proceso que sigue nuestro cerebro. Por esto es importante que los niños jueguen lo más posible y se relacionen con otros niños y con adultos, y tengan experiencias desde que son muy pequeños. Es lo que nos lleva desde niños a interiorizar estos procesos y seguir toda la vida jugando y aprendiendo entre sueños.

Estamos solos en el Universo

El orden natural que conocemos es inconsciente. Las estrellas se mueven de forma mecánica y las leyes de la materia y la energía siguen un orden programado. Las bacterias no piensan y los animales parece que están programados casi por completo.

El medio ambiente actúa de forma inconsciente y las fuerzas de la naturaleza obedecen a las leyes de la física y la química. Nuestros genes son puros programas que actúan sin pensar y nosotros mismos nacemos ya muy programados por la genética.

Aparte de nosotros los seres humanos, no sabemos de nadie con pensamiento consciente, aunque creemos que alguien superior controla el orden universal. Sin embargo, en todo caso,  sólo podemos conectar con él por vía inconsciente.

Total, que estamos muy solos, como si navegáramos sumergidos en el océano infinito de un universo inconsciente y sólo nosotros los humanos asomamos por encima de la superficie. Somos pequeños icebergs que tienen su mayor parte sumergida en este ”océano” tratando de asomar a la superficie la parte consciente que hemos ido adquiriendo en nuestras vivencias después de nacer con la mente en blanco.

Hemos creado la razón, la lógica, la ética, los principios y los ideales, pero sigue teniendo mayor peso nuestra parte “sumergida” y nuestra inteligencia emocional prevalece sobre la razón. El mundo consciente parece que reside solo en nosotros mismos y es una singularidad en el Universo que no nos libra de estar solos en medio de la inmensidad.

El cáncer de las subvenciones innecesarias

Las subvenciones innecesarias son un cáncer económico que ahoga poco a poco a la sociedad civil. Cuando las cuentas del estado están equilibradas las subvenciones innecesarias no comprometen el balance económico pero son cuestionables porque encarecen la economía del contribuyente. Y cuando, como ahora, el Estado gasta más de lo que ingresa y el déficit de sus cuentas llega a ser de 11,2% como lo fue en 2009, las subvenciones que no son imprescindibles hay que eliminarlas de forma radical e inmediata.

Empezando por los partidos políticos, en 2010 se subvencionó al PP con 36 m€ y con 34 m€ al PSOE. Aparte de que como principio los partidos políticos deberían financiarse por sí mismos, bastaría con que sus 200.000 miembros, como es el caso del PSOE, abonaran una cuota anual de 170 € que representa mucho menos que el incremento del recibo de la luz. Y si así fuera ya se encargarían los militantes en que no se dilapide el dinero.

Para subvencionar los sindicatos en el año 2010 se presupuestaron 193 m€ para repartirse entre UGT y CCOO, a lo que hay que sumar el gasto de 7574 m€ que el Ministerio de Trabajo presupuestó para el fomento de la inserción y estabilidad laboral, que no es otra cosa que la celebración de cursos para parados normalmente gestionados por los sindicatos con eficacia casi nula según los expertos. Además, parece ser que los sindicatos perciben una comisión del montante de los expedientes de regulación de empleo, al menos en Andalucía. En contraste, en Alemania los sindicatos se financian con las cuotas de sus afiliados.

Las subvenciones que presupuesta el Ministerio de Cultura ascienden a 414 m€, la mitad para el cine y el teatro, entre ceja y ceja. Las subvenciones de cooperación al desarrollo ascienden a 2808 m€ incluyendo millonarias ayudas públicas muy cuestionables. Y lo que resulta escandaloso es que haya una partida presupuestaria de 2094 m€ para imprevistos y funciones no clasificadas, montante un 35% superior al de congelación de las pensiones.

El Ministerio de Industria reparte 4425 m€ en subvenciones, muchas de ellas necesarias, aunque otras cuestionables, como es el caso del sostenimiento de la minería del carbón que no es competitiva y es altamente contaminante, por un valor de 750 m€, además de las partidas dedicadas a desarrollos alternativos e infraestructuras. El Ministerio de Fomento administra 908 m€ de subvenciones en su mayor parte al transporte terrestre.

La falta de transparencia impide al ciudadano normal conocer el detalle del gasto en subvenciones y cuando se discute en los medios sobre alguna subvención en concreto suelen afirmar los responsables que se trata “del chocolate del loro” y que no se arregla nada eliminándola, argumento que no se ha aplicado para la miserable cuantía congelada a cada pensionista.

Es importante y urgente que los ciudadanos conozcamos cuanto y a quién se subvenciona. Es una información que existe y está debidamente digitalizada, por lo que se puede dar a conocer en una publicación ad-hoc, o más simplemente a través de internet. Solo requiere la voluntad política de cumplir con la obligación de informar a los ciudadanos en que se gasta su dinero.

Paco Valencia

Ayer perdí a uno de mis amigos, Paco Valencia, con quien compartí seis años en la universidad y en el servicio militar. Hacía tiempo que no nos veíamos pero seguía siendo un amigo entrañable. Su ausencia deja un sentimiento de soledad, amargura y tristeza. Descanse en paz.

Al ir cumpliendo años te vas dando cuenta que lo que te ata al mundo son las relaciones humanas muy por encima de todo lo demás. De ellas hay un núcleo duro que es la familia y otro casi igual de duro y en ocasiones incluso más que son los amigos de verdad.

Más superficialmente te relacionas con otros amigos, que en realidad son simples conocidos, a veces con mucha frecuencia, y también con otras personas más desconocidas que ocasionalmente se cruzan tu camino. También con desconocidos e incluso con personas hostiles.

A veces la frontera entre los amigos y los simplemente conocidos no se dibuja con claridad. Te vas dando cuenta con los años y con experiencias muy concretas que lo prueban, pero entretanto es muy común situar equivocadamente a quienes más conoces del lado de los amigos.

Por lo general, los verdaderos amigos se hacen en la infancia o en la juventud, cuando la convivencia es más prolongada y no hay intereses significativos en juego. También porque compartes aventuras y emociones que no son frecuentes después en las relaciones profesionales.

350 circunscripciones electorales

El sistema electoral basado en circunscripciones electorales uninominales, es decir, en circunscripciones en las que se elige a un solo diputado, es el que rige en las principales democracias representativas, como por ejemplo: Francia, Alemania, Reino Unido, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda….etc. Cada ciudadano tiene su representante político que es el diputado elegido en su circunscripción y a través de él puede participar en las actividades parlamentarias comunicando sus ideas y propuestas, que pueden ser determinantes en la medida en que el representante político considere que tienen aceptación mayoritaria en su circunscripción.

La aplicación de este sistema electoral en España supone dividir el censo en 350 circunscripciones electorales, de forma que el censo electoral que a fecha 1 de marzo de 2011 era de 35.615.336 (incluyendo residentes en el extranjero), quedaría integrado por 350 circunscripciones electorales de 101.758 electores cada una, en las que se elige a un único representante.

El diputado elegido en cada circunscripción sería directamente responsable ante sus electores de todas y cada una de las acciones y propuestas legislativas que desarrollara en la cámara legislativa así como del uso de su voto como diputado. Si el diputado no es consecuente con la línea de actuaciones que apoyan de forma mayoritaria sus electores, su posición como representante se debilita y o bien no es reelegido o acaba siendo sustituido durante la legislatura si la circunstancia se plantea de forma mayoritaria en la circunscripción. La disciplina de partido no es determinante y queda supeditada al interés de los electores de la circunscripción.

El representante político elegido en cada circunscripción debe mantener un contacto directo con todos los electores de la circunscripción a través de una oficina del diputado, o por e-mail, o directamente por teléfono. Por su propio interés tiene que atender a todos, pues aparte de ser su obligación legal, no sabe de cada ciudadano si es o no es uno de sus votantes ni la influencia que tiene en el vecindario.

Con este sistema de representación y participación, cada ciudadano puede participar si lo desea, por si mismo o asociado con otros electores de la circunscripción, en todas y cada una de las materias que se debatan y voten en el Congreso. También puede desentenderse y limitarse a votar cada cuatro años, que es lo único que actualmente podemos hacer en España ante la falta de representación existente.

Este sistema electoral de circunscripción uninominal es denostado por los partidos que son minoritarios en casi toda la geografía, porque tendrían una representación casi nula, pero los que tienen que estar representados no son los partidos sino los ciudadanos. Para los partidos nacionalistas este sistema es prácticamente neutro porque en sus regiones tendrían también apoyo similar los diputados que presenten.

Con este sistema se consiguen además amplias mayorías para gobernar, pero siempre con la amenaza de poder perder rápidamente ese apoyo mayoritario si se extiende el descontento entre los ciudadanos. Es preferible un gobierno fuerte con una amplia mayoría siempre amenazada, que un gobierno débil que tiene que comprar caras las votaciones y que sin embargo no tiene amenazada su continuidad aunque sea odiado por la mayoría de los ciudadanos.

Con este sistema las minorías están también mejor representadas porque pueden defender sus ideas circunscripción por circunscripción y asunto por asunto, y no como ocurre en la actualidad que las causas minoritarias no son atendidas por nadie, porque los partidos minoritarios defienden sus propias causas y no las puntuales de ciudadanos concretos.

Este sistema no es en vano el que han adoptado las democracias de los países más avanzados, o quizás son los más avanzados por tener este sistema de representación y participación. En España debería ser debatido con urgencia porque es la piedra angular de los problemas de agotamiento político, económico y social que padecemos.